Julián • Domingo 28 de Febrero de 2021

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—Fua —solté cuando Enzo se acostó al lado mío.— Así que así se siente.

Se rió pasándose una mano por el pelo.

—Así se siente solo conmigo bebé —sonrió y me agarró de la cintura con una mano mientras con la otra me sacaba la transpiración de la frente.

No podía dejar de mirarlo. Tampoco podía creer lo que acababa de pasar. Se había sentido tan bien que ni siquiera me di cuenta de que había sido la primera vez. Era como si hubiésemos nacido para unirnos y transformarnos en una sola persona.

Le pasé la mano por el brazo y subí hasta su pelo. Enzo cerró los ojos, todavía estaba un poco agitado y parecía cansado. Apoyé mi pulgar en sus labios y él le dio un beso. ¿Por qué todo lo que hacía me encantaba?

—Tengo hambre —se quejó.

—¿Querés que te traiga algo para comer?

—Por favor —respondió poniéndose boca arriba. — Y que sea algo rico.

Recorrí su panza con mi mano solo porque quería sentir la humedad de su transpiración y me levanté para ponerme el boxer e ir a la cocina. Sentí que algo me molestaba mientras caminaba, pero lo había disfrutado mucho hacía un rato como para quejarme ahora.

Abrí la heladera y me di cuenta de que estaba prácticamente vacía, por lo que no me quedó otra que cocinar unos huevos revueltos para poner arriba de unas tostadas. Esperaba que a Enzo le gustara porque era lo mejor que podía ofrecerle.

Al volver a la habitación, él seguía en la misma posición en la que estaba cuando me había ido veinte minutos atrás, pero esta vez me di cuenta de que dormía porque su pecho apenas se movía. Seguía completamente desnudo. Enzo no sabía lo que era el pudor y... ¿eso que tenía ahí era normal? Lo dudaba mucho.

Me senté al lado suyo y le toqué el hombro.

—Te traje comida.

Abrió los ojos apenas me escuchó y se apoyó en un codo para poder agarrar una tostada.

—Mm, no tienen mucha pinta pero bueno.

Me reí y me masajeé una muñeca. Las tenía un poco coloradas.

—Me están doliendo.

—Te pediría perdón, pero no me arrepiento de nada —dijo sonriendo con la boca llena.

—Si me salen moretones la culpa va a ser tuya.

—Sí, toda mía. Y voy a estar orgulloso.

Me agarró la cara con una mano y me acercó a él para darme un beso.

—No seas tan bruto la próxima.

—Ni siis tin briti li príximi —me imitó burlándose.— Te encantó.

Sonreí pero no le dije nada, tampoco quería subirle tanto ese ego que ya tenía por las nubes. Agarré el control y prendí la televisión. Mientras buscaba algo que ver, me acomodé boca abajo. Enzo tardó menos de cinco segundos en ponerme una mano en el culo.

—No me había dado cuenta de que tenías esta colita —dijo apretándome.— mejor que la de cualquier mujer con la que haya estado.

—Mirá vos, no me interesa —le respondí mientras seguía haciendo zapping. Enzo se rió.

—No te pongas celoso. Ahora estoy acá, desnudo en tu cama.

Lo miré, de repente me había acordado de algo demasiado importante como para no mencionarlo.

—Vos tenés novia.

—Así es —dijo como restándole importancia.

Sin que yo diga nada, se dio cuenta de que estaba necesitando una mejor explicación.

—No puedo separarme de ella.

—¿Por qué no? ¿Está embarazada o algo?

—Por Dios boludo no digas eso ni en joda porque me mato. No está embarazada, creo. Pero sabés perfectamente que esto —nos señaló— tiene que quedar acá, entre nosotros. Y lo mejor para que nadie sospeche nada es seguir con ella.

—Sí, supongo que sí.

No estaba muy convencido con el tema de la novia pero sabía que Enzo había dicho una verdad. No había ninguna posibilidad de que nuestra relación algún día viera la luz. Sabíamos muy bien cómo era el mundo del fútbol, no iban a perdonárnoslo nunca y nuestras carreras terminarían al instante.

Mientras pensaba, Enzo se levantó y se fue al baño poniéndose el short pero no el boxer. Cuando volvió, corrió las sábanas.

—¿Dormimos? —me dijo estirando los brazos.

Sonreí, no podía enojarme. Preferí disfrutar el momento, así que me acosté al lado suyo poniendo la cabeza en su pecho y apoyando mi mano en su panza para seguir la forma de sus músculos con el dedo. Él me rodeó los hombros con un brazo y me dio un beso en el pelo.

—Ya son más de las doce —le dije después de un ratito. Sabía porque había agarrado mi celular para poner la alarma.

—¿Qué? —respondió medio dormido.

—Nunca me voy a olvidar de esta noche.

Enzo se rió y me agarró de la pera para darme un beso.

—En serio, ¿de qué novela saliste?

Levanté los hombros y nos reímos los dos a la vez. Después me acomodé de nuevo en él y cerré los ojos. Escuchar los latidos de Enzo cada vez más lentos mientras se iba quedando dormido era tan relajante como el ronroneo de un gatito.

Yo, en cambio, no quería dormir. No porque no estuviera cansado, sino porque necesitaba que ese momento durara para siempre. Tener a Enzo ahí conmigo, después de todo lo que había pasado desde que lo conocí, era algo que solo podía imaginar en mis mejores fantasías.

Y, aunque nunca había probado ninguna droga, estaba seguro de que Enzo era como la más adictiva que pudiera existir.

Desde tu primera sonrisa - Julián y EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora