capitulo 60- Enfrentar mis Errores

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Pov Poche

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Pov Poche

El silencio me rodeó, tan solo podía escuchar el murmullo del ascensor mientras descendía.

Estaba respirando?

Las puertas se abrieron y salí.

“Señorita Garzón?“ una voz me llamó. “Señorita, está bien?“

Sacudí la cabeza e hice un ademán, dirigiéndome a mi coche. Salí del garaje, y giré a la izquierda, conduciendo por la carretera vacía, como si hubiera puesto el piloto automático. Saqué mi tarjeta y aparqué en el espacio reservado para “Maria Jose Garzón “ por última vez.

El edificio estaba vacío mientras caminaba hacia el familiar ascensor, con mi mente concentrada en una única cosa. Llegué a mi oficina y abrí la puerta con la llave. Encendí la pequeña lámpara que había en mi mesa, y mis ojos comenzaron a examinar la sala, viendo momentos en vez de cosas.

Con un suspiro profundo, atravesé la oficina hasta su despacho, aspirando el aroma a madera y cuero que llenaba el aire. Las luces de Chicago entraban a través de las grandes ventanas, y me dirigí a su cuarto de baño, llevando conmigo una caja vacía, esperando encontrar mis cosas. Cuando me di la vuelta para salir, mis ojos se fijaron en algo de tela que había detrás de la papelera. Me agaché para cogerlo, y el dolor volvió a mi pecho, esparciéndose por mi cuerpo mientras me consumía.

Agarré su camisa, tocando con mis dedos los ojales sin botones, arrancados. Sin pensarlo, la llevé a mi nariz y aspiré profundamente, oliéndolo a élla. Me quedé así, sabiendo que lo más inteligente que podía haber era tirarla, pero no podía. Con un suspiro de derrota, me puse de pie, y cuidadosamente doblé su camisa y salí del baño. La había perdido aún tenía eso en mi cabeza.

Sin mirar atrás volví a mi mesa. La camisa fue lo primero que metí en la caja, buscando rápidamente entre mis cajones.

Maria Jose?“

Di un brinco y me giré rápidamente. Mi estómago se encogió en cuando vi a German de pie junto al marco de la puerta. Parecía cansado, aunque su aspecto seguía siendo impecable, tan parecido a su hija, con el pelo revuelto. Tenía la mandíbula apretada, con el ceño fruncido y con expresión de dolor en su rostro.

German,“ comencé a decir, mirando al suelo. No podía mirarlo; no podía soportar la decepción en sus ojos. “No pensé que hubiera nadie más aquí.“

Poche“ dijo suspirando, caminando hacia mí. “Creo que tenemos que hablar.“

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