22. Flashback 2016

161 17 11
                                    

22.

Flashback - 2016.

Escucho a mis amigas decir que la noche no puede terminar sin conocer la discoteca de la ciudad de Kazajistán. Les digo que es solo para adultos, ellas responden que podemos falsear nuestras identificaciones. No estoy segura de dar el «sí», puesto que, mi padre es el presidente de Kazajistán y ante cualquier error que cometa, él quedará expuesto.

―¡Vamos, no seas aguafiestas! ―responde mi mejor amiga dándome un codazo.

La campana de la escuela suena, dándonos permiso para irnos a nuestras casas, y cuando llego a la mansión, saco mi tarjeta de crédito para pedirme un vestido negro de mangas finas y con un largo hasta los muslos. La edad recomendada es a los veinte, pero yo tengo quince y quiero divertirme.

Me maquillo a escondidas de mi padre y de los empleados de la casa, me escapo por la ventana de mi habitación hasta llegar al jardín, corro hasta la salida y encuentro un auto estacionado en la vereda.

Mis amigas me abren la puerta trasera, y al ingresar, me encuentro a todas ellas y a un jovencito de algo más veinte años en el asiento de conducir. Él me mira por el espejo retrovisor como si quisiera analizarme, como si existiera una chispa en mí.

No tengo idea quién es, pero hace silencio para escuchar nuestra conversación, y estaciona a dos cuadras de la discoteca.

Todas nosotras bajamos felices, salpicando los charcos de agua del pavimento con nuestros tacones, y nos dirigimos a las risas hasta la fila del lugar.

Él camina por detrás de nosotras, con su mirada firme en mí y las manos en el bolsillo. Lleva una chaqueta negra, jean, zapatillas blancas y un reloj verde. Me atrae.

El hombre de seguridad que se encuentra en la puerta de la discoteca, deja pasar a algunas de mis amigas pero rechaza a otras: y yo soy una de ellas.

―¡Pero por favor! ―zapateé el suelo con mi tacón, en forma de insistencia―. ¡También soy mayor de edad!

―No te creo ―dice el tipo y deja ingresar a las personas detrás de mí.

Mis amigas rechazadas comienzan a llorar en el borde de la vereda, pero al rato se distraen y deciden ir a tomar un helado a la heladería más cercana. Yo no. Yo quiero ingresar a esa fiesta.

El hombre desconocido que condujo nuestro auto se posiciona a mi lado.

―Pensé que habías ingresado ―le dije.

Él niega con su cabeza, y dice:

―¿Todavía tienes ganas de entrar?

―Muchas.

―Ven ―me apunta con su mano, pero me niego a tomarla―. Sé de otra forma de ingresar.

Lo sigo, lamentablemente, lo sigo y cometo el peor error de mi vida.

Dimos toda la vuelta de aquella cuadra hasta llegar a un callejón sin salida donde hay varios enormes tachos de basura.

―Es por aquí ―dice metiéndose entre las curvas de los tachos.

Lo sigo cada vez más insegura, sabiendo que esta no es una buena decisión, y cuando estoy a punto de decir que quiero regresar con mis amigas, él me tapa la boca con su mano y me empuja contra uno de los tachos.

Mi pecho golpea contras las bolsas de basura, y sintiendo el asco, estoy a punto de gritar cuando él coloca un cuchillo en mi garganta y dice:

―Si gritas o haces algún movimiento brusco, estás muerta.

Su aliento sabe a alcohol y carne cruda.

Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas cuando siento su mano áspera levantándome el vestido, y sin soltar el cuchillo sobre mi cuello, introduce su miembro sexual dentro de mí haciéndome ahogar un grito de dolor.

Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas cuando siento su mano áspera levantándome el vestido, y sin soltar el cuchillo sobre mi cuello, introduce su miembro sexual dentro de mí haciéndome ahogar un grito de dolor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al siguiente día desperté adolorida, tirada sobre los tachos de basura, con sangre en mis piernas y dolor de cabeza.

Vomito unas tres o cuatro veces y decido morir aquí.

Despierto en un hospital, con mi padre tomándome de la mano, su rostro muestra agitación y preocupación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Despierto en un hospital, con mi padre tomándome de la mano, su rostro muestra agitación y preocupación. Los médicos me rodean. Y no quiero que nadie me toque, que nadie me pregunte qué paso, y que nadie me haga recordar lo más horrible que le puede pasar a una vida humana.

Pero todos me tocan, todos me preguntan cómo me siento, todos quieren que recuerde lo sucedido para encontrar al violador, y yo ni siquiera sé su nombre.

―...No solo la abusó por las vías vaginales sino que también anal... ―explica el médico a mi padre.

―¡Quiero que lo encuentren, y que lo fusilen delante de mí! ―grita, al rato, mi padre, por el teléfono―. ¡De hecho, no, primero quiero cortarle el miembro y...!

Pasó una semana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pasó una semana. Estuve tan medicada estos días que apenas recuerdo los momentos en el hospital, sin embargo, al llegar a casa, esperaba encontrarme con mis amigas, pero todo lo que oigo es:

―A partir de ahora en más, jamás volverás a creerte rebelde y burlarme ―dice mi padre acomodándome las sábanas hasta mi cuello―. Tampoco volverás a ver a tus amigas ni regresar a la escuela. Tendrás profesores particulares. Y, estás embaraza. Dime qué quieres hacer.

¿Qué quiero hacer? ¿Cómo se decide eso?

La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora