65. Ocho meses

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Ocho meses

2 meses después...

―Puede que nazcan la semana que viene o la siguiente ―dice el médico frente a mí―. Lo importante es que cuides de tu embarazo y no hagas esfuerzo físico.

―Entiendo.

―Y hablo muy en serio, Rybana ―me mira con una mirada que dice muchas cosas―. Nada de volver a jugar tenis.

―No ―respondo―. Ya llevo dos meses sin tenis y así me sostendré hasta que nazcan.

―Y luego del embarazo...

―De eso hablaremos cuando nazcan ―lo interrumpo y me levanto como puedo de la silla―. Gracias, doctor.

No quiero ni recordar que tendré que estar dos meses más sin jugar después del embarazo. Hay noches en las que sueño con las pelotas y con Roger. Necesito regresar en cuanto antes. Michael me toma de la mano y ambos salimos de la oficina del doctor, camino hasta la salida y en el pasillo está esperándome Paris junto a Prince. Él me sonríe pero ella solo se limita a levantarse de su silla y preguntarme:

―¿Qué te dijo?

―Que nacerán la semana que viene o la siguiente.

Prince automáticamente colocó su mano sobre mi abdomen y comenzó a hablarles a los bebés como si ya hubiesen nacido. Pero Paris se quedó mirándome con cierto miedo. Entiendo que el embarazo puede causar muchos miedos para las personas de mi alrededor, pero yo ya sé lo que es parir y no le tengo miedo en absoluto.

Los dos junto a Michael ―quien se trepa a los hombros de Paris― me acompañan hasta la salida donde buscamos el auto negro de Prince y nos subimos en él. Todavía estamos viviendo en Serbia, a pesar de que Novak ya viajó a Estados Unidos para protagonizar el US Open.

Ha sido un mes terrible para Novak. Perdió contra Carlos Alcaraz la final de Wimbledon y se ha mostrado tan abatido ante esto que parece él cuando está en casa. Su mente parece torturarlo por haber perdido. En cambio, Paris ganó Wimbledon y defendió los mismos puntos que el año pasado, por lo que todavía no puede superar en el puesto de número uno. Sigo siendo la mejor, a pesar de llevar meses sin jugar.

Sin embargo, Paris podría haber jugado cualquier otro torneo para quitarme del puesto número uno, pero no lo hizo porque prefirió ayudarme con el embarazo en su casa de Serbia. Y también prefirió convertirse en la número uno en el US Open, el cual tiene planificado ganarlo y quitarme el título y el puesto la semana que viene.

Ahora estamos ya en el auto, viajando a la casa de Novak, y durante el viaje no puedo dejar de recordar a Roger. Miro por la ventanilla y solo pienso en él, sobre todo porque me gustaría que él esté aquí... pero fue muy claro cuando me dijo que estaba sacrificando todo por mí, mientras yo solo le pedía un espacio. No fue justo... Para ninguno de los dos.

Volteo mi vista a Paris, quien está sentada adelante al lado de su hermano, y noto a una mujer pensativa y callada, y en este tiempo que hemos pasado juntas descubrí que es muy inteligente y rápida para las cosas. De hecho, descubrí que a sus dieciocho años decidió vivir a solas sin dinero por parte de tu padre, y tuvo que lavar pisos en Starbucks e invertir en empresas hasta finalmente convertirse en la dueña de Starbucks y poder enfocarse totalmente en el tenis.

Su fortuna la hizo sola, a pesar de que su padre era millonario y se negaba a pasarle un solo dólar. Y eso es increíble.

Al llegar a la mansión, ella espera a que Prince ingrese a la cocina para tomarme suavemente del codo y llevarme hasta el living. Me mira fijamente a los ojos y con aquellos ojos fríos, dice:

―Mañana viajo a Estados Unidos, para empezar el torneo.

―Buen viaje.

―Rybana, no puedo irme si tus hijos nacen la semana que viene o la siguiente.

La miré sorprendida. ¿Es capaz de dejar de lado el tenis y su mayor sueño de ganar el US Open y convertirse en la número uno solo por mí?

Ella nota mi reacción y nubla sus ojos, para luego decirme:

―Soy la madrina ¿Recuerdas?

―Sí, recuerdo. ―también eres la tía pero no voy a decirlo.

Se queda mirando hacia arriba, justo al techo, pensando una y otra vez que cuál es el plan a seguir. Pero yo tomo valor y digo:

―Deberías ir. Siempre quisiste esto.

―Sí, siempre quise ser la número uno pero no puedo dejarte aquí... Sola. ¿Quién estará contigo en el quirófano? Axl también viajará a Estados Unidos, Roger ya no está, tu padre ya no está, Novak está en Nueva York... ¿Quién?

―No importa.

Recuerdo que cuando tuve a Michael, mi padre me tomó de la mano y me apoyó durante todo el parto ―en ese momento no sabía que él estaba acostumbrado a ver sangre―.

Pero es cierto, ahora estoy sola.

―Estaré bien ―le aseguré.

―No lo sé, esto no me gusta nada ―se niega ella.

Y en estos momentos deseo tanto ser ella. Deseo viajar a Estados Unidos y ser observada como la número uno, ganar el puto título y recostarme durante largas horas en la cama con Roger. Pero en lugar de todo eso, estoy embarazada.

―Tú ve ―le digo―. Y si llego a entrar en parto, haré que te llamen y avisen. Y si quieres, te tomas un avión hasta aquí. O puedo viajar contigo y tener a los bebés allí, en Nueva York.

Ella asintió con su cabeza un poco más aliviada, y se retiró en busca de su hermano. Y yo me quedé allí, sabiendo que no la llamaré y que tendré a ambos niños sin nadie a mi lado porque tampoco puedo viajar.

―Te esperaré en Nueva York, entonces ―dijo Paris por última vez.

Supongo que tendré que conseguir un permiso especial para poder hacerlo, o tomarme un jet privado. De repente, mis pensamientos son distraídos cuando mi teléfono vibra y al tomarlo, leo:

«Rybana, soy tu publicista. No quiero tentarte pero conseguí un permiso especial para que puedas jugar el US Open, a pesar de tu avanzado embarazo. Avísame si estás dispuesta».

Tuve que leer el mensaje dos veces para convencerme de que es real. ¿Acaso el tenis está tan desesperado por mi regreso que están dispuestos a ignorar las leyes que me prohíben jugar con ocho meses de embarazo?

Una sonrisa que llevo tiempo sin lograr se dibuja en mi rostro, toda la pelea de abogados que está ocurriendo en este momento por el padre de Michael parece irse de mi cabeza por un breve instante. ¡Tengo la oportunidad de ganar el US Open!

Solo hay una cosa, le prometí a Paris que le daría el tiempo de mi avanzado embarazo para que ella pudiera convertirse en la número uno.

Tomé mi teléfono y respondí:

«Confirmo asistencia al torneo. Jugaré y ganaré».

 Jugaré y ganaré»

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