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Like Maria Sharapova.
Por supuesto que mis compañeras comenzaron hablar sobre la subida rápida que tuve a Cuartos de Final gracias al incidente en la primera ronda y el anti-dopping en la segunda ronda. Ninguna de ellas me tomó en serio. Yo tampoco.
Cuando realmente me sentía segura, por primera vez, y estaba dispuesta a creer en mí... Me quitaron la posibilidad de conocer mis límites.
Pero no importa, porque me ayudó a pensar que tal vez hay algo apagado dentro de mí... Que todavía estoy a tiempo de prenderlo.
Federer me dio el día libre para que pusiera las cosas en «orden» según dijo. No recuerdo qué cosas debo poner en orden, o si tengo algo para poner en orden, pero me la pasé leyendo libros, escuchando música y tratando de no pensar en el Tenis o en Michael. A eso de las nueve de la noche, mi padre llamó:
―¿Cómo hiciste para pasar a Cuartos?
―Estoy entrenando mucho, Federer sabe mucho.
―Bien. Eso está bien. ¿Y cómo es todo allá?
―Demasiado suizo. Me gusta.
―Bien. De acuerdo. Nos vemos luego. Recuerda ganar.
Y esa fue toda la conversación.
Al otro día amanecí con una canción de Taylor Swift sonándome en la cabeza como si fuera mi propia voz hablándome: long story short.
Una canción que habla de la superación, de las cosas que tuvieron que pasar hasta que ella pudo sentirse bien, y que todo al final del día fue una larga y corta historia. Me pregunto si algún día me sentiré así.
Si algún día podré mirar atrás y decir: «Sí, fue una historia larga y corta, y sobreviví a ella».
En este momento lo veo muy lejano.
Últimamente todo está muy lejano.
Salí de mi habitación, cruzándome a Federer en los pasillos con una sonrisa amable, y comenzamos a entrenar.
Todo lo que me costó hacer la semana pasada, ya no me cuesta, y hasta estoy aprendiendo nuevas capacidades que no sabía que tenía. A veces me sorprendo de lo natural que últimamente me salen algunos ejercicios.
Ya no le tengo miedo a responder la pelota, ni a tomar decisiones dentro de la cancha.
―Partido, al mejor de tres sets, ahora ―ordenó Federer tomando su raqueta.
Me apunté del lado contrario y hasta logré ganarle dos puntos, aunque él ganó los dos sets con amplia diferencia.
Obviamente estoy a años luz de sacar lo mejor de mí, pero estoy aprendiendo.
Federer me acompañó a la masajista, que me ayudó con ciertos dolores musculares que me generó el duro entrenamiento desde que vivo en Suiza, y luego me avisó que el partido sería en menos de una hora.
Espero hoy poder conocerme a mí misma, espero ganar lo que sea un set. Sería imposible pasar a la semi-final, pero me gustaría saber que tengo más capacidad de la que demuestro.
―No vas a creerme ―dijo mi fisioterapeuta acercándose a Federer, como si yo no estuviera a su lado ni tampoco existiera―. La rival de Rybana se bajó, su padre acaba de fallecer.
Pasé a la semi-final.
Obviamente, al día siguiente, durante la semi-final frente a Elena Penko perdí horrible. Ella no me dio ni una sola oportunidad, y llegado un momento dejé que me ganara.
Fue imposible querer defenderme.
Me llevé el peor puntaje, 6 – 0 y 6 – 0.
Federer me visitó a la noche, cuando dormí cuatro horas seguidas de siesta, y me levanté despeinada y con los ojos achinados para abrir la puerta. Apenas tengo un buzo y un short deportivo puesto, pero él ni siquiera se mutó.
―Traigo cerveza ―dijo levantando uno de sus brazos con la botella en mano.
Asentí y lo dejé ingresar.
Él se acomodó en la punta de mi cama, debido que mi habitación tiene un simple colchón y balcón, y quitó las tapas de ambas botellas con sus cuadrados y brillantes dientes. Me senté a su lado, cruzándome de piernas, y tomé una de las cervezas.
―¿Tomaste alguna vez?
Negué con mi cabeza.
―Bien, a la cuenta de tres. Tres, dos...
Y ambos estiramos nuestros cuellos hacia atrás tomando la mayor cantidad de cerveza posible hasta que mi garganta no pudo con el calor que me causó.
Empujé mi cabeza hacia delante, regresando con una pequeña risa, y noté que él siguió tomando hasta dejar la botella vacía.
El gusto es amargo, y no me agradó. Pero la risa fue inevitable de parte de ambos.
―Creo que la última bebida con alcohol que tomé fue hace diez años ―ríe y deja la botella sobre el suelo.
Nos quedamos algunos segundos en silencio, sin saber qué decir, hasta que él giró su cuerpo hasta mí y me observó curioso.
―¿Por qué juegas Tenis?
―No lo sé ―me tomé del cuello y desvié mi vista.
Traté de colocar algunos mechones castaños sobre mi rostro, para que Roger no encontrara mis imperfecciones, pero él continuó mirándome con media sonrisa en sus labios.
―Hoy ni siquiera jugaste ―dice―. Te rendiste ni bien Elena hizo el primer saque del partido.
―Era obvio que ella iba a ganar.
―Tal vez no ―borró su sonrisa, y apenas puedo sostenerla mirada de reojo―. Cuando mis rivales entran a la cancha, piensan que es obvio que yo voy a ganar, pero a veces ellos terminan ganándome, y en los vestuarios, después de los partidos, me dicen «No creí que podía ganarte hasta que noté que no estabas en tu mejor día, y en cambio, yo sí estaba en mi mejor día».
No contesté, y le di un sorbo más a la cerveza.
―Lo que intento decir es que, Elena pudo haber tenido un mal día hoy, y tú un buen día, y no le diste oportunidad para que demostrara que tenía un mal día, y tampoco te diste una oportunidad a ti misma para demostrarte que puedes tener mejores días. ¿No crees?
No respondí.
―¿Rybana?
―¿Sí?
―¿Puedes hacer de cuenta que dentro de la cancha estás teniendo tu mejor día para el resto de tu carrera?
―No lo sé.
―¿Cuál fue el mejor día de tu vida personal?
―No tengo.
Federer no lo intentó más, debe haberse aburrido de mis respuestas insulsas, y se levantó de la cama.
―Descansa, Rybana.
―Igualmente.
―Mañana saldrán los puntajes, después del examen teórico, y ahí definirán quién será la tercera en ir a las clasificatorias de Australia Open.
Asentí.
Federer entendió que no hay nada más para hablar, y que me estoy muriendo de vergüenza ante el silencio que no puedo sostener, así que simplemente me despeinó un poco la cabeza de forma cariñosa y se retiró de la habitación.
Ojalá fuera Maria Sharapova, ella no tuvo ningún problema ni vergüenza en llevar una conversación con él.
Pero estoy a años luz de compararme con Maria Sharapova.
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La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]
FanfictionRybana Nazarbáyev nació en 2000, producto de una prostituta rusa que enamoró perdidamente al presidente. Fue la única niña entre todos los niños bastardos que él decidió reconocer. Aun así, su madre falleció a sus dos años de edad, por lo que, el pr...