Julián • Sábado 21 de Diciembre de 2020

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Cuando salí del shock en el que me había dejado Enzo, corrí a buscarlo. Al principio no lo encontré, y al hacerlo vi que estaba con Valentina. Bailando, casi como si estuvieran teniendo sexo con ropa.

Suspiré y se me cruzó por la cabeza que tal vez me había imaginado todo. Pero cuando le pasó las manos por los costados al cuerpo a su novia y le dijo algo al oído mientras me mantenía la mirada, me di cuenta de que me lo estaba haciendo a propósito. Ella, sin darse cuenta de nada, se rió y lo abrazó del cuello para besarlo.

Y esa fue la última vez que vi a Enzo en la fiesta.

Di media vuelta y volví a mi silla. Me quedé ahí un rato más hablando con otras personas sin poder prestar atención a nada de lo que me decían. Pensaban que había tomado mucho y por eso contestaba cualquier cosa, pero la realidad era que estaba más sobrio que nunca.

Dos horas después del beso, decidí irme.

***

Estaba en el auto a mitad de camino cuando me llegó su mensaje: "A dónde te fuiste? Es demasiado temprano para dormir". No le contesté, pero no pude evitar apoyar la frente en el volante. ¿A qué estaba jugando?

A los cinco minutos, me llamó. 

—¿Qué pasa? —le dije. 

—¿A dónde te fuiste? Volvé —noté que arrastraba un poco las palabras.

—Estás borracho.

—¿Yo? Para nada —respondió riéndose.

Negué con la cabeza aunque sabía que estaba solo en el auto y respiré hondo antes de responderle.

—Divertite con tu novia.

—¿Qué pasa, estás celoso? —no podía verlo pero igualmente me imaginaba la sonrisa con la que me hablaba.

Estaba a punto de contestarle cuando escuché de fondo:

—¿Con quién hablás amor? Vení a bailar conmigo.

Me cortó enseguida sin ni siquiera despedirse y no volvió a llamarme, así que supuse que siguió mi consejo, y también el de su novia.

***

Me desperté por un rayo de sol que me pegaba justo en la cara. Me senté en la cama y empecé a acordarme de lo que había pasado la noche anterior. Realmente, ¿qué había pasado?

Miré mi celular y tenía mensajes de muchas personas. Busqué, sin éxito, el único que me hubiera gustado recibir. Decidí que era yo el que tenía que escribirle. Pensé en mil cosas que decirle, pero terminé borrando todo antes de enviar nada. Al final, le puse: "Enzo, estás en tu departamento para que pase en un rato?".

Estuve más de una hora mirando la pantalla, esperando que se iluminara con una notificación suya. No sucedió. Y como necesitaba torturarme todavía más, entré a su Instagram. Había publicado fotos con su novia, así que ahora todo el mundo iba a conocerla. Tiré el teléfono al otro lado de la cama y me giré para seguir durmiendo un rato más.

Después de un tiempo que me pareció eterno en donde lo único que hacía era dar vueltas, me levanté a bañarme. Además de ser sábado, los entrenamientos habían terminado por las fiestas. Ya no teníamos actividades hasta enero, así que se podría decir que eran vacaciones.

Sinceramente, cada vez que imaginaba ese beso en el vestuario se me aflojaban las piernas como si hubiera jugado tres partidos seguidos. Nunca había sentido nada igual, y no estaba seguro de poder explicar exactamente la energía que había pasado por todo mi cuerpo en ese momento, desde mis labios unidos a los suyos hasta la punta de mis dedos agarrados a su espalda. Y su sabor. Ni siquiera podría empezar a describirlo, pero fue lo más dulce y exquisito que probé en mi vida. 

El principal problema era que no podía creer cómo para mí podía significar tanto y para Enzo tan poco. Pero así era. Y me convenía acostumbrarme porque el próximo año iba a tener que seguir viéndolo todos los días. No es que a mí me molestara esa situación, pero me destrozaba pensar que la forma en la que yo lo quería no estaba ni cerca de importarle a Enzo, mucho menos de ser algo mutuo.

Mientras estaba en la ducha metido en mis pensamientos me acordé de que tenía pasajes para el día siguiente para volver a mi pueblo a festejar navidad con mi familia. Pensé en ese momento que lo mejor era ir en auto. Tenía ganas de viajar y despejar la mente. Iba a salir esa misma tarde para darle una sorpresa a mis papás que hacía rato no veía. Esperaba que yendo a mi casa lograra distraerme y, por qué no, olvidarme de algunas cosas. Lo necesitaba con urgencia. 

Después de todo, yo estaba en Buenos Aires para jugar al fútbol, no para enamorarme.

Desde tu primera sonrisa - Julián y EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora