Chapter 56

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La otra cara de la moneda

Athenea:

—El nuevo profesor verdad? — preguntó Blaise y yo asenti 

— Bueno, supongo que tendremos que ir, ¿no? 

Durante el camino percibimos las miradas de los curiosos, que parecían haberse multiplicado desde la anterior vez que había recorrido los pasillos. De vez en cuando, un alumno salía presuroso de su compartimiento para mirarme de cerca, la excepción fue Cho Chang, que me miró con desdén al igual que su amiga Marietta. Ésta llevaba una gruesa capa de maquillaje que no disimulaba del todo la extraña formación de granos que todavía tenía en la cara. Sonreí 

Cuando llegaron al compartimiento C, no éramos los únicos invitados de Slughorn, aunque, a juzgar por la entusiasta bienvenida del profesor, era de las más esperadas.

—¡Tú debes ser Athenea! —exclamó Slughorn—. ¡Eres idéntica a tu madre, te reconocería donde sea. ¡Cuánto me alegro de verte! ¡Y usted debe ser Zabinni!

Él asintió. Siguiendo las indicaciones de Slughorn, nos sentamos en los únicos asientos que quedaban libres. Había varios Slytherin, la mayoría seguidores de mi padre; también había dos alumnos de séptimo a los que no conocía, apretujada en el rincón al lado de Slughorn, estaba Ginny, con aspecto de no saber muy bien cómo había llegado hasta allí. Y por último Harry y Neville

—Bueno, ¿ya los conocéis a todos? —preguntó Slughorn —. 

—Éste es Cormac McLaggen, quizá hayáis coincidido ya en... ¿No?

McLaggen, un joven corpulento de cabello crespo, levantó una mano. 

—Y éste es Marcus Belby, no sé si... Belby, que era delgado y parecía una persona nerviosa, forzó una sonrisa.

—¡Esta encantadora jovencita asegura que os conoce! — Ginny asomó la cabeza por detrás del profesor e hizo una mueca.

— Y Harry Potter y Neville Longbotton que supongo conoce— terminó Slughorn.

—¡Qué contento estoy! —prosiguió Slughorn—. Ésta es una gran oportunidad para conoceros un poco mejor a todos. Tomad, coged una servilleta. He traído comida porque, si no recuerdo mal, el carrito está lleno de varitas de regaliz, y el aparato digestivo de un pobre anciano como yo no está para esas cosas... ¿Faisán, Belby?

Aceptamos

—Estaba contándole al joven Marcus que tuve el placer de enseñar a su tío Damocles —informó Slughorn mientras ofrecía un cesto lleno de panecillos a sus invitados—. Un mago excepcional, con una Orden de Merlín bien merecida. ¿Ves mucho a tu tío, Marcus? 

Por desgracia, Belby acababa de llevarse a la boca un gran bocado de faisán y, con las prisas por contestar a Slughorn, intentó tragárselo entero. Se puso morado y empezó a asfixiarse.

—¡Anapneo! —dije, apuntando con mi varita a Belby, que pudo tragar y sus vías respiratorias se despejaron al instante.

— Bien Athenea, iba a hacer lo mismo — comentó el profesor Slughorn.

—No... mu... mucho... —balbuceó Belby con ojos llorosos.

—Sí, claro, ya me figuro que andará muy ocupado —opinó Slughorn, escrutándolo—. ¡Debió de emplear muchas horas de trabajo para inventar la poción...!

—Sí, supongo... Mi padre y él no se llevan muy bien, por eso no sé exactamente... —murmuró

Belby, y no se atrevió a zamparse otro bocado por temor a que Slughorn le preguntara algo más.

The Last GrindelwaldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora