Julián • Viernes 3 de Marzo de 2023

2.1K 200 243
                                    

Apenas me despertó la alarma me había olvidado de todo. Así que lo primero que hice después de apagarla fue darme vuelta y morirme de amor con Enzo que estaba durmiendo hecho una bolita con la cara para mi lado y un brazo estirado sosteniendo una pata de Fernet en su mano.

Estaba a punto de despertarlo con unos besos cuando me acordé de que estaba enojado con él. Enzo podía ser un forro cuando quería, y a veces hasta pensaba que le gustaba lastimarme. Pero cuando me ponía a pensar en todas las cosas que había hecho por mí y lo mucho que solía demostrarme su amor, me daba cuenta de que sus cagadas no eran a propósito. Realmente me amaba.

Aun así, había que hacerle entender de alguna forma que las pelotudeces que hacía tenían consecuencias. Porque no quería separarme de él, pero tampoco tenía ganas ni energía de vivir soportando eso.

Sabía que me iba a costar, porque Enzo era mi debilidad. Con que solo me hablara o me tocara ya me daban ganas de entregarme a él por completo. Peor era mirarlo dormir al lado mío con esa cara hermosa que tenía, moviendo lento pero profundo su pecho donde podía verle todos los músculos y tatuajes porque al forro no le gustaba acostarse con remera. Y a mí me hacía babear.

El problema era que nunca iba a ser el único, porque encima lo conocía todo el mundo. Siempre iba a tener que convivir con mujeres y hombres que quisieran estar con él. Y no los culpaba, porque realmente era un sueño en todos los sentidos. Pero no estaba seguro de poder soportar una vida en donde nunca se supiera que era yo el que lo tenía durmiendo en su cama todas las noches.

Agarré su celular, que seguía en mi mesita de luz, y usé su cara para desbloquearlo. Ignoré todos los mensajes que tenía porque no pensaba ser del tipo de novio que anda revisándole las cosas a su pareja. Solo quería ver si Lisandro me había respondido algo, y no. Pero el azul me decía que al menos los había escuchado.

Apenas lo dejé donde estaba empezó a sonar la alarma. No la apagué, así se despertaba. Y cuando al fin abrió los ojos, me miró con una sonrisa.

—Buen día precioso —me saludó.

Amaba su voz, pero más la de dormido. Obviamente se me iba a hacer bien difícil seguir enojado con él, pero tenía que intentarlo.

—Hola —le respondí sentándome en la cama.

—¿Cómo dormiste? —preguntó mientras se estiraba para agarrar su teléfono.

Tuvo cuidado de no tocarme por las amenazas de la noche anterior, pero trató igualmente de rozarme para tener algo de contacto.

Yo no pude evitar mirarlo disimuladamente, porque su cuerpo me volvía loco.

—Bien, ¿vos?

—Me hubiera gustado más dormir abrazándote. Pero no me quejo porque las veces que me desperté anoche tuve la suerte de tenerte acá conmigo.

Forro. Recién abría los ojos y ya sabía muy bien cómo tratarme para que yo cediera.

Intentó darme un beso en la espalda, pero me corrí levantándome de la cama aunque me hubiera gustado no hacerlo. Y como no le respondí, siguió.

—Te amo bebé. Te voy a amar hasta el día que alguien tenga mas balones de oro que Messi.

Sonreí pero no dejé que me viera porque ya estaba de espaldas a él yéndome al baño.

Al ratito, mientras me lavaba los dientes, apareció. Como todo en la casa, era lo suficientemente grande así que podíamos estar los dos ahí sin problemas.

Para ignorarlo, agarré mi teléfono y al fin presté atención a que Lisandro me había hablado a mí. Se me aceleró un poco el corazón, pero no iba a abrir los mensajes ahí.

—¿Querés que te haga el desayuno? —me preguntó Enzo.

—No te vengas a hacer el buenito ahora.

—Pero si siempre te lo hago... al desayuno.

—Basta —lo reté señalándolo con el cepillo de dientes.— No quiero que me hagas nada. Voy a comprar algo en el camino para desayunar con Haaland.

—Bue.

—Porque prefiero verle la cara a él que a vos —mentí.

—Estás malo eh. Me estaría calentando...

—Chau —le dije agarrando mis cosas para salir de ahí.

—Suerte viendo esa cara fea en vez de a esta belleza que no querés ni tocar.

—Seguramente esa cara fea no se andaría besando con otros por ahí mientras está comprometido.

Me fui, sin esperar a que me respondiera.

—Perdón, te amo —me gritó igualmente.

***

Después de que Haaland saludara a Enzo y a Fernet, al fin nos fuimos. Y cuando ya habíamos arrancado viaje, decidí que era momento de escuchar los mensajes de Lisandro.

Me puse el teléfono en el oído, por si las dudas.

—Hola Juli, ¿cómo andás? Te contesto por acá, así no le seguís revisando el celular a Enzo.

El tono de voz era tan falso que ya me había dado bronca, pero igual había más.

—Sí, no sabés lo que me gustó chapármelo. Y más me encantó saber que me besó igual siendo tu novio. Porque yo se lo pedí, pero él quiso eh, no lo obligué. Lástima que no estaba lo suficientemente borracho como para seguírmela. Pero ahora que vive en Inglaterra ya me lo voy a volver a cruzar. No te preocupes arañita, que rendirse no es una opción para mí. Y tu supuesto futuro esposo me fascinó.

Tenía que ser joda. No podía ser tan hijo de puta.

Al principio no me había parecido tan grave lo del beso en sí, sino la traición de Enzo. Ahora, viendo las intenciones de Licha, estaba empezando a creer que estaba metiéndome en una guerra que no sabía si iba a poder ganar.

Pero igual tenía que pelearla.

—Hola Licha, buen día. Perdón que no te contesté antes, estaba muy ocupado durmiendo con Enzo. Ya te dije todo anoche, tuviste suerte de que te haya besado. Pero no te creas tan importante. Porque como verás si está sobrio no existís para él. No va a darte bola así que olvidate, taradito.

—¿Taradito? —preguntó Haaland.

—Es un insulto —le expliqué.

—¿Peleas con Enzo?

—No. Bueno, sí —suspiré.— Pero no tengo ganas de hablar de eso, perdón.

—Está bien —dijo poniéndome una mano en el hombro.— Es mejor el amor.

Sonreí, porque me daba ternura que aunque no entendía demasiado, siempre quería lo mejor para mí.

Justo cuando estaba distrayéndome preguntándole a Haaland qué quería desayunar, me vibró de nuevo el celular.

"Veremos", fue lo único que me contestó.

Sentía que la sangre me hervía de la bronca que tenía. Porque no había nada que pudiera hacer para evitar que Lisandro siga queriendo cogerse a Enzo. Solo me quedaba confiar en él, y era precisamente lo que más me estaba costando hacer últimamente.

Desde tu primera sonrisa - Julián y EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora