Enzo • Lunes 18 de Enero de 2021

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Ayer fue mi cumpleaños. La mejor parte de la fiesta que me habían hecho los chicos era que teníamos el día libre. No puedo decir que tenía resaca porque la realidad era que no nos dejaban tomar todo lo que yo hubiera querido. Para cuidar el físico y toda esa boludez.

Me puse a ver Instagram para resubir algunas historias. Mientras, aprovechaba y le contestaba a algunas que me escribían. Tenía que seleccionarlas con mucho cuidado porque desde que mi relación con Valen se había formalizado en todos lados no podía arriesgarme a que alguna, a costa de buscar fama, me arruinara la imagen de buen pibe que mi representante y el club se esforzaban en mantenerme.

De todas formas, si alguien me preguntaba en ese momento qué era lo que ocupaba mi cabeza día y noche, la respuesta iba a ser muy corta: Julián. La noche anterior había estado en el festejo, aunque apenas se acercó a saludarme con un abrazo que me resultó demasiado frío y una sonrisa que no llegó a sus ojos. La verdad es que no podía quejarme de nada, la distancia entre los dos la había puesto yo y parecía que él al fin lo había entendido.

Igualmente, no sé por qué últimamente me encontraba a mí mismo mirándolo mientras hacía ejercicio en los entrenamientos. Me daba bronca pero no podía evitarlo, era como si necesitara saber todo el tiempo lo que estaba haciendo. Julián a veces notaba mis ojos en él y yo me apuraba a mover la cabeza para que no se diera cuenta. Seguramente más de una vez no logré disimular muy bien. De todas formas, nunca me dijo nada.

Decidí que ya era momento de darle un descanso a mi cerebro. Eran las once de la mañana. Gonza estaba durmiendo en la cama de al lado. Las habitaciones eran de dos y podíamos elegir con quién compartirla. Julián creo que estaba con el otro Enzo en el piso de arriba.

No sé si fue por ese pensamiento o por todo lo que venía teniendo en mi cabeza desde que me desperté, pero me pareció una buena idea levantarme y ponerme uno de los mil shorts que tenía para entrenar antes de salir de la habitación.

Con el primero que me crucé fue justamente con Enzo. Lo saludé y no dudé un segundo antes de preguntarle:

—¿Julián comparte habitación con vos?

—Sí, ¿por? —no es que le resultara extraña mi pregunta, solo tenía curiosidad.

—Porque necesitaba devolverle una cosa que me prestó —inventé.— ¿Qué habitación era?

—La 210. Si subís por esas escaleras es a la izquierda y al fondo.

—Dale, gracias —le dije sonriendo. Me devolvió el gesto y siguió su camino mientras que yo empezaba a subir.

No quería pensar en lo que estaba haciendo porque tal vez me arrepentía. Casi que deseaba que Julián estuviera durmiendo y ni siquiera me atendiera la puerta.

Me fijé el número en la última habitación del pasillo como me había dicho Enzo y toqué. Estaba nervioso, creía que sin razón. Pero cuando la puerta se abrió y lo vi a él pasándose una mano por la cara para intentar despertarse me di cuenta por qué. En momentos como ese, cuando lo veía así de vulnerable, sentía que yo era el mayor y que él solamente era un nene perdido en la playa.

—¿Estabas durmiendo? —asintió con la cabeza.— ¿Puedo pasar?

Se corrió para un costado y soltó la puerta para que pasara entre ambos. Entré y me senté en la primera cama que vi. La suya, supuse por lo desordenada que estaba.

—¿Pasó algo? —me dijo mientras se sentaba al lado mío rascándose el ojo. Estaba demasiado dormido como para entender qué hacía yo ahí.

Me dio tanta ternura que no pude hacer otra cosa que agarrarlo de la nuca y acercarme la poca distancia que nos separaba para besarlo. Al principio no reaccionó, pero cuando se dio cuenta lo que estaba pasando me respondió el beso abriendo su boca para dejar pasar mi lengua. Apoyó una mano en mi pierna y con la otra me agarró el brazo con el que yo lo sostenía.

Me recorrió la misma sensación por el cuerpo que el día de la fiesta. Me gustaba porque era algo distinto que nunca había sentido.

En lo que me pareció un instante tuve que separarme, necesitaba un poco de aire.

—Enzo... —empezó a decirme un poco agitado.

—Shh, no hables —respondí mientras apoyaba la punta de los dedos en sus labios mojados por mi propia saliva.

Julián no dijo nada. Solo me miró y, cuando le devolví la mirada, me di cuenta de todo lo que había estado negándome a mí mismo este tiempo.

—Te juro que no puedo entenderlo —le dije y decidí que quería volver a besarlo. Lo vi sonreír antes de unirme a él de nuevo.

Por desgracia, todo se interrumpió en el momento que escuchamos a alguien del otro lado de la puerta. Julián se pasó la mano por la boca para secársela y yo apenas llegué a levantarme de la cama de un salto. Enzo apareció en la habitación.

—Uh, me olvidé de decirte que este capaz estaba durmiendo —me dijo señalando a Julián.

Yo me sentía demasiado incómodo como para reaccionar y ni siquiera quería saber si se me notaba algo entre las piernas. Agradecí haberme puesto un short negro que disimulaba cualquier cosa.

—Me despertó —comentó él al ver que yo no respondía.

—¿Te dio eso que venía a darte?

—¿Cómo? —sentí que se puso nervioso. Tal vez pensó que yo estaba lo suficientemente loco como para contarle algo a alguien.

—Me dijiste que tenías que darle algo, ¿no Enzo?

—Aah, sí. Era esto —agarró el cable del cargador que casualmente tenía arriba de la mesa de luz. No pude evitar reírme por la ocurrencia.

—De una —dijo Enzo sin prestarme demasiada atención y siguió hasta el armario para buscarse un buzo.— Está frío, si salen abríguense.

—Sí, papá —respondió Julián. Nos reímos los dos a la vez y Enzo no pudo evitar sonreír.

—Váyanse a la mierda pendejos —nos mostró un dedo no muy amigable y se fue así como había venido.

Me quedé mirando a la puerta, pensando en todo lo que acababa de pasar. Julián se levantó de su cama. Estaba tan cerca que estirando los brazos llegaba a abrazarlo. Y eso hice, lo agarré de la cintura y lo acerqué a mí. Sonrió y apoyó las manos en mi pecho, mirándoselas.

—Qué rápido que sos para mentir eh —le dije riéndome.

Sonrió y al fin me miró. Sentí una especie de cosquilleo en la panza al ver que el brillito de sus ojos estaba volviendo a ser el de antes.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —dijo al fin.

—¿Con qué?

—Con esto —nos señaló moviendo la cabeza.— Estuviste hasta ayer sin ni siquiera saludarme.

—Porque hasta esta mañana no entendía que carajo me estaba pasando. Y si tengo que serte sincero, todavía no entiendo. Nunca había besado a un hombre, pero si se siente así lo voy a tener que seguir haciendo con otros —me reí.

Julián no. En cambio, agarró mis manos que seguían en su espalda para soltarse de mi abrazo.

—Entonces querés divertirte un rato nada más.

—¿Qué? Boludo, ¿vos querés casarte?

—No seas idiota —sonrió pero igualmente estaba más serio de lo que esperaba para lo que acababa de pasar.

—Mejor me voy porque ya veo que nos ponemos a discutir como si fuéramos marido y mujer y tuviéramos dos hijos. No estoy para esa gilada —volví a reírme y esperé a que me soltara las manos que todavía seguían entre las suyas. Después me acerqué a la puerta y lo miré mientras agarraba el picaporte.— Nos vemos después. Ni se te ocurra decírselo a alguien.

—¿Me estás amenazando?

—No, te estoy advirtiendo.

Salí y cerré atrás mío sin esperar una respuesta. Mientras caminaba me pregunté si lo que había hecho no iba a confundir más a Julián, o incluso a mí mismo. Sea como sea, me había gustado, y pensaba repetirlo mientras a mí me siguiera haciendo sentir bien.

Desde tu primera sonrisa - Julián y EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora