Pov Daniela
Entré en la cocina, y encendí una pequeña lámpara que había sobre una mesita cercana a la puerta. El espacio era amplio y obviamente había sido decorado por alguien que pasaba aquí mucho tiempo. Como el resto de las habitaciones, era espacioso y aireado, lleno de cosas que a las dos nos encantaban. Grandes gabinetes de arce adornaban las paredes, con una tabla de cortar a juego en el centro de las baldosas de la encimera. Era bonita y elegante, y me imaginé la cara de mi madre si alguna vez lo viera. Otra punzada de culpa me recorrió el cuerpo, mientras me preguntaba por primera vez que pensaría si supiera lo nuestro. Escuché el sonido del agua corriendo al otro lado del pasillo y me dirigí a la nevera, abriéndola para examinar lo que había. Cuando escuché el sonido de sus pisadas, saqué una pizza congelada y levanté la mirada para ver a Poche caminando con un par de shorts masculinos color marfil y una camiseta a juego. Aparentemente mi cara traicionó a mi mente porque se rió. Joder, me encantaba escuchar ese sonido.
“Supuse que si ibas a andar por aquí en ropa interior..“ dijo señalando mis bóxer negros y mi top negro. “.. yo debía hacer lo mismo.“
“Creo que deberíamos hacer de eso una nueva regla,“ respondí pícaramente, mientras mis ojos viajaban por su cuerpo. “Me encantas con mi ropa puesta, así que no me quejaré.“
“Muy bien,“ respondió, elevándose sobre los dedos de sus pies y besándome, sonriendo contra mis labios. “Lo añadiré a la lista. Y de ninguna manera vamos a comernos esto.“
Cogió la pizza de mis manos y la volvió a meter en la nevera, sacando otros ingredientes y colocándolos sobre la encimera. “Si quieres pizza, haremos una.“ Se detuvo y miró el reloj. “A no ser que estés cansada, claro.“
Seguí su mirada hasta el reloj de acero que había en la pared. La 1:15 de la madrugada.
“Cualquier cosa menos cansada,“ dije con rapidez, mientras mi corazón saltaba por la brillante sonrisa que iluminó su cara. “Dime que tengo que hacer.“
Arqueó una ceja y su mirada se paseó hambrienta por mi cuerpo. Sacudí mi cabeza y sonreí. Se volvió hacia el horno y sacó una piedra para pizza de un armario, colocándola en el interior para precalentar. “Podemos usar una base preparada que tengo aquí. Quieres el queso cortado o rayado?“
Durante los veinte minutos siguientes formamos un gran equipo, y justo como en el trabajo, resultaba muy fácil. Hablamos y reímos; le robé besos y la pillé mirando mi cuerpo en especial mi abdomen, mis pequeños pechos y mi miembro, en contables ocasiones. Limpié mientras ella secaba los platos y los colocaba en una pila. Cuando terminó de hacer la cena, la seguí con la comida y una botella de vino hasta el salón. Una hora más tarde, con los estómagos llenos y la botella de vino tinto casi vacía, nos sentamos en el suelo. Poche se apoyó en el sofá y yo me tumbé, con la cabeza apoyada en su regazo, con los ojos cerrados mientras ella pasaba sus manos por mi pelo.
“Qué querías ser de mayor cuando eras pequeña?“ me preguntó, continuando el juego de las 20 preguntas. La respuesta era fácil.“Mi padre.“
“De verdad? Quiero decir, no hay nada de malo en serio. Es un hombre maravilloso y lo quiero tanto como a mi propio padre, pero los niños siempre quieren ser bomberos o súper héroes.“
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La Oficina
Ficción GeneralPoche es una secretaria que trabaja para la gran empresaria Daniela Calle. Su aventura empezó solo con sexo y se convirtió en un gran amor. Daniela Calle es intersexual.