Cuando me besó, mi mente se turbó, con cada caricia de su lengua contra la mía, mi cuerpo imploró clemencia. Sus manos en mi pelo, tirando y orientándome, rogándome para que la tocara. Se deslizó hacia abajo por el cristal hasta ponerse de rodillas delante de mí. Su cálida boca me envolvió, introduciéndome en ella. Dios, cuantas veces me la había imaginado haciéndome eso? Todas las veces que la veía comer en su mesa, me imaginaba como sería. Quería agarrarle el cabello, pero estaba paralizada por la sensación.
Era incapaz de parar esto. Cuando gimió alrededor de mi, sentí su voz vibrar contra mí. Chupó, lamió y gimió y cuando sentí sus dientes en mi piel, no pude aguantarlo más. Mi orgasmo llegó incontrolablemente mientras me corría en su garganta. Y luego se apartó de mí, y me dejó, con la respiración entrecortada y temblorosa.
Mi voz resonó en la tranquilidad de mi habitación. Las emociones y sensaciones estaban creciendo, amenazando con explotar. Muchos pensamientos retumbaron en mi mente.
Las cosas que habíamos hecho, las cosas que todavía quería hacerle. Quería saborearla, para ver si era tan deliciosa como en mis sueños. Joder, estaba tan cerca, pendiente de un hilo. Aceleré el ritmo, frotando mi miembro con largas caricias, y un último pensamiento me llevó al límite: Su vagina tan suave… Me pregunto si sería tan suave contra mi lengua? Y finalmente me liberé, purgándome a mi misma de la señorita Garzón. Por lo menos, por unas cuantas horas.
Me di una ducha rápida, enjabonándome con fuerza como si quisiera quitarme cualquier resto de ella que me recordara la pasada noche. Esto iba a terminar, esto tenía que terminar. Daniela Calle no actuaba así. Las mujeres se me echaban encima. Y yo nunca iba detrás de nadie. Jamás. Podía tener a cualquier mujer que quisiera, y normalmente lo hacía. Pero la verdad era que nunca follaba en mi oficina. La última cosa que necesitaba era que una mujer se pegara a mí y lo arruinara todo. No podía permitir que nadie me controlara. Todo era mucho mejor antes de saber que la había cagado. Esto era mil veces peor.
Me dirigía a mi despacho cuando ella entró. La manera en que se había ido la pasada noche, sin decir nada, me hizo pensar en dos cosas que podrían pasar. Podía flirtear conmigo, pensando que la pasada noche significó algo; que lo nuestro significaba algo.
Las mujeres siempre pensaban así. O, podía pasar de mí. Literalmente.
Si se corría la voz con lo que habíamos hecho, no solo podría perder mi trabajo, si no todo por lo que mi familia y yo habíamos trabajado. Y aunque la odiaba, no la veía haciendo algo así. Si había algo que sabía sobre ella, era que ella era fiel, digna y leal. Podía ser una arpía odiosa, pero no iba a echarme a los leones. Llevaba trabajando en Calle Inc desde la universidad, y era una parte muy valiosa en la empresa por ese motivo. Aunque estaba harta de escuchar a mi padre diciéndome lo afortunado era de tenerla conmigo.
Pero estaba jodida si no ignoraba por completo mi presencia.
Entró llevando un abrigo hasta la rodilla. No dejaba ver lo que llevaba debajo, y al mismo tiempo enseñaba sus increíbles piernas, haciendo que parecieran más largas con esos tacones dorados. No me jodas.
Oh mierda… si llevaba esos zapatos, había una oportunidad… No, ese vestido no. Por favor, por el amor de dios, ese vestido no. Ahora sabía que no iba a haber manera de controlarme. Bueno, a la mierda. Realmente esta mujer era la mayor calientapollas del mundo. Era el vestido blanco. Ese vestido era mi perdición. Mi paraíso y mi infierno.
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La Oficina
General FictionPoche es una secretaria que trabaja para la gran empresaria Daniela Calle. Su aventura empezó solo con sexo y se convirtió en un gran amor. Daniela Calle es intersexual.