Me acerqué hasta quedarme arrodillada entre sus piernas. “Te amo“ susurré, secando una lágrima con mi pulgar. Cuando me miró, sus ojos estaban llenos de amor y alegría, y me sentí realizada, más fuerte de lo que había sido nunca. Agarró mi camisa y me atrajo hacia ella, chocando sus labios contra los míos.
“Yo también te amo“ me dijo sin aliento entre besos. “Te amo más de lo que creía.“
Me reí con los ojos llorosos mientras me besaba la cara, haciendo un puño con sus manos en mi pelo.El mundo a nuestro alrededor había desaparecido mientras sus labios se encontraban con los míos. Las voces desaparecían en el fondo, la música flotaba como un murmullo distante. Mis sentidos se concentraban en la mujer que tenía en mis brazos, sintiendo su pelo sedoso en mis dedos, su sabor, los sonidos que hacía.
“Llévame al hotel,“ murmuró, acariciando la forma de mi mandíbula. Asentí, levantándome de un salto y dejando unos cuantos billetes sobre la mesa, antes de coger su mano y salir por la puerta.
Prácticamente corrimos la distancia hasta nuestro hotel mientras los copos de nieve caían a nuestro alrededor, deteniéndonos varias veces para besarnos fervientemente. En cuanto entramos en el ascensor yo ya estaba preparada para arrancarle la ropa, pero mantuve la paciencia. Cuando las puertas se abrieron, salimos al pasillo, sin importarme si nos veían y encantada de no tener que preocuparme por eso nunca más. Abrí la puerta con la tarjeta y la tiré en cuanto entramos en la habitación, cerrando la puerta mientras su cuerpo se presionaba con brusquedad.
“Te necesito,“ jadeó, moviendo los dedos frenéticamente para desabrochar mi chaqueta, con sus labios recorriendo mi cuello.
“Aquí?“, pregunté. Ya tenía el abrigo tirando en el suelo, y la camisa prácticamente arrancada y tirada en la silla que tenía al lado.
“Por favor,“ dijo rogando. Mi camisa pronto siguió a la suya y me estremecí cuando la fría madera de la puerta chocó contra mi espalda. El sonido de mi cinturón y cremallera siguió al del roce del pantalón vaquero, pero no tenía tiempo para concentrarme mientras ella lo bajaba por mis caderas.
Nos giré, colocándola a ella contra la puerta, y bajando mis manos por sus piernas y por debajo de su falda.. Gruñí cuando sentí sus medias, y tracé con mis dedos las líneas del liguero negro que me dejó que le comprara unos días antes. Continué explorando lo que se escondía de mi vista, haciendo una pausa cuando me encontré con algo inesperado.
“Joder, amor. Esto es lo que creo que es?“ le pregunté, sintiendo la textura del delicado encaje bajos mis dedos. Ella asintió y dejé caer la cabeza sobre su hombro, recordando esas bragas colgadas del perchero. Le subí la falda hasta sus caderas, presionando mi miembro contra el encaje húmedo.
“Joder,“ gruñó mientras sus manos se enredaban en mi pelo. “Házmelo como solías hacerlo.“
Sus simples palabras dispararon algo salvaje y primario en mi pecho.
“Quieres decir, como cuando no podía respirar hasta que estaba dentro de ti?“ le pregunté, gruñendo mientras su lengua acariciaba su labio superior.
“Sí,“ respondió.
Mis manos se movieron hasta su cintura, casi revoloteando en la delicada cremallera de su falda, con su pesada tela interrumpiéndonos. Jadeó cuando la deslicé por sus caderas y aterrizó alrededor de sus pies.
“Cómo me volvía loca imaginándome que te volvía a tocar?“ murmuré contra sus labios, acariciando sus costillas con sus dedos, sintiendo como su piel reaccionaba a mi tacto.
“Joder, sí“
“Cómo cada día me imaginaba lo que llevabas debajo de la ropa?“ Tracé la forma de su pecho por debajo del sujetador, pellizcando el pezón por encima del suave encaje, provocando en ella suaves gemidos que me incitaban a continuar.
“Yo te imaginaba desnuda,“ susurró mientras apartaba los tirantes de sus hombros. “Cada día.“
“Imaginaba como sería tu sabor,“ me arrodillé, pasando mis labios por sus pechos antes de agarrar su pezón rosa con mi boca. Gemí en cuanto lo sentí contra mi boca, mientras ella agarraba con fuerza mi pelo.
“Me encanta cuando hablas así,“ susurró apoyando la cabeza contra la puerta.
Me moví hasta su otro pecho, mordisqueándolo con los dientes y explotando con mi mano cada centímetro de su piel.
“Quería hacértelo en cada sitio que nos rodeaba. En mi mesa, en tu mesa, en mi coche, en la sala de conferencias…,“ Me las apañé para deslizar una mano entre sus piernas, trazando círculos en su clítoris. Se arqueó ante mi tacto, como siempre solía hacer.
“Te gusta eso, verdad?“ le pregunté en voz baja, sonriendo contra su piel.
“Todavía recuerdo como me sentí… al tenerte por fin dentro de mí,“ respondió sin aliento. Levanté la mirada y me encontré con sus ojos.
“Nos habías imaginado de esta manera, amor?“ le pregunté. Quería saber si había estado tan atormentada como yo.
“Todo el tiempo… desde la primera vez que te vi.“
Me puse de pie, gruñendo contra su boca, recordando como necesitaba sentirla de esta manera, y como me encantaba que pudiéramos hablar sobre eso ahora. Mi mano agarró el negro satén, y mi pulgar tanteó los delicados botones a lo largo de su espalda.
“Así que quieres que te lo haga como solía hacerlo…“ le dije provocando, llevando mis manos hasta sus caderas y girándola hasta encarar la puerta. Eso era jodidamente sexy.
“Joder,“ murmuré, acariciando con mis dedos la tela. “Esto es tan y como pensé que sería.“
Le aparté el pelo hacia un lado, y mis labios acariciaron su hombro, agarrando con mi mano la tela. Besé su oreja. “Es una pena que tenga que romperla. Quieres que lo haga?“
Arqueó la espalda y asintió en silencio, apretando su cola contra mí.
Me encantaba que ella quisiera eso.
“La tengo tan dura ahora,“ murmuré, pasando mi mandíbula por su cuello, sabiendo que el tacto le causa muchos espasmos, le fascinaba “Quiero que digas mi nombre.“
Observé como la delicada tela se apretaba contra su piel, y su cuerpo temblaba por mis palabras. “Grita mi nombre.“
Una a uno, los pequeños botones cedieron y cayeron a la alfombra. Todos los músculos de su espalda se tensaban con cada respiración, haciendo palpable su anticipación. Los arranqué completamente, haciendo que jadeara mientras apartaba por completo la tela de su cuerpo. Gimió en alto, presionando su frente contra la madera.
“Eres tan preciosa,“ dije jadeando, enredando mis manos en su cintura, moviendo mis ojos hambrientos por sus curvas. “No puedo esperar a que seas mi mujer.“
Se giró rápidamente y me atrajo hacia ella, agradeciéndome en silencio mis palabras. Su calor contra mí era increíble, pero el suave encaje de su sujetador no era bienvenido.
Quería sentirla y ella quería lo mismo; la necesidad en su fiero beso casi me pone de rodillas.
“Esto… fuera.“ dijo contra mi boca mientras se lo quitaba.
El espacio entre nosotras se lleno de gemidos y susurros de placer, mientras sus dedos se deslizaban por mi cuerpo hasta agarrar mi miembro. Sus uñas me arañaban ligeramente, sintiendo la suave piel de su pulgar acariciando despacio la punta. Cerré los ojos, sintiendo cada dedo cerca de mí.
“Te necesito,“ susurró, moviendo las manos hasta mi cuello, acercándome. Mi miembro descansaba contra su estómago, y levanté la mirada, buscando su cara con mis ojos, antes de volver a su boca.
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La Oficina
General FictionPoche es una secretaria que trabaja para la gran empresaria Daniela Calle. Su aventura empezó solo con sexo y se convirtió en un gran amor. Daniela Calle es intersexual.