49: Semifinal en Australia Open

104 12 4
                                    

49

SEMIFINAL EN AUSTRALIA OPEN

¿Cuándo es que estar en la semifinal de un torneo Grand Slam, en lugar de ser algo emocionante, es algo demasiado triste? Así es cómo me siento. Ahora mismo estoy recostada en el borde de mi cama de hotel, mirando el techo amarillento preguntándome si en media hora puedo salir a la cancha y fingir que no estoy embarazada.

No. No lo noté. No me di cuenta que estaba embarazada, y cuando las palabras de Roger salieron como balas de su boca, todos mis síntomas y cambios físicos tuvieron sentido. Por eso no estoy a mi mejor nivel, por eso tengo más hambre de lo normal, por eso llevo cinco días de atraso, por eso... En fin, por eso todo eso.

¿Y Roger? Roger finge que está «cool» con la situación, o así le dijo a mi fisioterapeuta, pero creo que se está muriendo por dentro, de manera más catastrófica que yo. Es un caballero y no piensa decirme una palabra en contra hasta que el torneo finalice, sin embargo, ambos sabemos que esto es una completa mierda.

―¿Estás lista? ―pregunta su voz del otro de la puerta de la habitación―. La limusina nos está esperando en la calle.

«¿Nos?».

Cualquier otro hombre me habría abandonado al estar embarazada de otro, pero él no. Me abandonó por otras cosas, pero no por esta.

―No ―logro decir.

Y sé que quedan solo veinticinco minutos, pero mis piernas no están dispuestas a levantarse. Ni yo. Quisiera que todo esto no esté ocurriendo. Me da una sensación horrible pensar que llevo a alguien en mi vientre, y que no lo quiero. O tal vez sí. No lo sé. Estoy demasiado confundida.

―¿Puedo entrar?

―No.

Aunque quiero decir que sí.

Abre la puerta de igual manera y la cierra detrás de él, camina hasta a mí y se sienta en el otro lado de la cama ―como en los viejos tiempos―.

―¿En qué piensas?

―En que estoy repitiendo la historia de mi madre. Primero Michael, y ahora un Rose Junior ―suspiro―. Y no los quiero a ninguno de los dos.

―Yo creo que sí los quieres, solo que no llegaron en el momento correcto ni de la manera correcta. Pero los quieres.

―No.

―Sí. Te preocupas por Michael, a pesar de que no puedes ni abrazarlo. Y te preocupa ahora mismo tu decisión sobre lo que llevas en el vientre, a pesar de que no es con la persona correcta. O tal vez sí. No sé. ¿Lo amas?

―¿A Axl? ―rio―. Yo te amo a ti y a nadie más.

―Ven ―me dice tendiendo sus manos.

No tardo en sentarme en el colchón y arrastrarme hasta él. Apoyo mi mandíbula en su hombro vestido de pulóver negro, y aspiro su aroma y su calidez. Él apoya sus brazos sobre mi espalda y me masajea de esa manera que solía masajearme debajo de las sábanas, cuando perdía o ganaba un partido ―siempre―.

Carajo, cómo lo extraño.

Siento sus tibios labios besar mi hombro desnudo y apenas vestido de la musculosa negra deportiva que llevo como vestuario de tenista.

Gira su rostro, ahora rozando sus labios sobre mi oreja, y dice muy despacio:

―Y yo no puedo dejar de amarte ni con tu padre poniéndome un arma en la cabeza, ni tú embarazándote de otro.

Sonrío. Es mío.

―Quedémonos aquí esta noche ―le digo abrazándolo con fuerza, tratando de arrastrarlo hasta acostarnos, pero él se suelta y dice mirándome frente a frente:

La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora