34. La víctima del tenis

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La víctima del tenis

Me detuvieron en el aeropuerto de Inglaterra, no me dejaron pasar a las afueras del país. Les dije que soy ganadora de un Grand Slam, que merezco jugar Wimbledon, pero el jefe del lugar me esposó y me inició una causa.

Así como si fuese un pedazo de porquería, rompieron mi visa y me enviaron de regreso a Kazajistán. Jamás me sentí tan humillada. Lo peor fue llamar a Federer por teléfono antes de subir al avión de regreso a Kazajistán, y escuchar su enojo diciéndome cantidad de cosas que no debería.

Regresé a mi país pero sin ganas de ver a nadie. Federer comenzó a darme un discurso sobre la importancia de mantener la disciplina en mi vida, y de no enojarme por estas cosas, hasta que lo interrumpí y le dije:

―¿A ti te hubiese gustado que te discriminaran y rechazaran de Wimbledon solo por tu nacionalidad?

Tragó saliva duramente y dejó de hablar.

Esa noche no dormí, ni la siguiente. Me mantuve más de 48 horas despierta, maldiciendo que Roger durmió como un ángel a mi lado. Me obsesioné demasiado con la idea de Wimbledon. Al punto que todos los días me levantaba a mirar los partidos y a gritarle a los jugadores del otro lado de la televisión.

Casi no hablo con Roger. Estoy demasiado enojada por habérmelo ocultado por tanto tiempo.

Una tarde, después de que Paris Waters ganó la final de Wimbledon, me acerqué a mi medio-hermano, quien me observó como si fuese una extraña, y le dije:

―¿Tú también eres ruso?

―No. Soy kazajo ―ríe―. Tú no.

Lo observé curiosa. Apuesto que él sabe más del pasado de mi madre que yo.

―¿Conociste a mi madre? ―le pregunto.

―Sí.

Lo miré.

Fui demasiado tonta todo este tiempo en no recordar que mis medio-hermanos mayores convivieron con ella.

―No te diré nada gratis ―dijo él.

―Ahora mismo te transfiero mil dólares.

Lo hice, y él comenzó hablar:

―Tu madre no era rusa como dicen todos, era polaca. Solo que tú naciste en Rusia. Su apellido era Satek. Mil dólares más y te digo lo último que sé.

―Te daré dos mil más si me dices más de lo último que sabes.

―Papá nunca tuvo una historia de amor con ella. Ella era una prostituta común, de las muchas que giraban alrededor de él. La diferencia, es que ella era millonaria, y eso atraía a papá. Y como toda puta, se vendió.

―¿Cómo?

―Más bien, te vendió a ti.

Mi corazón parece salirse de mi cuerpo al escuchar aquellas palabras.

―Te vendió por ocho millones de dólares. En realidad, tú no eres hija de papá. O tal vez sí. No lo sé. Solo sé que papá le dio dinero si ella te dejaba aquí. Luego de eso, ella desapareció y nunca más volvió.

―¿Por qué papá nunca me dijo todas estas cosas?

―Quién sabe.

―Pero...

―No soy tu psicólogo.

Dejé de hablar. Me retiré de allí casi llorando y tuve que salir a correr alrededor de la mansión durante dos horas para poder tranquilizarme. Pero fue peor. Las lágrimas salieron sin parar.

Al fin y al cabo, mi madre no me quería. Me vendió.

Pensé en Alexander y su llamado a reencontrarme con mi abuela, pensé en las mentiras de mi padre y pensé en Federer. Él, ha sido, lo único bueno que he tenido en toda mi vida. Hace que florezca cada parte que estaba muerta dentro de mí. ¿Cómo podría no amarlo?

Regresé a casa sudada y empapada de lágrimas. Federer me estaba esperando en la punta de la cama de mi habitación, se levantó de un golpe cuando ingresé.

―Siento haberte regañado ―dijo―. Y también siento haberte ocultado lo de Wimbledon. No sabía cómo decírtelo. Y hasta último momento estuve buscando la manera de que te reincorporen al torneo.

―Está bien ―respondí dándome la vuelta, dirigiéndome al baño para ducharme―. No es culpa de nadie, solo de Putin y de la vida.

―Pero hay una parte positiva de todo esto.

Tardé un rato en responderle, porque parte de mí quiere gritarle que no existe nada positivo de esto. Quité mis prendas, giré el grifo y dejé que Federer me observara desnuda debajo de la ducha.

―¿Rybana?

―¿Qué?

―Que hay una parte positiva.

Volví a callar, tratando de no contestarle mal.

Federer quitó sus prendas antes de contestar, se metió a la ducha y me acorraló contra la pared. Dejé soltar un suave gemido cuando me tomó del cuello y fijó su mirada en la mía.

―Manipulé a toda la prensa para que se pongan de tu lado. Mañana, en los titulares de todos los diarios, serás la víctima del tenis.

Me excité.

Lo besé con pasión y no tardé en enredar mis piernas sobre su cintura. Él me tomó de ambos lados del trasero y después de mordidas, besos y lengüetazos en nuestros labios y cuellos, me embustió con fuerza y ganas de manera continua.

Esta vez, él se permitió acabar dentro de mí. Y yo sentí su líquido desparramándome en mi interior, y agradecí a la vida, de tener a Roger Federer follándome y eligiéndome entre todas las mujeres del mundo como la única indicada para él.



La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora