Capitulo 20- Mario Ruiz

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El sonido del timbre me sacó de mis pensamientos

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El sonido del timbre me sacó de mis pensamientos. Mi corazón empezó a latir con rapidez ante la posibilidad de que fuera ella. Escuché a mis padres ir hacia la puerta y sentí una especie de alivio al escuchar que solo era Mario. Habíamos sido buenos amigos en la escuela, pero no lo había visto desde que había vuelto a casa. Se saludaron unos a otros y se dirigieron a la parte de atrás de la casa, donde estábamos el resto. Mario no había cambiado mucho en los diez años que llevábamos sin vernos. Era un poco más bajo que yo, de constitución delgada, con el pelo negro y crespo. Supongo que para las mujeres era atractivo. Lo que solo agravaba mi determinación de mantener a la señorita Garzón fuera de su alcance.


"Calle, “ dijo muy alegre, alzando su mano para estrechar la mía, “Dios. Cuánto tiempo“

“Mucho tiempo, Mario. Creo que desde el instituto.“ respondí, estrechando su mano con firmeza. “Qué tal te ha ido?“

“Genial. Las cosas me han ido realmente bien, Calle. Y tú que tal? He visto tus fotos en las revistas, así que supongo que también te ha ido bastante bien. “ dijo con una sonrisa honesta, dando palmadas en mi hombro gentilmente.

Asentí con la cabeza y le devolví la sonrisa, forzada. Dejé a Mario con los demás, y decidí que necesitaba unos minutos para mí. Así que subí las escaleras y fui hasta mi antigua habitación para pensar. Justo al entrar por la puerta, me sentí más calmada. La habitación apenas había cambiado desde que tenía 17 años; incluso cuando me fui del país, mis padres la mantuvieron igual que el día que me fui a la universidad. Sentada en mi vieja cama, me puse a pensar en como sería si ella tuviera una relación de verdad con Mario.

Realmente él era un buen chico, y seguramente congeniarían. Pero joder, solo pensar en otro tocándola o estando dentro de ella, hacía que cada músculo de mi cuerpo se tensara. Volví a pensar en el momento en el coche, cuando le dije que no podía parar.

Incluso ahora, con toda mi falsa bravuconearía, no sabía si podría. Mi cuerpo me dolía por sentirla de nuevo. Solo habían pasado siete días, y por mucho que intentara pensar que no era de verdad, era en lo único que pensaba.

Escuché voces escaleras abajo, y decidí que era hora de comportarme como un Mujer y encarar la realidad. Tan pronto como bajé el último escalón, la vi. Estaba de espaldas a mí, y el aire dejó mis pulmones. Era blanco.
Q

uerido dios que estás en el cielo, por qué tenía que ser blanco…

Llevaba un tipo de vestido veraniego con ojales que se cortaba justo por las rodillas y dejaban al descubierto sus preciosas y  piernas. La parte de arriba estaba hecha de la misma tela, sin mangas y atado con cintas delgadas en los hombros. Todo lo que podía pensar era en como me gustaría tirar de esos delicados lazos y ver como se caía alrededor de su cintura. Pensé por un segundo que iba a volver a subir las escaleras, pero entonces ella se dio la vuelta. Nuestros ojos se encontraron, y supe que no iba a haber manera de arreglarlo esta noche.

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