Chapter 92

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En otro momento

Athenea:

La mañana siguiente me desperté con una resaca terrible, mi cabeza palpitando y unas náuseas horribles. Con un gemido, me forcé a salir de la cama, recordando que Draco, tan lindo, notese el sarcasmo, llamo a un entrenamiento de Quidditch temprano y luego de duelos, pociones y transformaciones. Maldito sea por ser tan disciplinado. Me tomé la poción contra la resaca y me dirigí al campo de Quidditch.

Cuando llegué, Draco ya estaba en medio del campo, con una expresión de irritante satisfacción en su rostro.

—Llegas tarde, Grindelwald —dijo con una sonrisa sarcástica.

Odiaba que fuera el capitán. Su arrogancia y su necesidad de tener el control de todo me sacaban de quicio.

—Solo son cinco minutos, Malfoy —repliqué, intentando mantener la calma.

—Para un sangre pura, eso es como media hora —respondió, cruzándose de brazos.— Se te están olvidando cosas Grindelwlald.

—Deja de hacerte el importante, Malfoy. No he olvidado nada —le espeté, mi voz cargada de exasperación.

—Tal vez necesites un recordatorio. Quiero que calientes dando 50 vueltas a la cancha —dijo, su tono de voz autoritario.

—Eres un idiota —mascullé, sintiendo la rabia arder dentro de mí.

—Múevete, no te veo corriendo —insistió, su mirada fija en mí.

—Pudrete —murmuré, pero empecé a correr de todos modos.

—¿Qué has dicho? —preguntó Draco con diversión maliciosa.

—Lo que escuchaste. —respondí, con la mandíbula tensa.

Mientras mis amigos estaban en el aire repasando jugadas, yo corría alrededor de la cancha, mi cuerpo quejándose a cada paso. El sol parecía más brillante de lo normal, intensificando mi malestar. Cada vuelta que completaba, sentía cómo mi odio por Draco crecía un poco más. Su control, su desdén, todo en él me irritaba hasta la médula.

Después de lo que pareció una eternidad, finalmente terminé las 50 vueltas, jadeando y con la camiseta pegada a la piel por el sudor. Draco se acercó, su expresión imperturbable.

—Ahora que has calentado adecuadamente, tal vez puedas seguir el ritmo de todos —dijo, su tono de voz despectivo.

Lo miré con un odio palpable, pero tragué mi orgullo y me uní al resto del equipo en el aire. A pesar de mi agotamiento, me forcé a mantenerme a la altura, ejecutando cada maniobra con precisión.

Y para continuar tan lindo día, Malfoy y yo terminamos emparejados para practicar estrategias de vuelo. Mientras nos elevábamos en nuestras escobas, sentía la tensión entre nosotros como una corriente eléctrica. Cada vez que nuestras miradas se encontraban, había una sensación extraña.

— ¿Quieres dejar de intentar derribarme? —le grité, cuando hizo una maniobra brusca cerca de mí.

— No estoy intentando derribarte, solo estoy mostrándote cómo se vuela de verdad —respondió con una sonrisa socarrona.

Rodé los ojos y me concentré en seguir el ritmo. Por mucho que lo odiara, tenía que admitir que era uno de los mejores en lo que hacía.

Al final del entrenamiento, todos estábamos exhaustos. Me senté en el césped, tratando de recuperar el aliento. Malfoy se acercó, aún montado en su escoba.

— No estuviste tan mal, Black —dijo, y por un momento, su tono no era burlón.

— ¿Eso es un cumplido, Malfoy? —le respondí con una sonrisa irónica.

The Last GrindelwaldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora