27. Mis padres

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Mis padres

La marca Wilson se contacta con mi padre para ofrecer un contrato millonario. Recibiría 5 millones de dólares al año en caso de usar sus raquetas. Mi padre, negado a consultarme si estoy de acuerdo o no, decide rechazar la oferta.

―Vales más que 5 millones de dólares.

―Papá, apenas tengo cien mil dólares en mi cuenta bancaria por año. Tener cinco millones sería un lujo.

―Eres mi hija, tendrás dinero siempre.

Sí, pero me gustaría tener propio y no tuyo. No se lo dije, no me animé, pero estuve a punto. Sin embargo, mi mayor preocupación en este momento es mi madre, así que, estando frente a frente desayunando café, me atrevo a decirle:

―¿Cuánto amabas a mi madre?

Él se atragantó con su café, como si lo hubiese tomado por sorpresa.

―Hija, ¿Desde cuándo con preguntas así?

―Solo quisiera saber un poco más de ella, porque todo lo que sé, es que era una prostituta. Me gustaría saber algo bueno.

No contestó, desvió su mirada hacia su teléfono y fingió que esta conversación jamás existió. Yo tampoco me atreví volver a hablar.

―Buena suerte en el partido de hoy ―dijo cuando nos despedimos.



CUARTOS DE FINAL

Rybana (Nº102) vs Safari (Nº11).

―Recuerda, Safari tiene seis años como top 15, y nunca pudo ganar un torneo importante, eso significa que...

―En los momentos claves pierde la concentración ―finalizo la frase de Roger.

―Exacto ―dice él caminando a mi lado―. ¿Rybana?

―¿Sí?

―No te atrevas a perder.

Lo miro sonriente, y él no quiere sonreír porque quiere fingir que es un entrenador serio y duro, pero termina sonriendo y no solo eso, sino que besándome la frente.

―Ahora ve y sé la mejor.

Ingreso al estadio encontrándome con las butacas llenas a pesar de ser las once de la noche. Lamentablemente, debido a la constante lluvia de esta última semana y la falta de techos en los estadios y canchas, las programaciones de partidos se estiró hasta madrugada, lo que no es nada bueno para los atletas que debemos entrenar con menos tiempo de descanso.

Aun así, sonrío al público y levanto mi puño feliz de encontrarme con gente que hoy me ama ―pero que ayer hicieron todo el ruido posible para que la española ganara―.

El partido comienza y decido hacer lo que sé hacer: fingir que estoy entrenando con Roger. Me tomo el tenis como un partido de hobbie y no tanto como de competencia.

Ella lanza, yo me ubico en el lugar exacto, y sin agitarme, respondo. Este último mes estuve entrenando la fuerza, por lo que pegar raquetazos de 200km por hora no me causan ningún tipo de esfuerzo mayor.

El público estalla al verme tan prendida en el juego, y al cabo de un rato, gano el primer set.

Safari empieza a gritarle a su gente, maldiciendo no saber qué hacer con mis tiros. Y noto que sus entrenadores le responden en código, lo que está prohibido, y quiero quejarme pero estando Federer aquí sé que no debo hacerlo. Él piensa que no importa si tu entrenador te está dando indicaciones o no, lo que importa, es que tú estés en la cancha concentrado y sabiendo qué hacer.

Así que, relajo mis pensamientos a pesar de que el público empieza a quejarse de la actitud de Safari, y cuando comienza el segundo set, ella toma otra iniciativa apuntando directamente hacia mi izquierda: mi punto débil. Claramente sus entrenadores le marcaron este error.

Debo encontrar rápido alguna manera de evitar ese punto débil. Me quiebra. Y todo empeora cuando comienza a dejarme la pelota sobre la red, y claramente mis piernas se ahogan y no llegan a todas las pelotas.

Y cuando menos quiero pensar, me ganó el segundo set.

―Necesito ir al baño ―le digo a la jueza en el descanso antes del tercer set.

Ella me da el tiempo, y corro hasta los sanitarios con varios guardias a mi alrededor persiguiéndome y asegurándose que no estoy usando mi teléfono o hablando con mi entrenador. ¡Vaya dobles caras!

En los sanitarios, pienso que debo dar vuelta este partido, y con agua en uno de mis dedos, dibujo un mapa de la cancha sobre el espejo. Y junto al reflejo de mí misma, decido, finalmente, ir por el lado central de Safari. La mayoría de los jugadores de tenis buscan el lado izquierdo o derecho, bueno, yo iré por el centro y me lanzaré a ver cómo me funciona.

Y no hay plan B.

Tiene que funcionar.

Regreso a la cancha, con ciertos rostros de disgusto por parte del equipo de Safari y de ella misma por el tiempo que me tomé en el baño, y siento cierto dolor de espalda. Raro. Miro el reloj del tablero y comprendo que ya es la una de la madrugada, por tanto, mi físico y mi reloj biológico, me están pidiendo a gritos descansar.

Poco me importa, ella no tuvo vergüenza de hablar con sus entrenadores mientras la jueza no miraba.

Así que con el orgullo bien en alto, tomo la pelota, y comienzo el tercer set con energías renovadas. De repente empiezo a sonreír ante cada punto, en lugar de festejar, sonrío. Y eso parece agradarle a Roger y a mi padre, que ambos me aplauden y me sonríen satisfechos con mi actuación.

Gano el partido, y me saludo muy fríamente con Safari para luego ser entrevistada por una periodista en el medio de la cancha anaranjada.

―¡Rybana! ―dice ella con el micrófono― ¡Le ganaste a la número 11 del mundo! Hasta ahora, has tenido cero partidos perdidos contra jugadoras top 15, ¿Lo sabías?

―No, la verdad ―sonrío y ella apoya el micrófono sobre mis labios―. Es increíble todo lo que está sucediendo, quiero agradecerle a mi entrenador ―la cámara enfoca a Roger, y todo el público se levanta a aplaudirlo como si fuese un homenaje a su persona―. Y a mis padres.

Padres.

Salió de mí sin haberlo pensado dos veces.

Mi padre borra su sonrisa, puedo verlo a lo lejos, parado al lado de Federer en las butacas del público, y cuando lo miro a los ojos, creo que los dos supimos, en ese instante, que no me quedaré quieta respecto a mi madre.

La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora