Capitulo 35- Dolor y indiferencia

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Pov
Daniela

La necesidad de tenerla crecía, y la giré lentamente para que me mirara

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La necesidad de tenerla crecía, y la giré lentamente para que me mirara. Gruñí cuando sus pechos desnudos se presionaron contra mis pechos a través de su bata abierta, y llevé mi mano hasta su pelo ligeramente húmedo. La acerqué más a mí, y acaricié su boca con la mía. No profundicé el beso, para poder disfrutar de la manera en que suspiraba a través de sus labios un poco abiertos. No dejé de mirarla a los ojos mientras compartíamos este momento, y sentí la electricidad entre las dos, quemando allí donde nuestros cuerpos se tocaban. Mi mano se deslizó hacia abajo, por debajo del satén hasta agarrar su cola, perfecta  atrayéndola completamente a mí. Su respiración se entrecortó en cuanto mi duro miembro se presionó contra ella. Solo nos separaban dos ligeras capas de tela.

“Necesito sentirte.“ susurré contra su boca. “Déjame.“

“Tenemos cosas que hacer.“ dijo, protestando lentamente, y sabía que tenía razón. “Hoy no podemos escaquearnos.“

Hice un puchero contra sus labios, provocándola.

“Por favor.“ Nunca me había visto en una como esta, tan deseosa de eliminar mis responsabilidades para apaciguar mis deseos. Estaba claro que me asustaba, pero al igual que otros muchos pensamientos durante esa semana, los aparté. “Confía en mí, no nos llevará mucho tiempo.“ Mi boca se movió hasta su cuello, y sonreí cuando ella se rió, sintiendo la vibración contra mis labios. El orgullo creció en mi interior en cuanto me di cuenta de que era yo el que provocaba ese maravilloso sonido.

“Cuando te portas de esa manera-“ Corté sus palabras con mi boca mientras la agarraba por la cintura, y nos metimos dentro. Volvió a reírse en cuanto la tiré sobre la cama, y en cuestión de segundos, estaba dentro de ella.

Íbamos a llegar tarde otra vez.

Re piqueteé mi bolígrafo sobre la carpeta vacía que estaba frente a mí. No podía quitar la vista de la mujer que estaba sentada en el otro lado de la mesa. Llevábamos sentadas en un seminario sobre cambios anticipados de mercado durante dos horas, y yo no había escuchado una sola palabra. Normalmente este era un tema sobre el que no tenía mucho problema a la hora de concentrarme. Mi portátil y mi cabeza estarían llenas de excitantes ideas y nuevos conceptos que no podía esperar para investigar.

Hoy, y cada día desde entonces, la única cosa en la que podía poner interés era .Poche.

Todavía se me hacía raro pensar en su nombrebo apodo y decirlo a solas. Seguíamos sin llamarnos por nuestros nombres fuera de su habitación del hotel, un hecho que sabía que a ella tampoco le pasaba desapercibido. Aquella habitación se había convertido en un santuario, el único lugar donde éramos nosotras mismas de verdad. La pasada mañana, pude ver que la distancia entre nosotras crecía mientras nos vestíamos, y no pude dejar que eso pasara. Sin pensármelo, me acerqué a ella, y dije las primeras palabras que se

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