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ATHENA SE SENTÓ con Luna, planeando lo que iban a hacer esa noche en la sala de estar de la casa de los Cullen. Hacía tiempo que tenían pendiente una reunión nocturna y habían estado diciendo que irían después de que terminara la celebración del cumpleaños de Luna con Alice. Hablaron de eso por un rato, luego cambiaron a un tema que los hizo reír incontrolablemente a ambos. Entonces Luna tuvo que salir corriendo con Rosalie, ayudándola con algo que Athena no sabía ya que habían hablado mayormente con gestos. Así que permaneció en el sofá, garabateando pequeños pensamientos en su diario y haciendo garabatos en algunos de los márgenes; se desplazó hacia las flores para hacer garabatos principalmente. Jasper se inclinó sobre el respaldo del sofá, acercando su rostro al de ella mientras susurraba, –Tengo un regalo para ti.

–¿En serio?– ella sonrió, la emoción corriendo por sus venas cuando se volvió hacia él. Él asintió y saltó sobre el respaldo del sofá, sentándose a su lado mientras le pasaba un sobre sin abrir. Ella lo tomó con una sonrisa agradecida y lo giró en su mano, levantando una ceja ante las palabras escritas enfrente. –¿De la oficina de J. Jenks?– preguntó, leyendo el sello entintado en la esquina superior del sobre. Como Jasper no dio ninguna explicación, abrió el sobre y sacó lo único que había dentro. Ella sonrió ampliamente, mirándolo con alegría brotando de sus ojos, –Una licencia de conducir.

–Ahora no llegarás tarde a los lugares–, sonrió en broma, aunque ella no podía ver la hilaridad en ese tema.

Ella puso los ojos en blanco al instante, –¡No soy tan lenta como conductora!

–¡Sí, lo eres!– Luna llamó desde el otro lado de la habitación, habiendo sido la principal persona que sufrió las consecuencias de su conducción lenta, ya que siempre los llevaba a la ciudad para sus pequeñas salidas a bares y discotecas.

–¡Oye!– exclamó Athena, girando en la dirección en la que estaba Luna. Ahora no conduciré más tarde.

–¡Ay vamos! ¿Probar la nueva licencia? Podría ser capaz de ir por encima de la velocidad humana ahora–, respondió Luna mientras entraba en la habitación riéndose de su propia broma.

Athena enarcó una ceja ante la idea de sobrepasar el límite de velocidad con las ventanillas bajadas y la música sonando en el estéreo mientras se ponía el sol. Siempre se iban cuando estaba a punto de caer del horizonte, la mejor parte de los atardeceres. –Está bien, pero me vas a comprar un libro por ese comentario–, sonrió.

–Te debo como cuatro libros ahora–, suspiró Luna, hurgando en una caja en una de las mesas de la sala.

–Estoy consciente, paga a Lu–, se rió entre dientes con la sonrisa aún presionada en su rostro. Luna puso los ojos en blanco mientras salía de la habitación, los zapatos golpeaban las tablas del piso con la fuerza de sus molestos pasos. –Gracias–, sonrió mientras volvía su atención a Jasper, besando sus labios brevemente. Levantó una ceja, volteando la licencia en su mano, –¿Pero cómo obtuviste la imagen?

–Le pregunté a Billy–, se encogió de hombros, observando su reacción atentamente.

Ella se sentó allí con los ojos muy abiertos, procesando lo que él había dicho demasiadas veces para contar. –Espera un minuto, regresa. ¿Hablaste con Billy? ¿Hablaste con él? ¿Y le pediste algo, que te dio?– hizo una pausa, la voz mostrando mayores niveles de sorpresa y confusión a medida que pasaba el tiempo. –¿Y tiene una de mis viejas fotos de pasaporte?

–Sí, sí y sí después de convencerlo un poco–, respondió, y la sonrisa se le cayó cuando llegó a la última respuesta. –Y pensé que lo sabías.

–Oh, vaya, sí, solía enviarle todos mis documentos falsos para que los guardara–, murmuró, frotándose la sien suavemente con los dedos. Sintió que era raro que se hubiera olvidado momentáneamente de todo eso y del hecho de que Billy no lo había mencionado antes. –Cuando solía hacerlos yo misma.

–Agregar falsificación a tu lista de delitos.

–¡Lo dices tú!– ella se rió, agitando la documentación falsificada en su rostro, –Era más fácil hace años, solo falsificar la firma de alguien y listo– se encogió de hombros, mirando hacia abajo a la licencia una vez más, no había tenido ningún tipo de identificación durante al menos cuarenta años. Se tragó una sonrisa de nuevo, el corazón se calentó físicamente por el gesto, –Esto es muy dulce de tu parte, gracias, en serio.

Él sonrió, feliz de haberla hecho tan feliz, –De nada, cariño–, susurró antes de cerrar la brecha entre sus rostros, besándola apasionadamente mientras pasaba los dedos por la piel de su mejilla, trazando las pequeñas pecas que salpicó su rostro sin siquiera tener que mirar.

Luna entró en la habitación y se dio la vuelta, exclamando, –¡Dios! Vuelvo enseguida mientras voy a vomitar.

–Oh, cállate Lu, literalmente te vi a ti y a Alice besándose en el jardín el otro día.

Se detuvo en seco, negándose a mirar a nadie en la habitación a los ojos. Tendría un tono rojo intenso si todavía tuviera sangre en las mejillas que pudiera enrojecer. –¿Otro libro?– preguntó en voz baja.

–Dos–, apostó Athena, luchando contra el impulso de sonreír. Escuchó la risa tranquila proveniente de Jasper que no ayudó en nada en su caso.

–¿Enserio?

Ella se rió, –¿Te gustaría que pintara un cuadro muy breve de lo que vi?

–¡No!– exclamó un poco demasiado rápido. –Dos está bien–, continuó y Athena sonrió suavemente, ansiosa por elegir sus nuevas novelas para agregar a la colección que ya estaba a punto de estallar.

Y Athena consiguió esos libros la noche siguiente y un par más que había visto y quería desesperadamente, los que pagó ella misma. Salió de esa librería con quince libros en sus brazos y la sonrisa más grande en su rostro.

WRITER IN THE DARK • JASPER HALE - TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora