Chapter 3

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Nada que perder

Athenea:

- Me llamaste Albus

- Me alegra verte Athenea- dijo mientras me abrazaba- te estás acoplando bien a tu casa?

- Si gracias, estoy feliz de estar aquí contigo, Minnie, Lupin. No creí que lo ibas a contratar, no me mal entiendas, estoy muy feliz por él. Pero supongo que no me llamaste para hablar de eso.

- Tienes razón. Tu sabes bien que tu padre y yo éramos cercanos. En un punto fuimos más cercanos que hermanos.

- Lo sé, pero no entiendo a qué va todo esto, se qué te equivocaste al seguir a mi padre, pero no creo que te equivocaste al quererlo, los dos están arrepentidos de lo que hicieron y creo que esta charla deberías tenerla con él, no conmigo.

- Si... algún día tu padre y yo hablaremos, pero creo que hace tiempo tu y yo tenemos una conversación pendiente. Y no tiene nada que ver con mi relación con tu padre y lo sabes. Athenea no quiero que por nada del mundo, sigas los pasos de Gellert, no quiero que seas como él.

-Agradezco la preocupación, pero quiero que entiendas algo, para iniciar una guerra, no puedes tener algo que perder. Y yo no voy a permitir que todos los que quiero estén en peligro por mi. Pero no te confundas, si algo les pasa, no voy a dudar en quemar el mundo si es necesario. Ahora sí me disculpas, debo regresar a mi sala común, Buenas noches Albus.

Al llegar a la sala común me encontré con cierto rubio.

- Pensé que ya estarías descansado, es tarde Draco

- Lo sé, pero te estaba esperando. No sabía cómo te iba a ir con el profesor Dumbledore y supuse que necesitarías a tu amigo, para charlar.

- Gracias Draco - susurré mientras me sentaba junto a él, tomando su mano con delicadeza. Mis dedos comenzaron a trazar figuras imaginarias en sus palmas, una excusa para sentir su contacto más de cerca.

- Puedes tomar una foto, dura más - bromeé, sentí su mirada desde que empecé a jugar con su mano. Era fácil perderme en la profundidad de sus ojos grises. Esa mirada tenía un poder hipnótico o al menos para mí, una especie de fuerza que me atraía hacia él. A medida que nos sumergíamos en ese momento, la distancia entre nosotros se reducía imperceptiblemente. No quería desviar la mirada, no quería perderme ni un segundo.

- No te recordaba tan...- susurró Draco, su voz cargada de una intensidad apenas contenida, mientras sus ojos recorrían cada centímetro de mi - egocéntrica - concluyó con una sonrisa

- No es egocentrismo si es la verdad - respondí con una sonrisa coqueta, sintiendo la electricidad que fluía entre nosotros - y tu querido, no has dejado de verme desde que llegué.

-¿Te molesta?-  susurró, estábamos a centímetros de distancia, al borde de algo más que solo palabras.

- Creo que sabes la respuesta...  - murmuré, dejando que la tensión entre nosotros se hiciera palpable -  Será mejor que vayamos a descansar Draco, mañana es mi primer día y necesito dormir algo. - Me levanté rumbo a mi habitación, no sin antes darle un suave beso en la mejilla

- Descansa, preciosa - susurró él, y no pude evitar sonreír ante su comentario.

Al abrir la puerta de mi habitación, me recibió una vista que no me sorprendió considerando mi casa. Mi nombre, grabado con elegantes letras plateadas, en la puerta, que muy probablemente eran oro blanco, como la joyería que Draco usaba, una pequeña muestra de la opulencia que caracterizaba a la sala común de Slytherin. Aunque agradecía la privacidad de compartir la habitación solo con otra persona, las palabras de Draco resonaba en mi mente, me concoía muy bien, si quiero mi propio espacio.

The Last GrindelwaldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora