Enzo • Viernes 5 de Febrero de 2021

3.7K 295 266
                                    

Recién habíamos aterrizado en Buenos Aires. La pretemporada había terminado y el domingo volvíamos a tener partido. Según Marcelo, estábamos todos más que preparados para tener un muy buen año.

Estaba esperando mi valija hablando con Germán cuando Julián se me acercó.

—¿Querés que te lleve a tu departamento? —me dijo.— Tengo el auto en el estacionamiento.

¿Qué había pasado con Julián después de su cumpleaños en la playa? Nada. Ese día había sido hermoso, no podría mentir. Pero cuando volvimos a la concentración ese mediodía lo mejor que podía hacer era fingir demencia. Así que evité estar a solas con él y preferí siempre rodearme del resto de mis compañeros para que tampoco pudiera encontrarme solo. No quería hablar del tema por ahora. Simplemente la habíamos pasado bien un par de veces juntos y eso era todo. Ahora era momento de centrarse en lo verdaderamente importante: el fútbol.

—Eh...

—Yo también necesito que me lleves Juli —respondió Germán antes de que yo pudiera pensar alguna excusa.

—Dale, los llevo a los dos.

Lo miró a Germán sonriendo y después me vio a mí, esperando a que dijera algo. Pero yo no tenía nada para agregar, así que me quedé callado hasta que todos tuvimos nuestro equipaje y salimos juntos a buscar su auto.

Me senté en el asiento del acompañante porque Germán dijo que su casa estaba cerca así que lo mejor era dejarlo primero a él.

En el camino las conversaciones fueron todas relacionadas al fútbol, a cómo la habíamos pasado en la pretemporada y a especulaciones de lo que podía pasar en el partido del próximo domingo.

***

Germán nos saludó a cada uno con una palmada en los hombros antes de bajarse diciéndonos que nos veía en la cancha el fin de semana.

—¿Me estás evitando de nuevo? —dijo Julián apenas nos quedamos solos.

—No, Julián —le respondí suspirando, sabía que iba a empezar con esas cosas.— Necesito que dejes de presionarme un poco.

—¿Qué? ¿Te parece que yo estoy presionándote?

—Sí, ¿no te das cuenta?

—No, la verdad que no, Enzo. Solo estoy intentando entender qué pasa por tu cabeza.

No le respondí, preferí mirar para afuera por mi ventanilla mientras dejaba que el viento me refrescara un poco la cara.

—¿Tu novia?

—¿Qué pasa con Valen?

—¿Te está esperando en tu departamento?

—Sí, seguramente, ¿por qué? —lo miré y él se rió. Fue una risa completamente falsa.

—Por nada Enzo, dejá.

—A ver, Julián, ¿vos qué pensabas que iba a pasar con nosotros? ¿Creías que íbamos a andar agarraditos de la mano dándonos besitos por el entrenamiento? Necesitás poner los pies en la tierra.

—Solamente quiero que cuando estamos con más gente seas la misma persona conmigo que cuando estamos solos.

—Soy la misma persona Julián. A vos te hace falta entender que no sos el centro de mi vida y que tal vez si no estoy con vos todo el tiempo es simplemente porque no quiero estarlo.

Me di cuenta enseguida de que se me había ido la mano. En realidad no era lo que sentía, pero necesitaba que tomemos distancia por el bien de los dos. La pretemporada había sido como unas vacaciones. Ahora teníamos que volver al mundo real.

Julián no dijo nada. En cambio, sacó la mano del volante para limpiarse la cara, supongo que de algunas lágrimas. Me sentí horrible, la peor mierda de todas.

—No te entiendo —dijo después de un silencio incómodo que yo no me animaba a interrumpir.

—No hay nada que entender —le respondí.

—¿Por qué fuiste a mi habitación ese día? ¿Por qué me llevaste a esa playa en mi cumpleaños?

—Dejá de analizar tanto Julián, yo hago las cosas cuando me surgen, porque quiero, porque tengo ganas. No hay una razón oculta y rebuscada atrás de todo —seguía cagándola con cada palabra que salía de mi boca.

—¿Sabés qué? —me dijo de repente.— Andate bien a la mierda.

Iba a contestarle justo cuando clavó los frenos y tuve que agarrarme para no golpearme con la parte de adelante.

—Y empezá a irte a la mierda ahora bajándote de mi auto.

—Estamos lejos de mi departamento —respondí mirando para afuera, pensando todavía, como un pelotudo, que después de todo lo que le había dicho él podía estar haciéndome un chiste.

—Y a mí qué mierda me importa. Bajate y llamá a tu novia o a quien se te canten las pelotas para que te venga a buscar.

Nunca lo había escuchado así de enojado. Realmente no sabía cómo reaccionar.

—Pará... yo... —empecé, intentando buscar las palabras.

—Bajate Enzo.

Estaba hablando en serio. Pasó la mano por adelante mío, teniendo especial cuidado de no tocarme, para abrir la puerta porque yo no lo estaba haciendo. Lo miré pero él estaba con la vista fija en el frente, decidido. No me quedaba otra, tenía que bajarme.

—No te olvides tu valija de mierda —me dijo antes de que cierre la puerta.

Apenas saqué mi equipaje de su auto volvió a arrancar. Me quedé mirando la calle hasta que dobló en una esquina y desapareció.

Qué podía decir, ya estaba arrepentido porque la había cagado con todas las letras. Julián siempre había sido bueno conmigo y yo lo único que hacía era decepcionarlo y tratarlo horrible. Me hubiera gustado haber tenido los huevos para explicarle lo que realmente tenía metido en mi cabeza. Pero no lo hice y, después de todo, había recibido una más que merecida dosis de mi propia medicina.

Desde tu primera sonrisa - Julián y EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora