Julián • Viernes 1 de Febrero de 2020

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No sé por qué sentí que mi cumpleaños había terminado horrible. Bueno, en realidad sí sabía, pero no quería admitirlo.

Me fui a dormir como a las tres de la mañana, cuando todavía mi departamento estaba lleno de gente. Pero no tenía ánimos para seguir ahí. Le di la llave a un amigo y le dije que por favor se haga cargo porque me dolía mucho la cabeza.

Cuando sonó la alarma, lo que menos ganas tenía de hacer era levantarme de la cama y empezar el día, pero si no llegaba al entrenamiento Marcelo no me iba a perdonar y probablemente pagara no jugando el domingo.

Así que me desperté, vi el desastre que era mi departamento y comí un pedazo de pizza fría antes de irme al club.

En el camino se me cruzó mil veces la imagen de Enzo besándose con esa rubia y cada vez que me acordaba me daba mas bronca. La verdad es que no tenía derecho a enojarme con él, pero no podía evitarlo.

Paré en un semáforo y me digné a ver los mensajes que tenía sin contestar. Había tres de él. "Dónde estás? Hace rato no te veo", el primero. "Juliánnnnn aparecé", el segundo. Y el último: "Bueno Juli, me voy a mi casa. Me hubiera gustado saludarte pero no volví a encontrarte después de lo del balcón. Nos vemos mañana".

Podría haberle contestado, pero no lo hice. Porque no quería y porque iba a verlo en diez minutos.

Entré al vestuario y él ya estaba ahí. Se acercó apenas me vio.

—Eh, ¿qué pasó anoche? Desapareciste. ¿Te fuiste con alguna chica?

—No, no —me apuré a responderle.— Estaba por ahí con los demás —mentí.

—¿En serio? –dijo extrañado.— Te busqué por todos lados y no te encontré.

—Qué raro. Capaz estabas muy ocupado.

Frunció el ceño pensando y después se rió.

—¿Lo decís por Carla? No, la verdad que después me pasé toda la noche esquivándola.

—No sé quién será Carla —sabía perfectamente quién era, aunque no sabía su nombre antes de que Enzo lo mencionara.— Una lástima.

–Para nada, esas quieren fama no más —se rió.

—Qué bueno que ya seas lo suficientemente famoso como para que se te tiren todas arriba, ¿no? —le dije, intenté disimular, pero no podía. Mi sinceridad es mi mejor virtud, y también mi peor defecto.

—¿A vos no te pasa cuando salís? —me preguntó sorprendido, girando su cabeza levemente hacia la izquierda como si fuera un perro mirando su juguete.

—No sé, la verdad es que no me dedico a esas cosas cuando salgo. Y salgo poco.

—Me parece que estás siendo un poco agresivo. Si te molestó lo que hice podés decírmelo, pero quiero saber por qué —me desafió.

Negué con la cabeza y seguí cambiándome para el entrenamiento. Él hizo lo mismo sin dejar de mirarme de vez en cuando.

—Bueno, ¿esta tarde nos vemos media hora después del entrenamiento en la cancha como siempre? —me dijo.

—No, estoy cansado. La semana que viene —respondí.

Salí del vestuario antes de que pudiera contestarme nada. Igualmente, podía imaginarme su cara y su mirada fijada en mi nuca mientras pasaba por la puerta.

Desde tu primera sonrisa - Julián y EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora