Athena disfrutó viendo los placeres más pequeños, hasta un simple escarabajo en la tierra. Después de todo, después de unos buenos años de vida, no podía dejar de notar las cosas más pequeñas. Las grandes cosas ya no tenían el mismo efecto. Ella sim...
LOS DÍAS PASARON como un borrón, pero ella sentía cada momento al extremo. Cada caricia, cada mirada, cada ataque de risa y cada vez que se sentía como en casa envuelta en sus brazos. Ahora comprende por qué se había dejado escapar de este sentimiento durante tanto tiempo, por qué no había hecho el movimiento antes como hubiera querido. Pero no había forma de cambiar eso ahora, y quién sabe si no hacerlo pronto podría haber cambiado la forma en que ahora se veían. El destino funciona de maneras divertidas como esa, torciendo y cambiando la vida hasta que las personas obtienen lo que se merecen. Los momentos más duros, el dolor y la pérdida de la voluntad de vida, todo se desvanece y la felicidad por momentos brilla. Y eso es lo que habían sido esos días, el fuego que bloqueaba cualquier signo de tristeza de sus pensamientos. Y a ella le encantó. Cada segundo.
Extrañamente, los días que pasaba fuera de su casa, fuera de la pequeña caja fuerte y la fase de 'luna de miel' que ellos dos habían creado, se hicieron más largos. Y, sinceramente, si le hubieras preguntado directamente, habría dicho que no había diferencia cuando en realidad los días significaban más para ella. No sabía qué era, tal vez su mente se había ralentizado y reiniciado para que las cosas fueran más fáciles de manejar, pero todo fue lentamente. Podía vivir el aliento muy fingido, cada palabra de cada conversación y se encontró riéndose aún más. Le recordó la libertad que inundó su cuerpo cuando llegó a Forks por primera vez, recién salida del asesinato de su captor cuando tropezó (literalmente) con un lobo de cabello castaño. Y antes de que pudiera pensarlo dos veces, la graduación dio la vuelta a la esquina.
Por una vez, Athena condujo hasta la escuela. Quería escuchar música a través de la radio y sabía que a Jasper no le gustaba mucho caminar constantemente por la ciudad, especialmente en el clima ligeramente somnoliento que pesaba el día de la graduación. Así que condujo, asegurándose de ir a una velocidad que no llamara la atención de la policía debido a la situación de falta de licencia que aún tenía que remediar. Encontrar a alguien para falsificar la identificación era más difícil de lo que otros vampiros hacían. Se detuvo en el estacionamiento y salió de su auto justo cuando Luna y Alice estacionaron unos espacios más allá de ellas. Solo que no estaban sentados en el convertible de Alice. –¿Por qué Luna conduce el jeep de Emmett?– Athena le preguntó a Jasper mientras caminaban hacia la parte trasera de su auto.
–Una apuesta– se rió suavemente, sonriendo a Alice mientras ella lo saludaba.
Ella levantó una ceja, ahora más intrigada que antes, –¿Una apuesta sobre qué?
–Nada–, respondió, tratando de ocultar la sonrisa que tiró de sus labios de ella.
–¡Jasper! ¡Dime!– ella presionó, insistiendo mientras él se reía de nuevo y envolvía su brazo sobre su hombro. Al darse cuenta de su firme ceño fruncido, rápidamente le dio un beso en la frente, pensando que tendría el efecto contrario al que tuvo. El ceño fruncido solo se profundizó, mezclado con una mirada casi horrorizada en sus ojos que no temblaba. –Eso no va a funcionar.
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