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Pedí que Cornelius Fudge sea llevado a las mazmorras y decidí visitar al ministro
— Tú... Tenía razón sobre tí... traidora... – y escupió sangre en el suelo
— Señor ministro... no debería ser tan cruel — tenía moretones y sudaba frío, su estado era deplorable, su voz era un hilo, rasposa, quebrada y tomaba gran esfuerzo poder pronunciar palabra.
— ¿Cómo pudo traicionar a todos los que confiaron en usted? Que pese a su apellido confiaron en usted
— Solo querían un héroe que se sacrifique por ellos.
— Nunca debí confiar en usted
— Nunca confió en mí, pero es muy noble de su parte proteger a Harry. Será mejor acabar con su dolor ahora, dejarlo a los mortifagos es... una crueldad. Fue un placer conocerlo ministro... Avada Kedavra — el ruido hizo que los mortífagos entraran.
— Qué hiciste?
— No acabamos con él
— Si, lo hicieron, ahora déjenme sola, Cornelius y yo debemos hablar. — me miraron con enojo pero salieron
Cornelius gritaba y sollozaba
— P... por... F...fa..favor... no me hagas nada – suplico con lágrimas. — Por... favor... Athenea... no lo hagas... por favor... tus... tus... papás no querrían.... Ellos... ellos no querrían... que tú...
— ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a mencionarlos? Después de lo que les hizo? Después de que mi padre.... Le dije que si algo pasaba por su incompetencia pagaría... — Crucio... Crucio... Crucio... — sus gritos no tenían efecto en mí, perdí a los que amé y ya no me importa nada. — Avada Kedavra — cuando salí los mortífagos se encargaron de los cuerpos. Creí que su muerte me daría algo de paz, pero no me hace sentir mejor, no me arrepiento, él y ese sapo rosa deben morir... Pero pienso en mi familia y en lo decepcionados que deberían estar, pero solo hay vacío, no por estar sola, sino como si estuviera bloqueada... como si no pudiera experimentar alguna clase de emoción... y una parte de mi prefiere eso, está mejor con eso, prefiere no sentir tristeza, no llorar todas las noches suplicando por que su familia vuelva, quedarse dormida de tanto llorar y despertarse por la culpa y el arrepentimiento.
Los chicos me esperaban en mi habitación, pero no estaba de ánimo para hablar con nadie
— A...
— iba a decir rubia pero...
— será mejor que te cambies amor
— Si, solo quiero estar sola...
— ¿Sabes que cuentas con nosotros siempre no A?
— Si, pero estoy bien — se miraron entre ellos y cambie mi expresión a una amplia sonrisa, y los abracé — Saben que si algo me pasara les diría.
