24. Indian Wells

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Indian Wells

Indian Wells. Día 1.

Desperté a eso de las seis de la madrugada. Gracias a todos los planetas del universo, me encontré enredada en los brazos de Federer, con mi mejilla apoyada en su pecho desnudo. Adoro los pequeños y oscuros vellos que habitan en su piel desde sus pezones hasta su ombligo, y no evito tocarlos con mi dedo y acariciarlo.

Él despierta ante mis acaricias, y sonríe. Lo siento sonreír en mi frente y clavar un beso en mi nuca. Sus manos pasean por mis brazos, y al rato volvemos a hacer el amor y todas las cosas bonitas del amor.

Pero en la hora del desayuno, a eso de las nueve, nos sentamos frente a frente con un café en cada mano, en medio del restaurante del hotel, y él habla conmigo como si estuviéramos en el jardín de mi casa a solas y no rodeados de fanáticos y periodistas tomándonos fotografías.

―Que la pelota no pique en tu lado de la cancha, hoy.

―No lo hará ―le sonreí.


PRIMERA RONDA (día 2)

Rybana (N°102) vs Venus Williams (N°4).

El árido sol de California me recibe cuando ingreso a la cancha y lo siento justo en mi rostro, cuerpo y todo lo demás. Las personas me aplauden pero no tanto como aplauden a Venus. Acomodo mis cosas sobre mi banco, y espero a la superestrella del tenis del otro lado de la red para entrar en calor.

Ella apenas me mira a los ojos, como si quisiera estar concentrada sin contacto, y el partido comienza.

Jamás he estado en California, así que decido disfrutarlo como si fuesen vacaciones. Escucho los silbidos cuando estoy a punto de sacar, cuando cometo un error no forzado, cuando festejo que gano el primer set, pero nada de todo eso me importa porque tengo a Federer sentado en mis sillas reservadas, y él me sonríe y me grita: «¡Lo estás haciendo increíble!».

Algunas personas se acercan a pedirle autógrafos, las cámaras de televisión lo enfocan más a él que al partido, pero nada de todo eso importa porque saqué a Venus Williams del cuadro, y a pesar de los abucheos, a mi lo único que me importa son los aplausos de Federer y sus ojos brillosos cuando cruzamos nuestras miradas.


SEGUNDA RONDA (día 4)

Rybana (N°102) vs Jessica Loveson (N°44).

Federer me coloca talco en mis manos para deslizar mejor la madera de la raqueta, y me brinda un suave beso en la frente.

―Sé tú misma ―me aconseja.

Asiento y le doy un rápido pico en la boca.

Jessica Loveson también es estadounidense como Venus Williams, por lo que el público está a su favor cuando ingresamos a la cancha. Escucho a los periodistas hablar de Federer como oficialmente mi entrenador, también los escucho hablar sobre quién soy y siento cierta tensión cuando comentan sobre mi pasado.

Nadie debe enterarse de Michael: el hijo que decidí tener a mis quince años.

Durante el partido hago lo que sé hacer: puros ACE, pelotas rápidas, sacar de ritmo a rival, utilizar fuerza moderada en los reveses, tratar de no errar, sonreírle a Federer, y ganar.

Gané, y el público me aplaude casi ovacionándome a pesar de que quité a una tenista de la nacionalidad de ellos.

ESPN CABINA:

―¡Wow! ¡Qué partido el de Rybana! ―dice Roger.

―Roger, debo decirlo, ¡Rybana es actualmente la mejor tenista del circuito a pesar de ser la 102 del mundo! ―responde Jack.

―¡Todo crédito a Roger Federer por haber quitado a una tenista mediocre de las ligas bajas y convertirla en lo que es hoy!


TERCERA RONDA

Rybana (N°102) vs Elena Penko (N°80)

Federer tenía razón: Los periodistas y el público, al dar a conocer que el GOAT del tenis es mi entrenador, comenzaron a decir que mi éxito se debe a él. Incluso muchas jugadoras y muchos jugadores recalcaron lo mismo.

Roger se encargó personalmente de pagar a ciertos periodistas para que instalen el debate de defenderme diciendo: «¿Es Roger Federer el jugador que está dentro de la cancha o es Rybana? Bien, ella puede tener de entrenador al mejor del mundo, pero en el campo de juego es su juego y está totalmente sola. El mérito es propio».

No alcanzó para que todos continuaran diciendo que jamás habría llegado a ningún lado sin Federer. Tal vez tengan razón, y Federer solo quiere decir lo contrario para no hacerme sentir mal.

Perdí el siguiente partido. Y parece que Elena Penko siempre va tener ventaja sobre mí.

Simplemente mi cabeza no estuvo en el partido hoy. No corría ni me ubicaba a tiempo, ni menos lograba respirar bien. Y en mi cabeza pensaba «Ellos creen que alguien como yo no puede perder porque Federer es mi entrenador». Jamás sentí tanta presión en mi pecho y en mis piernas. Ni siquiera en la época que era un desastre jugando.

―¿Qué sucedió? ―preguntó Federer cuando ingresé ya duchada y relajada a la habitación de hotel―. Perdiste 6 – 1 y 6 – 2.

―No me sentía bien ―solté el bolso de las raquetas y me lancé a sus brazos con una sonrisa dibujada en mis labios―. Pero ahora contigo me puedo sentir mejor.

―No ―dijo él y me quitó los brazos de su cuello―. Escúchame. El tenis tiene que ser más importante que todo lo demás, ¿Entiendes? Así que, acabas de perder, por lo tanto, debes estar llorando y jurando ser mejor jugadora la próxima vez.

Yo solo quiero besarlo. No me interesa tanto el tenis cuando él está cerca. Sin embargo, hoy no puedo decirle estas cosas, porque su rostro muestra mucha seriedad.

―Vamos a entrenar, ahora ―dice algo enojado.

Me esquiva, caminando hasta donde dejé el bolso, lo toma y lo coloca sobre su hombro.

―Hay que prepararnos para Miami.

―Roger, quisiera acostarme un rato...

―Acabas de perder, no hay tiempo a descansar.

Fue ese momento cuando comprendí que puedo acostarme con él y besarlo cuando quiera, pero es nada más y nada menos que mi entrenador. No es mi novio, ni mi esposo, ni mi mejor amigo, ni nada... Solo mi entrenador.

Ambos salimos de la habitación de hotel, alquilamos una cancha vacía, y entrenamos durante cuatro horas seguidas. Federer me recalcó todos los errores que cometí, y se mostró algo enojado ante mi falta de concentración en el partido contra Elena Penko:

―Si sabes hacer todo lo que te propongo, entonces, ¿Por qué hoy fallaste? ―pregunta acercándose a mí.

Levanté mis hombros, y volví a bajarlos, rendida. Él se paró a mi frente, se tomó de la red, apoyó sus manos sobre los bordes de la misma, y dijo:

―A partir de ahora en más, cada vez que pierdas, dormiremos en camas separadas.

―Vaya motivación ―le sonreí pícara―. No perderé nunca, entonces.

A él se le escapó la primera sonrisa del día:

―Me puedes, Rybana, me puedes.

La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora