Capitulo 53-Lenceria

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Ciento sesenta y tres minutos más tarde, estaba sentada junto con mi padre, mi hermana y el resto de los ejecutivos en la parte trasera de la limusina de la empresa, escuchando la mitad de lo que estaban discutiendo. Aparentemente, mi falta de concentración me había hecho perder el anuncio de la contratación de un nuevo ejecutivo. Con un suspiro de resignación, me prometí a mi misma no volver a cometer ese mismo error.
Esa promesa se desvaneció en cuando un par de piernas con unos tacones dorados aparecieron por la puerta del coche, su trasero dios. Era ella..? Mi miembro comenzó a endurecerse ante el mero hecho de que probablemente llevaría ese vestido de nuevo. Escuché su voz afuera del coche y tuve que reprimirme físicamente para no salir y verla.
Lucia entró primero para sentarse al lado de Juliana. A pesar de mi distracción, hice mi mejor esfuerzo para saludarla, solo apartando mi mirada de la puerta por un breve momento. Podía escuchar a Poche hablando, despidiéndose del joven conductor. Cómo se llamaba? Jared? Sebastián? Se llamara como se llamase, no me gustaba la manera en que siempre la miraba. Estaba a punto de salir y cargarla en mi hombro, cuando de repente mi hermana habló.
“Ese tipo está colado por Poche.“ dijo con tono provocador, inclinando su cuerpo hacia mí.
Si,“ murmuré, intentando parecer desinteresada. “Ya lo veo.“ Mis celos empezaron a presionar mi pecho.
Unos momentos más tarde, apareció por la puerta y fui incapaz de apartar la mirada. Se sentó a mi lado, y mi corazón y mi entrepierna renacieron nada más verla con ese vestido blanco. Cerró la puerta tras de si y bajé la mirada a mi carpeta, mirando mi tarea, intentado ignorar la manera en que su olor me embriagaba y me arrasaba.
“Damas y Caballeros,“ dijo en voz baja, asintiendo a cada uno de los que estaban en el coche.
Poche, qué tal estás?“ le preguntó mi padre de manera amigable. Estaba claro, por el tono de su voz, que se alegraba de verla.
“Estoy genial, German. Cómo estás tú?“
Continué observándola por el rabillo del ojo mientras hablaba con todos, percatándome de como tenia cruzadas las piernas, y de cómo sus dedos acariciaban desinteresadamente el brazalete que adornaba su muñeca.
Mi brazalete.
Llegamos temprano y le hice un gesto para que se quedara sentada, explicándoles a los demás que iríamos enseguida. En cuando se cerró la puerta, la atraje hacia mí, agarrando su pelo y buscando con mi boca la suya, de manera hambrienta. Jadeó en cuanto la abracé con furia, transformando ese jadeo en gemidos mientras su cuerpo se fundía con el mío.
“Sabes cuánto deseaba hacer esto?“ dije contra su cuello. “Ese vestido… no creo que pueda seguir cuerda el resto del día si llevas puesto ese jodido vestido.“
“Este vestido?“ preguntó confusa, “Daniela, este es el vestido más modesto que tengo.“
“Dios, lo se, no tiene sentido. Hay algo en el… el color, la manera en que lo luces… me pregunto que llevas debajo.“ Mis manos comenzaron a moverse sobre sus muslos, retorciendo la tela del vestido con mis dedos.
“Vale, escucha,“ dijo, deteniendo mi mano. “Si puedes mantenerte cuerda durante el resto del día,“ se detuvo y arqueó una ceja. “Dejaré que me lo arranques esta noche.“
Dios“  gruñí. Mi cabeza cayó contra el respaldo del asiento mientras pasada los dedos por mi pelo. “Estoy muy jodida.“
Me giré en cuanto escuché su risa, miradora con el ceño fruncido.
“Esto no tiene gracia.“
Intentó sin éxito esconder su sonrisa.
“Puedes hacerlo.“
“Para ti es fácil decirlo. No vas a ir por ahí empalmada todo el día,“
En ese punto, ni siquiera intentó no reírse. Intenté no mirarla pero fue imposible. Con un suspiro resignado, agarré su cara entre mis manos.

Un último beso?“

Se inclinó y presionó sus labios contra los míos, antes de señalar la puerta.

Asentí, agarré mi maleta y mi carpeta y salí antes que ella, sujetando la puerta y ayudándola a salir, mientras el sol de la mañana brillaba. La luz se proyectaba en su pelo castaño, largo y recogido en suaves ondas en el centro de su cuello. Mi mano dolía por tocarla mientras entrábamos en el edificio, por entrelazar mis dedos con los suyos, o colar mi mano en el centro de su espalda. Solo tendría que reunir un poco más de moderación.

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