Capitulo 13- Que oportuno Papa

2.1K 84 0
                                    

Abrió los ojos y me miró con aire despectivo, y sin mediar palabra, movió sus piernas de modo que su cabeza estaba ahora en mi regazo. Pasó la lengua de manera provocativa a lo largo de mi miembro una vez, clavando sus ardientes ojos en mis míos. “Por qué debería hacer algo así?“
A

rqueé una ceja y llevé mi mano entre sus piernas, acariciando levemente su clítoris, haciendo que gruñiera por la sensación. “Porque si yo no termino, usted tampoco“


“Menudo egoísta…“ gruñó una vez más, cortándola cuando me agaché un poco más, llevando mi boca a su clítoris de nuevo. “Que te jodan“

Por un segundo, volví a pensar que iba a levantarse e irse, y una parte de mí deseaba que fuera así. Pero un momento más tarde, cuando sus labios se cerraron alrededor de mi, cualquier trazo de ese pensamiento desapareció.
M

aldita sea, por qué esto tenía que hacerme sentir tan jodidamente bien? Puso la mano en mi miembro, debajo de sus labios, y empezó a moverla a la vez que su boca.
“Ah.. mierda“ jadeé, y cerré mis labios alrededor de su clítoris, con sus muslos apretados a ambos lados de mi cara.
Nuestras caderas comenzaron a embestir contra nuestras caras, ansiosos por liberarnos.


Abrió un poco mas sus piernas, y deslicé mi mano sobre su muslo, para introducir un dedo en su interior. Su gemido vibró en mi y casi me corro ahí mismo. Y por el temblor de sus piernas, era obvio que ella también estaba cerca. Añadí un dedo más y comencé a hacérselo con mi mano, frenéticamente, mientras mis labios y mi lengua proporcionaban suficiente presión para hacer que ella acelerara los movimientos sobre mi. Sus piernas se abrieron más, apretándose contra mi cara; hasta que finalmente escuché su grito ahogado y llegó al límite.

Sus caderas se retorcieron contra mí a medida que aceleré mis movimientos, volviéndola loca, y supe que mi orgasmo llegaría en segundos.

“Poche ?“ escuché la voz de mi padre al otro lado de la puerta, y justo cuando iba a correrme, se levantó del sillón. Un pequeño golpe sonó en la puerta, mientras ella se bajaba el vestido y yo me ajustaba los pantalones. “Daniela?“


Muy oportuno, papá, gruñí internamente mientras me levantaba y me dirigí a mi mesa para sentarme. Ahora me dolía la entrepierna seriamente. Podría pensar que la voz de mi padre haría que mi excitación disminuyera de golpe, pero la había tenido dura desde que la vi en la ventana esa mañana. Esto era simplemente ridículo.

Me dedicó una triunfante sonrisa de suficiencia, mientras quitaba el pestillo y abría la puerta. “Señor Calle, quiero decir, German. Estaba a punto de irme“
O

bservé como mi padre ponía cara de preocupación cuando la miró. “Poche, querida. Te sientes bien? Estás bastante colorada“
Miré como se llevaba la mano a la cabeza y se aclaraba la garganta. “Sabes, la verdad es que no siento muy bien. Ha sido una mañana muy larga“ me miró de manera tan pícara que a nadie podría pasarle desapercibida. “Creo que voy a cogerme el resto del día libre, señorita calle. Para recuperar fuerzas“


Jodida zorra. Quise gritarle, pero tenía que contenerme delante de mi padre. Apreté los puños debajo de la mesa; no estaba seguro de quién la odiaba más, si yo o mis pelotas.

“Tiene que preparar ese gran proyecto, ya lo sabe“

“Puede aplazarse un día“ dijo despreocupada.

“Esperaba los resultados hoy mismo, señorita Garzon“ respondí entre dientes.

Mi padre se giró para mirarme. “Estoy seguro que de que puedes arreglar lo que sea necesario, Daniela“ No estás ayudando, papá. No estás ayudando para nada. Se dio la vuelta hacia ella, y le dedicó una sonrisa paternal. “Puedes irte, querida“

Gracias, German“ respondió con una dulce sonrisa. Se dio la vuelta, “Señorita Calle"

La observé salir mientras mi padre cerraba la puerta y me miraba, a punto de echarme la bronca. “Que?“ le pregunté, frustrada, mientras elevaba discretamente mis caderas para ver su cola mientras se iba.


Ser un poco más amable con ella no va a matarte, Daniela“ se movió hasta sentarse en la esquina de mi mesa. “Tienes suerte de tenerla contigo, ya lo sabes“
P

use los ojos en blanco y sacudí la cabeza. “Si su personalidad fuera tan atractiva como su cerebro, no sería un problema.“


Me cortó, fulminándome con la mirada, mientras me echaba hacia atrás, a modo de defensa. “No fuiste educada de esa manera, Daniela“ dijo severamente, levantándose de nuevo. “De todos modos, tu madre ha llamado y me ha dicho que te recuerde la cena de esta noche en casa. Juliana y Valentina van a venir con la niña“
S

entí torcerse la comisura de mis labios en cuanto mencionó a mi sobrina, pero simplemente asentí con la cabeza. “Sí, allí estaré“


Se dirigió hacia la puerta y me miró antes de cerrarla. “No llegues tarde; sabes que tu madre lo odia“

“Que no! Lo prometo“, respondí, ligeramente enfadada mientras él cerraba la puerta riéndose. Mi padre sabía, como todo el mundo, que no soportaba llegar tarde, incluso a algo tan simple como una cena familiar. Juliana, por otro lado, llegaría tarde hasta a su propio funeral. Pero ahora, con todo el trabajo delante de mí, aparte de ella, no sabía como me las iba a apañar para salir de aquí a la hora; por no mencionar la tarea adicional que ella no había terminado, y que iba a llevarme toda la hora la de comida. Tenía que quitármela de la cabeza como pudiera. Metí la mano en mi bolsillo y saqué lo que quedaba de su ropa interior; estaba a punto de guardarla con las demás, cuando me fijé en la etiqueta. Agent Provocateur. Di por sentado que no eran unas bragas baratas. Se había gastado sus dólares en ellas. Y eso despertó mi curiosidad. Abrí el cajón para examinar los otros dos pares. Ponía La Perla en ambas etiquetas. Maldita sea, esta mujer se preocupaba por su ropa interior. Quizás debería ir hasta la tienda de La Perla algún día para ver cuánto le estaba costando mi pequeña colección. Me pasé la mano que tenía libre por el Cabello  y volví a guardarlas en el cajón. Esa era la última cosa en la que necesitaba pensar.

P

or mucho que lo intenté, no pude concentrarme en ninguna maldita cosa. Incluso después de mi ritual de la hora del almuerzo, no podía dejar de pensar en los eventos de esa mañana. Y a las 3, era un manojo de nervios y supe que tenía que salir de allí. Llegué al ascensor y gruñí ligeramente, optando mejor por las escaleras. Aunque no había sido una mejor opción; todavía estaban recientes en mi memoria.

La Oficina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora