La felicidad que me dio esa mañana despertarme y ver a Enzo durmiendo al lado mío se me hace difícil de explicar. Que no se hubiera ido, que se hubiese quedado conmigo a pesar de todo, me hizo darme cuenta de que tenía al mejor hombre del mundo conmigo y había sido lo suficientemente estúpido como para ponerlo en duda. Como para lastimarlo aunque era lo último que se merecía. Precisamente verlo sufrir era lo que quería evitar, y terminé provocándolo. Estaba seguro que iba a tardar más yo en perdonarme a mí mismo de lo que tal vez le iba a llevar a Enzo hacerlo.
Sabía que lo que había hecho estaba mal, horrible. Que daba asco. Que me había transformado en lo que siempre odié. Que Enzo no se merecía nada de lo que le hice. Y ojalá hubiese sido distinto. Pero como ya era tarde para evitarlo, ahora solamente me quedaba arreglarlo.
Aproveché para acercarme a él y apoyarme en su pecho. Escuchar cómo le latía el corazón con la paz que manejaba mientras dormía me encantaba. Y más me encantaba que me abrazara sin ni siquiera abrir los ojos, porque sabía que era yo el que estaba ahí molestándolo.
Al cuarto beso que le di recién dio señales de haberse despertado.
—Buen día mi amor —le dije dándole otro.
—Hola.
Me saludó estirándose pero teniendo cuidado de no aplastar a ningún animal, que como siempre dormían pegados a él. Ahora sabía que era porque se daban cuenta quién era el que valía la pena de los dos.
Sonreí y esperé a que terminara para volver a agarrarlo. Sabía perfectamente que me la había mandado con él, y tenerlo ahí conmigo era algo invaluable para mí en esos momentos.
Porque además Enzo podría haber estado en cualquier lado, con cualquier persona que quisiera, y sin embargo acá seguía, en nuestra casa, conmigo. Tenía razón, me había acostumbrado tanto a tenerlo que a veces me olvidaba de dimensionar lo que significaba que estuviera al lado mío amándome.
—¿Cómo dormiste? —le pregunté dándole un beso en el cuello.
—Bien, creo. ¿Y vos?
—Más o menos. Me desperté varias veces pero me hizo feliz que vos estuvieras al lado mío durmiendo como un osito.
—Si vos decís.
Quiso levantarse, pero lo sostuve del brazo para besarlo. Me respondió, aunque parecía no tener demasiadas ganas.
—Me tengo que ir a bañar —me dijo separándose, y ahora sí levantándose.
—Te amo Enzo.
—Yo también te amo.
Se fue, sin decirme más nada. Lo hubiera seguido, pero por la cara que tenía suponía que no era lo que estaba queriendo en esos momentos. Así que me levanté para cambiarme.
Cuando volvió a aparecer, con la toalla en la cadera y esa piel toda tatuada y brillante por el agua, no podía dejar de verlo. Él si se dio cuenta no me dijo nada, sino que siguió haciendo lo suyo. Buscó su ropa y después agarró su celular para ver si tenía algún mensaje importante, supongo.
Yo seguía mirándolo, pensando en lo hermosa que era esa pancita que tenía, en lo que me hubiera gustado estar dándole unos besos, cuando habló de repente.
—¿Por qué no invitás a Emilia a que venga?
—¿Me hablás en serio? ¿Para qué? —le pregunté sorprendido.
—¿No era tu amiga desde siempre? —me respondió secándose el pelo.— Quiero conocerla mejor, ahora que se está quedando a vivir en tu departamento.
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Desde tu primera sonrisa - Julián y Enzo
FanfictionSEGUNDA PARTE YA DISPONIBLE! Julián creyó que iba a tener un entrenamiento más hasta que le presentaron al nuevo integrante del equipo: Enzo. A partir de ese día, los dos jugadores de River dibujaron el camino hacia una amistad que se iba a ver com...