66. La foto

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La foto

―No ―dice mi médico, frente a mí recostada en la camilla―. No hay chance de que te autorice para jugar.

―Es todo lo que quiero.

―No. Ya tienes casi dilatación. Podrías morir en el intento de jugar.

Me retiré del consultorio totalmente angustiada. Jugar es todo lo que quiero, más que tener a mis hijos. Aun así, que me hayan rechazado la solicitud médica de jugar el US Open trae un gran alivio mental, ya que, Paris no me repudiará por haberle roto la promesa de darle su lugar durante seis meses.

Ahora estamos en Nueva York, y yo estoy saliendo del consultorio médico para dirigirme a mi habitación de hotel. Las noticias sobre mi solicitud al US Open no tardarán en llegar, y estoy segura que Paris vendrá a buscar explicaciones porque estuve a punto de traicionar su confianza.

Sin embargo, respiro profundo y continúo mi día como si nada hubiese sucedido.

Me subo al primer taxi que encuentro, y el hombre se sorprende desde el espejo retrovisor al verme. ¡Claro, había olvidado que hace más de un año que soy sumamente famosa!

―¡Eres Rybana Satek! ¡La mejor del mundo! ―se sorprende mientras maneja el coche.

―Sí ―sonrío amablemente.

―Mi hijo es su mayor fan ―dice con cierto acento inglés extranjero.

―Ah, me alegro mucho.

―Siempre he querido conocerla. Su tenis me fascina.

―Le agradezco mucho.

―Pero, en realidad, siempre quise conocerla porque mi difunta esposa guardó durante muchos años una foto de una niña. En realidad, son dos niñas. Y siempre que veo la foto, le veo un parecido a usted y a la número dos del mundo. No llegué a consultarle quiénes eran.

―¿Disculpa? ¿Quién es usted?

―Oh, disculpe. Me llamo Mark, soy taxista desde hace quince años. Mire...

Pasa su brazo por debajo del volante y toma su billetera del bolsillo del jean, y sin dejar de observar la autopista, me ofrece la billetera.

―Dentro está la foto.

La abro con cierto hormigueo en mi estómago, y encuentro tarjetas, billetes y... Oh. La foto. Es mi madre sonriendo, y en sus brazos, nosotras dos: Paris y yo.

―¿Qué era esta mujer de la foto para usted? ―pregunto.

―Creo que era la hermana de mi esposa. Mi mujer nunca hablaba de ella, decía que estaba perdida desde los quince años, y eso era todo. Pero, de alguna manera, cada vez que miraba esa foto, lloraba. Así que asumo que era su hermana.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Es la primera vez que veo una foto de mi madre sonriendo y con sus dos hijas. Jamás me sentí tan cerca de ella, ni siquiera en mis mejores y peores sueños.

―Esta mujer es mi madre ―digo con cierta angustia en mi garganta―. Lo que significa que su exmujer es mi tía.

―¿Significa que ahora soy tío de las dos mejores tenistas del mundo?

Reí y dejé que una lágrima cayera sobre mi mejilla.

―Puedes quedarte con una foto ―continúa diciendo él, y estaciona justo frente al hotel donde me estoy hospedando―. Pero mi mujer siempre decía que no debía jamás buscar a tu madre ni a sus hijas, así que...

―Sí, no debes hacerlo. Será lo mejor ―sonrío―. Solo quiero saber algo, ¿Tengo primos?

―Tres increíbles primos ―sonríe y me mira con los ojos brillosos―. Son adolescentes, y te adoran, sobre todo mi hijo.

―¿Y tengo otras tías?

―Tienes un tío, todavía vive. Puedes ubicarlo en Chicago, de donde venimos todos nosotros.

Le devolví la billetera, le pagué y bajé tan angustiada que apenas pude mirar la vereda mientras caminaba hacia la entrada.

Nunca voy a superar el hecho de que pude haber crecido con una hermana, con una madre, con una tía, con primos, tíos... Pero en lugar de todo eso, me privaron de mi vida, mataron a mi madre, me alejaron de todo y de todos, y me vendieron al mejor postor. Detesto a mi padre por ser mi padre. Detesto a todos por haberme privado de haber sido alguien más.

¿Quién sería hoy en día, si hubiese sido feliz y amada en mi infancia?

―¿Qué mierda te sucede? ―escucho la voz de Paris mientras sus pisadas se acercan a mí en la entrada del hotel, como si estuviese pisando huevos. Pero apenas puedo verla, no logro caminar ni mantener el equilibrio ante el llanto sin fin―. ¡Me prometiste que me dejarías libre en el tenis por seis meses! ¡Sí, llora, maldita perra! ¿Qué tienes en la cabeza? ¿Mierda?

Y caigo al suelo.

―¿Rybana? ―escucho a Paris que se arrodilla a mi lado.

Logro levantar mi mano y entregarle la foto, luego de eso, comienzo a perder la consciencia lentamente...

―¡Ayuda! ¡Acaba de romper bolsa! ―escucho a Paris por última vez. 

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⏰ Última actualización: Oct 09 ⏰

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