La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]

20. El camino a Dubái II

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El camino a Dubái II.

Después del partido en mi habitación de hotel, pasan los minutos, las horas, y Roger sigue sin aparecer. Le escribo un mensaje de texto, y ni siquiera le llega.

Me sobresalto cuando escucho la puerta de mi vestidor abrirse, y en ella aparece Alexander.

―Hola ―dice con una sonrisa, y se acerca hasta mí mientras yo estiro mis piernas.

―Hola ―le respondo sin mucha gana―. ¿Has visto a Roger?

Intenta besarme, pero le corro la cara.

―¿Qué te sucede? ―me pregunta confundido.

―¿Has visto a Roger o no? ―pregunto nerviosa.

―Hace una semana que no nos vemos, y lo primero que me preguntas es por Roger ―ríe irónicamente―. No seas así conmigo. Sé que lo quieres a él, pero no seas tan honesta.

Me levanto del suelo.

―Lo siento ―dije abrazándolo.

Y cuando lo abrazo no siento que lo traicioné. No siento que besé a Federer estando encamándome con él. No siento que le deba algo. No siento quererlo. No lo quiero.

Sin embargo, hay algo en la mirada de Alexander que no está bien, y me gustaría sentirme empática, pero no lo siento. Aun así, decido preguntarle:

―¿Está todo bien?

Él me toma de ambas manos, sonriendo tímidamente, y se sienta en el borde de mi cama:

―No. Mi padre se alistó para combatir contra Rusia.

La guerra, cierto que hay una guerra.

Me siento a su lado, sin despegarme de sus manos, y apoyo mi cabeza sobre su hombro. Él continúa hablando:

―Creo que debo ir.

―¿A dónde?

―A Ucrania. Debo ir con mi padre, y luchar por el país.

Suspiré.

―¿Mamá?

Estoy sola, en medio de una tiniebla oscura. Veo una mujer a lo lejos, de cabello rubio y algo difuminada por las nubes de humo.

―¿Mamá? ―vuelvo a repetir pero con un tono aniñado―. ¿Mamá?

Trato de correr hasta ella, pero mis piernas se ahogan en el camino, me impiden avanzar y veo pelotas verdes de tenis rodeándome.

Quiero gritar, pero caigo de rodillas cuando veo el rostro de Michael en una de las pelotas del tenis.

Grito, pero esta vez despierto. Y al abrir mis ojos, mi padre me observa desde el costado de la cama como si fuera una loca.