AUSTRALIA OPEN: FINAL, parte I.

87 12 3
                                    

50

AUSTRALIA OPEN: FINAL, parte I.

―Tu «yo» del año pasado estaría feliz de verte en la final del torneo donde comenzaste tu carrera.

―Pero mi «yo» actual no está tan feliz ―le respondo a una periodista.

Tengo la leve sensación de que es la misma periodista que humilló a la ucraniana en la conferencia de prensa solo para defenderme, pero no me animo a preguntarle. Ahora mismo estamos sentadas frente a frente, ella con su libreta y sus preguntas mientras una cámara la enfoca, y yo con mi uniforme deportivo y mis nervios estomacales por el partido con también una cámara que me enfoca en primer plano.

―¿Por qué no? ―pregunta.

―Porque... Porque ahora mismo estoy muy nerviosa. Ninguna final la atraviesas como si fuese algo fácil.

En realidad, quiero decir que la razón por la que ahora mismo estoy nerviosa es porque Paris Waters es mi rival. Y es la única rival a la cual sé que es muy difícil ganarle y que debo estar 100% concentrada.

―¿No tiene nada que ver con que Paris Waters es tu rival?

Bingo.

―No.

―¿Segura? Porque ninguna jugadora te pone en aprietos, solo Paris Waters.

Roger me comentó que esta periodista suele ser bastante pícara y malvada con sus preguntas y respuestas, y no le creí porque asumí que ante su defensa hacia mi persona contra la ucraniana, ella sería de lo más hostil.

―Con todo respeto a la señorita Waters, pero nadie me pone en aprietos ―sonrío, mintiendo―. Será un honor jugar contra ella, me divertí mucho en nuestro último partido.

En realidad, odio jugar contra ella. Me pone al límite, y no soy la «Grandiosa Rybana» que todos hablan, sino que soy una jugadora a la par de Paris Waters. Le tengo miedo, sí.

―Bueno, nos encantará ver el final de esta batalla... Sobre todo, sabiendo que Paris ha crecido deportivamente mientras tú... Has decaído un poco. Estos partidos no han sido tus mejores.

―No. Estuve muchos meses sin entrenar, me costó entrar en ritmo. Pero... Hoy todo valdrá la pena.

―Buena suerte ―sonríe ella.

Termina la entrevista y lo primero que hago es huir al primer baño cercano para poder vomitar. Nadie me ve, por suerte. Y comienzo a insultar al aire cuando me levanto del inodoro y limpio mi boca. Me miro a mi misma en el espejo y me maldigo por el día que tengo hoy... Recién ha comenzado y en menos de una hora juego contra la mismísima Paris Waters.

Salgo del baño y encamino hasta mi limusina, donde no paro de pensar... A ver, ¿Por qué me aterra Paris Waters? Bueno, porque es la número 2 del mundo, viene de ganar Wimbledon ―aunque algunos periodistas afirman que eso nunca hubiese pasado si yo hubiese sido aceptada en el torneo―, y porque de ser una tenista regular pasó a ser una tenista que poco a poco tomó más seguridad, rapidez, fuerza e inteligencia.

Es una rival digna de ganarme. A un paso de estar a mi nivel. Yo no tuve el mismo «proceso» que ella. Un día mi mente hizo «click» y comencé a ganar todos los partidos dejando en ridículo a mis rivales, en cambio, ella tuvo que aprender y entrenar durante años para alcanzar el nivel que tiene ahora.

Lo que me aterra es que no se rinde fácil, en cambio ¿Yo? Yo no lo sé. Apenas un grano en el rostro y ya me rindo... En definitiva, no gana la que mejor juego o resistencia tenga, sino, la que mejor cabeza tenga.

La limusina estaciona frente al complejo de Australia, donde varios guardias me reciben y me indican el camino hasta los pasillos de la cancha principal, y donde en menos de media hora disputaremos la final. No la veo a ella, pero sí a Roger, que parece estar escondido de manera ilegal sobre el borde de una pared.

Me acerqué disimuladamente, y cuando ya no sentí ni vi a nadie cerca, lo abracé tomándolo del cuello. Él me besó la mejilla y me soltó con una sonrisa de oreja a oreja:

―Un guardia que me conoce desde siempre, por las veces que he jugado el torneo, me permitió ingresar pero no tengo mucho tiempo.

―Dime.

―No tengo consejos ni tácticas contra Paris Waters.

Lo miré desalmada, como si me cayera el alma a los pies. Él siempre piensa en una estrategia.

―Pero sí puedo decirte una cosa: Haz tu juego. Ella hace lo mismo que Novak Djokovic: todo lo copia. Así que intenta tomarla por sorpresa cuando estás tomando un estilo o una forma de jugar ¿Entiendes? No dejes que lea tus pasos, porque hará lo mismo.

Asentí con mi cabeza, tomando sus palabras como si fuese el fin del mundo.

―Y una cosa más ―dice―. Traje una sorpresa.

Levanté mis cejas y lo miré confundida. ¿Una sorpresa?

―La verás en la cancha.

―Oh, ¿Compraste entradas?

Dado que él ya no es mi entrenador, se ve obligado a comprar y hacer todo como un espectador. Por eso mismo no puede estar aquí, en los pasillos de la cancha.

―Sí, y espero que mi sorpresa te dé fuerzas ―sonríe.

Sin antes irse, me besa la frente y me desea éxitos.

La veo colocarse justo detrás de mí, con esa mirada achinada y fija que suele hacer antes de intentar intimidar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La veo colocarse justo detrás de mí, con esa mirada achinada y fija que suele hacer antes de intentar intimidar. Pero a mí no me intimida, solo me intimida cuando comenzamos a jugar y ella demuestra tener la capacidad de no rendirse nunca.

No debería saludarla, pero estoy entrando en nervios y un acto totalmente idiota de mí misma, me hace mirarla a los ojos y decirle:

―Éxitos hoy.

No mueve un solo músculo de su rostro, solo baja sus ojos hasta mí, y no responde. Me giro, decepcionada de mi misma, y escucho un susurro de su parte:

―No diré lo mismo.

Porque ella sabe que, con un poco de suerte de mi lado, soy capaz de ganarle. En lugar de molestarme su respuesta, me hace sentir victoriosa y segura. Pero por sobre todo, me hace sentir respetada y validada como una rival difícil para ella.

Soy nombrada por el presentador, e ingreso a la cancha colgando mis bolsos en cada hombro. Intento no meterme en los gritos del público cuando atravieso el campo de juego, y aíslo sus ruidosas voces de mi cabeza tratando de escuchar solo la mía.

Dejo mis cosas en la silla y comienzo a entrar en calor, tratando de evitar cruzar mi mirada con Paris... pero me es imposible. La observo desde lo lejos, mientras el público también grita por ella, y noto a una jovencita totalmente diferente a la que vi en el US Open meses atrás: su cuerpo está más fibroso, musculoso; su cabello más dorado que nunca; su postura durante el saque es perfecta; sus piernas demuestran tener demasiado entrenamiento y su mirada en mi contra me dice una sola cosa, y es: «Hoy, tú pierdes».

Esta es SU revancha.

Estoy frita.

La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora