Mi Fantasía Contigo

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Estaba sola, de eso estaba casi segura. Me ató con tiras de cuero y cubrió mis ojos sin decir nada. Solo sus ojos me dijeron lo que élla deseaba… yo. No sabía si debía tener miedo o no, tumbada sobre mi espalda, sin una oportunidad de escapatoria. Una mujer inteligente debería ser capaz, pero todo lo que sentía estaba muy vivo.

Mi mente pelaba con mi cuerpo, diciéndome que esto estaba mal. Diciéndome que no quería esto. Pero la quería… más que nada.

Antes de dejarme, pasó ligeramente los dedos por la cinta que cubría mis ojos, bajando por mi cuello hasta mi pezón; trazando círculos en el endurecido bulto. Se me escapó un gemido mientras arqueaba la espalda por su tacto, mientras mis manos tiraban de las cuerdas de cuero.

Con una última caricia de su mano, deslizó su largo dedo por mi abdomen hasta el dolor entre mis piernas. Quería que presionara, que me llenara y que parara este incesante anhelo. Pero con un último círculo alrededor de mi clítoris, retiró la mano y se fue.

Los minutos pasaron, la anticipación de lo que iba a pasar crecía cada vez más con cada segundo que pasaba. Qué iba a hacerme? Dios, la de cosas que quería que hiciera. Cada nervio de mi cuerpo se encendió ante la anticipación.

Mis muñecas estaban atadas por encima de la cabeza con tiras de suave cuero, y mis piernas estaban atadas por los tobillos, dejándome abierta y expuesta. Debería sentirme avergonzada. Debería sentirme humillada. Pero no podía ni siquiera preocuparme por eso. Nunca me había sentido tan lasciva, tan preparada para que me tomara.

Escuché un sonido a mi derecha, y rápidamente giré la cabeza, esforzándome para distinguir ese ruido. Había alguien ahí? El miedo me recorrió el cuerpo al pensar que alguien pudiera verme así. Ahí estaba otra vez. Estaba élla ahí?

Estaba observándome? El pecho me pesaba, y la piel se me puso de gallina. Todos mis músculos estaban tan tensos que podía sentir como todo el cuerpo me vibraba.

Necesitaba hacer algo. Tiré de las cuerdas de cuero sin resultados. Si me hubieras preguntado por esto hace unos meses, hubiera dicho que incluso imaginándome una situación como esta, me hubiera entrado el pánico. Pero ahora, todo lo que sentía era alivio. Una extraña y poderosa sensación de alivio al ser capaz de dejar de controlar mis propias acciones; de dejar que alguien se encargara de darme placer. Era la cosa más erótica que había experimentado. Pero no era uno cualquiera el que deseaba. Era élla.

Continué forcejeando hasta que una voz aterciopelada sonó a través de la silenciosa habitación.

 “Mmmm. Tan preciosa…“ dijo en voz baja desde algún lado de la habitación. Mi respiración se detuvo y giré la cabeza para buscarla.


 “Verte así; desnuda, abierta para mí, completamente vulnerable, es la cosa más preciosa del mundo. “ Su voz ahora sonaba más cerca de mí, y me imaginé que estaría de pie junto a mí, observándome. Ese simple pensamiento fue suficiente para mandar un visible escalofrío a lo largo de mi cuerpo.

Escuché algo de metal seguido de un sonido como si frotara algo de tela. Su cinturón?

Algo frío y suave rozó mi pantorrilla, haciendo que mi pierna temblara y jadeé.

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