US Open: Final

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US Open: Final

―¿Qué te sucedió? ―pregunta Federer mientras ingresamos a nuestra habitación de hotel.

―Estaba...

―Ganaste por muy poco, Rybana, por muy poco. ¿Cómo dejaste que te ganara el segundo set y te llevara a un tiebreak en el tercero?

―Yo...

―¡Felicidades, estás en la final! ¿Pero a qué costo? Te desconcentraste totalmente, pudiste haberlo evitado y...

―Mi abuela estaba allí.

―Ah, bueno, qué lindo. Pero...

―La madre de mi madre. Era ella. La anciana de Rusia, ¿Recuerdas?

Federer cerró la puerta y se quedó observándome. Claro que lo recuerda.

―¿Dónde?

―Estaba en la tribuna, viéndome sacar. No pude evitar observarla casi todo el tiempo. La pelota venía a mí, y yo solo podía mirarla a ella.

―¿Y cómo podemos encontrarla?

―Ella dijo que todos los domingos a la tarde en...

―Rybana, el domingo tienes la final.

―Pero...

―No hay «peros» porque te convertirás en la número uno.

Me senté en una de las sillas de madera. Me siento cansada. No solo físicamente sino que mentalmente. El tenis es un juego mental, y yo he estado batallando contra la número uno y contra todos los pensamientos que se me vinieron a la cabeza en el momento que vi a mi abuela.

―Igual, admiro que hayas podido sobrecargar ambas cosas ―dice Federer colocándome una mano en el hombro.

―De verdad quiero conocerla.

―Claro. Haré lo posible para recontactarla.

Esa noche no pude dormir. Federer insistió en que debía hacerlo porque al siguiente día es la final.

―No puedo ―dije metiéndome en la cama, al igual que él―. Ya he intentado descansar en la tarde y no pude.

―¿Estás nerviosa por la final?

―Tal vez. ¿Quién ganó la otra semifinal?

―Paris Waters.

Si no podía dormirme, ahora menos. Son las once de la noche y estoy más despierta que nunca.

―Sé que no me tocas si no gano pero... Tal vez eso me ayude a dormirme ―le dije.

―No, tienes que aguantar.

Él se durmió ―como era de esperarse― pero yo giré en la cama una y otra vez sin poder encontrar el sueño. No sé qué es lo que más me hace delirar: si mi abuela, si ser la número uno, si ganar o no el campeonato, o si el hecho de que al otro lado tengo a la mismísima Paris Waters.

A la quinta vez que me moví de la cama, Federer se destapó de las sabanas y encendió el velador.

―¿Se puede saber qué te sucede? ―pregunta con sus antiparras de algodón colocadas en su vista―. ¡No estás jugando la final, estás en la cama conmigo! ¡Quédate quieta!

―Lo siento, es que no puedo dormirme.

Roger se levantó de la cama y se quitó las antiparras, se colocó pantuflas y caminó ―junto a su pijama celeste de pulóver y pantalón largo― hasta fuera de la habitación. No pude evitar reír al verlo hecho todo un señorito inglés.

La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora