Enzo ~ Lunes 28 de Agosto de 2023

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—¿Ya te mandaron los pasajes para Argentina? —le pregunté a Juli.

—Sí, ¿por?

—¿Por qué no me dijiste? Capaz que viajamos juntos.

—Si ya sabés que tengo partido el domingo a la tarde y soy de los últimos en llegar a Ezeiza.

—Bueno, perdón por preguntar —le contesté mientras revolvía la salsa que estaba haciendo.

—¿Viajás con Lisandro? —me preguntó al ratito.

—No. El Dibu ayer puso en el grupo algo de que iba con Licha y Cuti pero no dijo nada de mí, así que deben ser vuelos distintos.

—Ah, mirá.

Juli estaba medio distante conmigo todavía. Obviamente ya sabía que era por lo mismo por lo que venía así hace rato, pero yo lo conocía lo suficiente como para saber que cuando se le metía algo en la cabeza solamente era cuestión de tiempo para que volviera a ser el mismo. Había que tenerle paciencia, darle amor, y listo.

Me di vuelta para decirle que estaba la comida lista y lo vi muy ocupado con su celular.

—¿Me ayudás? —le pedí.

—¿Ya está? —se paró y se acercó, no supe si a mí o a chusmear lo que había en la olla.

Le agarré la mano y levanté el brazo para que diera una vueltita adelante mío. Lo hizo, al fin riéndose.

—Si fuera a una chocolatería y me ofrecieran un millón de bombones, igualmente te elegiría a vos —le dije sonriéndole y abrazándolo de la cintura.

Él también sonrió, negando con la cabeza, y me agarró del pelo para besarme. Bajé mis manos despacito para terminar apretándole el culo. Un poco tenía que aprovechar esos momentos en los que se ponía más cariñoso.

—Te amo —me dijo separándose.

—Yo te amo más.

—Imposible.

—No hay nada que sea imposible con vos bebé.

—Basta —sonrió.— Vamos a almorzar —me pidió después de darme otro beso.

Mientras comíamos estuvimos hablando un poco de lo que íbamos a hacer cuando volviéramos a Argentina. Ahora que estaba todo aclarado con mi familia, tenía ganas de que Juli conociera mi casa, en la que me había criado y en la que mis papás habían querido seguir viviendo a pesar de que les ofrecí mil veces comprarle una mejor.

Y, después de juntar todo, él se puso a lavar, así que lo abracé de atrás metiendo las manos por abajo de su remera como me gustaba hacer siempre.

—Al fin tenemos todo el día para nosotros hoy, ¿qué querés hacer?

Empecé a pasarle la cara por el cuello, como acariciándolo, a la vez que le dejaba un par de besos por la piel. Yo no me cansaba de ser un intenso y él ya estaba acostumbrado, así que no me prestó demasiada atención.

—Estoy un poco cansado, podríamos ver una peli o algo en la cama. Y después más tarde no sé.

—Me parece una buena idea. ¿Querés que hagamos pochoclos? Todavía no te olvidaste desde esa vez que te enseñé hace años, ¿no?

—¿Cómo te acordás de eso? —me preguntó sonriendo.

—Si vos lo guardaste en tu memoria, ¿por qué yo no? Ese fue el primer día del resto de nuestras vidas.

—Se podría decir que sí... —giró la cabeza para mirarme y volvió a sonreír.— Todas las cosas que pasaron después.

—Y acá estamos, tres años después, viviendo juntos en Inglaterra. Casados, con un perro denso y una gata malcriada. Él igual que yo, vos igual que ella.

Desde tu primera sonrisa - Julián y EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora