Capitulo 14- La perla

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Nada en particular había ido mal; de hecho había sido todo lo contrario. Los clientes se habían entusiasmado con nuestras propuestas, y todo había salido sin ningún problema. Pero parecía que yo estaba de jodido mal humor.
J

uliana se había propuesto decirme cada quince minutos de las últimas tres horas, que me estaba comportando como una adolescente caprichosa, y cuando firmaron los contratos, me dieron ganas de darle una paliza. Aprovechaba cualquier momento para preguntarme cuál era mi maldito problema, y francamente, no podía echarle la culpa.
Tenía que admitir que me había comportado como una gilipollas los últimos dos días. Y eso decía mucho de mí. Por supuesto, Juliana pensaba que tenía todas las respuestas, y decidió que mi problema era que necesitaba echar un polvo. Dios, si élla supiera…


Habían pasado dos días. Dos jodidos días desde que esa zorra se fue de mi despacho, dejándomela dura como una piedra, y muy salida, y estaba hecho un lio. Por mi actitud, cualquiera diría que no había tenido sexo en seis meses. Pero no. Llevaba casi tres días sin tocarla, y me estaba volviendo una jodida lunática. El coche se detuvo de nuevo, y pensé que iba a pegar un grito.
M

iré a través de la ventana tintada, y me di cuenta de dónde habíamos parado; justo enfrente de la boutique de La Perla. Salí del coche antes de que mi mente lo registrara.


Estaba esperando para cruzar, en el bordillo, cuando pensé que no tenía ni idea de lo que iba a hacer. Cuál era el motivo para entrar? Qué iba ocurrir si lo hacía? Iba a comprar algo, o solo torturarme a mí mismo? A medida que me acercaba a las puertas de cristal, me consolé a mí misma con una idea; por lo menos podría adquirir nuevo material para masturbarme pensando en ella, aquí no se les aria raro que comprará ya que soy mujer obvio no saben de mi gran amigo. Obviamente yo no venía a estás tiendas mis boxer eran la mayoría Calvin Klein y otros Tommy.

Dios, era un puta enferma.

Entré en la glamurosa tienda e inmediatamente me abrumó una sensación familiar. El suelo era de cálida madera color miel, los techos estaban llenos de lámparas cilíndricas, agrupadas por toda la sala. La tenue iluminación le daba a toda la tienda un aspecto íntimo, con un resplandor suave que iluminaba los cuadros y los stands, llenos de lencería cara. Pero la familiaridad, para ser sincero, venía directamente de la propia lencería. Algo en el delicado encaje y en el satén me enviaba la familiar sensación de deseo sobre ella.

Pasando mis dedos a lo largo de la mesa que estaba en la entrada, me di cuenta de que ya había llamado la atención de las vendedoras. Una de ellas, alta, guapa, teñida de rubio, empezó a caminar hacia mí.

“Bienvenida a La Perla“ dijo alegremente. “Puedo ayudarla a encontrar algo? Un regalo para su esposa? Quizás, su novia?“ añadió, con un toque de flirteo en su voz.

Uhm… no, gracias“ respondí, sintiéndome repentinamente ridícula solo por estar allí.
“Solo estoy mirando“ Miré rápidamente hacia otro lado, no sin antes darme cuenta de que sus ojos me recorrían de arriba abajo.


“Bien, si cambia de opinión, hágamelo saber“ dijo con un guiño, dándose la vuelta y volviendo a la caja. La observé mientras caminaba, disgustada porque ni siquiera había considerado pedirle el número de teléfono. Joder. No era, del todo, una mujeriega, pero una chica preciosa en una tienda de lencería acababa de flirtear conmigo, y ni siquiera se me había ocurrido seguirle el juego. Por el amor de Dios. Qué diablos me estaba pasando?

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