Julián • Viernes 20 de Diciembre de 2020

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Abrió la boca pero no dijo nada, o yo no escuché. Lo que no me esperaba fue lo que hizo después. Me agarró de la muñeca y me llevó para donde estaban los baños. En cambio, pasó de largo y siguió por un pasillo.

—¿A dónde vamos Enzo? —no contestó.— Me estás lastimando.

Me apretó más fuerte y aceleró el paso. Cuando me di cuenta a dónde iba, ya estábamos en los vestuarios. Me soltó y me miró con lo que me pareció ser un enojo de esos que una persona acumula por mucho tiempo dentro suyo hasta que finalmente puede soltarlo.

—¿Qué querés que te diga Julián? —se giró dándome la espalda nuevamente y levantó los brazos por encima de su cabeza.— ¿Qué mierda es lo que querés que te diga?

Me asusté cuando levantó la voz después de su segunda pregunta y lo acompañó con un golpe en la puerta de un locker.

—Yo... Calmate...

Se acercó a mí, pegando su cara a la mía, nuestras narices casi podían rozarse.

—¿Qué pasa? ¿Te doy miedo ahora?

Negué con la cabeza mientras me miraba a los ojos como antes. Pero esta vez noté algo distinto, un fuego del que no me había dado cuenta al principio.

Se alejó de mí y se sentó en un banco. Apoyó los codos en sus muslos y enterró la cara entre sus manos.

—No sé qué querés que te diga Julián. Me estoy volviendo loco. ¿Querés que te cuente la verdad? —no respondí, así que siguió— Te la voy a contar. Después de ese día me dije a mí mismo: "Enzo, tenés que sacarte ese sabor de los labios, esa sensación". ¿Y sabés lo que hice? Lo intenté. Estos meses salí todos los fines de semana y besé a todas las mujeres que me miraron aunque sea dos segundos. Si ellas querían más que un beso, bien, eso tenían. Y lo sigo haciendo hoy en día esperando que me sirva.

—Pero... tu novia...

—Callate, dejame hablar. Mi novia no me importa. Solamente necesitaba una cosa de todas ellas y ninguna pudo, y por eso me odio, y te odio un poco a vos también.

No dije nada. No pude evitar que se me humedezcan los ojos y cuando pestañeé una lágrima bajó hasta mi labio. Me la sequé rápido, justo antes de que Enzo me mirara.

—¿Cómo hiciste?

—¿Cómo hice qué? Enzo, mejor me voy.

—No, no te vas a ningún lado —se levantó y se acercó a mí.— Decime cómo hiciste.

—No entiendo... Por favor... —ya no podía evitarlo, me corrían las lágrimas por los cachetes.

—Sh, sh —me agarró la cara con las manos y me la secó con sus dedos.

Yo no entendía lo que estaba pasando, solo pude cerrar los ojos y esperar, me estaba torturando.

—Necesito que me digas —sentía su respiración en mi piel.— Necesito que me digas cómo hiciste para darme vuelta el mundo con un beso de mierda.

¿Cómo? Levanté la vista para intentar descubrir si tenía algún gesto de burla en la cara. Hasta ese momento nunca habíamos estado tan cerca el uno del otro como para que pudiera darme cuenta realmente de la diferencia de altura que teníamos. Como sea, nuestras miradas no alcanzaron a cruzarse porque él ya había cerrado los ojos para besarme.

Al principio solo apoyó sus labios en los míos, pero después de unos segundos tomó la decisión de que el beso tenía que ser en serio y abrió su boca. Lo seguí. Él fue bajando las manos hasta mi cuello y dejó los pulgares justo donde podía sentir mis pulsaciones cada vez más rápidas. Yo lo abracé de la cintura.

Cuando Enzo consideró que nuestras lenguas habían jugado lo suficiente se separó dejando su frente apoyada en la mía y sus labios tan cerca que pude sentir su aliento acariciándome cuando habló.

—No puede ser —dijo, y me miró al fin. Sus pestañas me hacían cosquillas, así que sonreí. La cara me tiraba por las lágrimas secas.

—Creo que estás loco —fue lo único que pude decir.

Soltó una risa sin cambiar la posición en la que estaba y rozó mis labios con los suyos. Pensé que iba a volver a besarme. En cambio, decidió soltarme y alejarse unos metros.

—Definitivamente estoy loco —dijo, y antes de que pudiera contestar salió por la puerta y desapareció dejándome con las manos estiradas adelante mío, abrazando todavía al aire en donde había estado Enzo segundos atrás.

Desde tu primera sonrisa - Julián y EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora