Chapter 11

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La "verdad"

Athenea:

Cuando acabé las compras ya no tenía brazos para llevar todo, por suerte un elfo domestico del colegio, escuchó mis suplicas y trasladó todas las bolsas a la mansión Grindelwald, a lo que adjunté una nota pidiendo que me ayuden a envolver los regalos y especifiqué los remitentes, pero como todos ellos iban a ir a la mansión que era mejor que permaneciera ahí. Le agradecí al elfo domestico y me dirigí a las tres escobas donde me encontré con los chicos, Harry, Ron y Her, Theo y Blaise, nos sentamos en una mesa.

-Esa es la señora Rosmerta -dijo Ron-. Voy por las bebidas, ¿eh? -añadió sonrojándose un poco.

Nosotros nos dirigimos a la parte trasera del bar, donde quedaba libre una mesa, entre la ventana y un bonito árbol navideño, al lado de la chimenea. Ron regresó cinco minutos más tarde con seis jarras de caliente y espumosa cerveza de mantequilla. -¡Felices Pascuas! -dijo levantando la jarra, muy contento.

El profesor Flitwick y la profesora McGonagall acababan de entrar en el bar con una ráfaga de copos de nieve. Los seguía Hagrid muy de cerca, inmerso en una conversación con un hombre corpulento que llevaba un sombrero hongo de color verde lima y una capa de rayas finas: era
Cornelius Fudge, el ministro de Magia. En menos de un segundo, obligamos a Harry a agacharse y esconderse debajo de la mesa, empujándolo con las manos. Apliqué un hechizo de ilusión rápidamente para que no se dieran cuenta de nuestra presencia. Los tres adultos, avanzaban hacia donde nos encontrábamos. Hermione y yo susurramos:

-¡Mobiliarbo!
El árbol de Navidad que había al lado de la mesa se elevó unos centímetros, se corrió hacia un lado y, suavemente, se volvió a posar delante de nosotros.

-Una tacita de alhelí... -Para mí -indicó la voz de la profesora McGonagall.

-Dos litros de hidromiel caliente con especias...

-Gracias, Rosmerta -dijo Hagrid.

-Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla.

-¡Mmm! -dijo el profesor Flitwick, relamiéndose.

-El ron de grosella tiene que ser para usted, señor ministro.

-Gracias, Rosmerta, querida -dijo la voz de Fudge-. Estoy encantado de volver a verte. Tómate tú otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros...

-Muchas gracias, señor ministro.

-¿Qué le trae por estos pagos, señor ministro? -dijo la voz de la señora Rosmerta.

-¿Qué va a ser, querida? Sirius Black. Me imagino que sabes lo que ocurrió en el colegio en Halloween.

-Sí, oí un rumor -admitió

-¿Se lo contaste a todo el bar, Hagrid? -dijo la profesora McGonagall enfadada.

-¿Cree que Black sigue por la zona, señor ministro? -susurró la señora Rosmerta.

-Estoy seguro -dijo Fudge escuetamente.

-¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este local? -. Me espantaron a toda la clientela. Es fatal para el negocio, señor ministro.

-Rosmerta querida, a mí no me gustan más que a ti -dijo Fudge con incomodidad-. Pero son precauciones necesarias... Son un mal necesario. Acabo de tropezarme con algunos: están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.

-Menos mal -dijo la profesora McGonagall tajantemente-. ¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos rondando por allí?

-Bien dicho, bien dicho -dijo profesor Flitwick.

The Last GrindelwaldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora