La oficina

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“Mierda,“ murmuré para mi misma.

Supe desde el momento en que me desperté esa mañana que mi día iba a ser horrible. Sentada en mi coche, eché un vistazo al enorme todo terreno que estaba delante de mi. ¿Cuál era su problema? Llevaba atascada en el mismo sitio, en esta autopista perdida de la mano de Dios durante 10 minutos. Y esos 10 minutos eran más de lo disponía. Volví a mirar el reloj. Mierda.

Suspiré y miré por la ventana, mis ojos se encontraron con los del conductor del coche que estaba a mi lado. El hombre cuarentón me dedicó una sonrisa asquerosa y vocalizó la palabra “guapa“. Argg… ¿Por qué los hombres tenían que parecer cerdos? Me eché hacia atrás en el asiento y dejé escapar un largo suspiro, pensando en el debate nada más empezar mi día.

Me había despertado con el atronador sonido de My Chemical Romance sonando por los altavoces de mi despertador. Protesté, enterrando mi cabeza en la almohada, buscando atientas el botón para apagarlo. Pero el sonido no cesó, si no que subió el volumen.

¿Pero que demonios? Me estiré más para desenchufar el cable de la pared, y me caí de la cama.

Desafortunadamente, el despertador y todo lo demás que había sobre mi mesilla de noche se cayó conmigo.¡Oh dios! ¡Mi iPhone! El ahora vacío, vaso de agua estaba tirado al lado de mi teléfono mojado. El pánico empezó a invadirme en cuando agarré el teléfono en mi mano,goteando. Estaba muerta. Toda mi vida y todos los horarios del señorita Calle estaban en esa cosa. Cogí aire con fuerza, para calmarme. Quizás podría secarlo y todo estaría bien,me dije a mi misma. Si, claro. Como si el agua y los aparatos electrónicos caros se llevaran tan bien.

Recé en silencio, pidiendo que ayer por la noche me acordara de hacer una copia de seguridad. Pero después de recordar el día que había tenido ayer, estaba totalmente convencida de que me había olvidado. Mi jefa, Daniela Calle , estaba de un humor particularmente desagradable, y había pasado la mayor parte de su día dando órdenes y portazos. La tipa era una cabróna de primera clase. Había sustituido a mi anterior jefe hace nueve meses, y ahora era una gilipollas y lo había sido desde el primer día. Normalmente no me molestaba. No había llegado a donde estaba por mi cara bonita. Pero ese día estrené mi vestido de Michael Kors, un enorme derroche y me sentía particularmente bien conmigo misma.

Su rabieta me había hecho plantearme contratar un asesino enserio a eso de las seis de la tarde. Suspiré cuando me di cuenta de que iba a tener que pasarme toda la hora de la comida buscando un teléfono nuevo. De alguna manera me las apañé para olvidarme de mi incoherencia y prepararme para el día. Por supuesto, me olvidé de mi café y las llaves se cayeron por detrás del sillón, pero de algún modo, gané unos minutos mientras corría hacia el coche.

Eso fue, por supuesto, antes del accidente.Me tomó casi una hora, ya que cuando llegué a la zona del accidente, los restos estaban bloqueando tres carriles en la carretera y el tráfico se condensaba en una sola vía.Oficialmente llegué una hora tarde a la oficina. En otras circunstancias, hubiera llamado,pero mi teléfono todavía estaba en casa, tirado sobre una pila de pañuelos de papel empapados de agua, al final del cubo de basura de mi cuarto de baño.

Sabía que esto iba a ser un infierno, aunque yo me sentía orgullosa de llegar siempre quince minutos antes al trabajo. Nunca había llegado tarde. Hasta hoy. Y todo porque él era una gilipollas. La señorita Daniela Calle. Puse los ojos en blanco mientras su nombre azotaba mis pensamientos; no podía soportar a esa tipa Tenía unos aires de superioridad, y una actitud pomposa que jamás había visto en nadie. Solía escuchar lo que las otras mujeres de la oficina cuchicheaban sobre élla porque, tengo que admitirlo, era extremadamente guapa. Pero si tienes algo de sentido común tienes que darte cuenta de que en la vida, la belleza es solo una primera capa, y que la fealdad llega hasta lo más profundo. Yo había tenido mis líos con capullos en los últimos años; salí con algunos en el instituto y en la universidad. Pero esta se llevaba la palma. Beautiful Bastard.

-“Bueno bueno, señorita Garzón, ¿qué hora es ahora mismo en su pequeño mundo?“-preguntó con tono condescendiente a medida que yo entraba en la oficina. Estaba de pie junto a la puerta de su despacho, al otro lado de la habitación, tan guapa y arrogante como de costumbre. Medía alrededor de 1.75 y su cuerpo parecía esculpido en mármol. Había cometido el error de visitar el gimnasio del hotel durante una convención el primer mes que trabajamos juntas, y me la encontré sudorosa y sin camisa al lado de las cintas de correr. Esa imagen se quedaría grabada a fuego en mi mente para siempre. Pero, por supuesto, tuvo que arruinarlo abriendo la boca. “Es agradable ver que por fin tiene interés en ponerse en forma, señorita Garzon “. Gilipollas. Tenía una cara por la que cualquier modelo mataría, y el pelo más increíble que había visto en una mujer . sex hair. Es así como la llamaban las chicas del piso de abajo y, según ellas, se lo había ganado a pulso.-“Lo siento señorita Calle. Hubo un accidente en la autopista, y he llegado lo más temprano que he podido. No volverá a pasar, señorita“ - Dije en un tono cortés, a pesar de que mis dedos estaban prácticamente deseando arrancarle sus bonitos ojos marrones.-“Tiene razón, no volverá a pasar“- respondió con esa sonrisa torcida que hacía que mi estómago girase y saltara al mismo tiempo.

Si solo pudiera mantener su maldita boca cerrada, sería perfecta. Un poco de esparadrapo en su boca y no me importaría hacer realidad los sueños que tenía con ella; en la sala de contadores, en su mesa, en mi mesa,tendidos sobre sábanas de satén… - “Y para no permitir que este incidente borre su memoria, quiero los formularios que he dejado en su mesa esta mañana, terminados y en mi despacho a las seis. Y luego va a recuperar la hora que ha perdido esta mañana haciendo la presentación conmigo en la sala de conferencias“

Mis ojos se abrieron mientras su voz irrumpía mis pensamientos, y la observé mientras se daba la vuelta sin decir nada más, cerrando la puerta de su despacho en mis narices.


Vaya.Una.Idiota.


Sabía de sobra que una presentación para una campaña de publicidad no podía hacerse en… Miré el reloj. Genial, siete horas y media, si me saltaba la comida.Arrojé mi bolso debajo de la mesa y me senté para encender el ordenador, murmurando para mi misma y abriendo la carpeta que había encima de mi mesa. Bueno, por lo menos era un simple anuncio de zapatos, no era difícil pensar un slogan. Aún así me había dado un límite de tiempo irreal. ¿He dicho ya que mi jefa es una gilipollas?....

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