25. There's things I wanna say to you...

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There's things I wanna say to you
But I'll just let you live

―¿Mamá?

―Estoy aquí ―dice una voz en medio de la oscuridad―. Hace tiempo que estoy aquí, debes buscarla.

―¿Buscar a quién?

―La anciana te ayudará. Ella es tu abuela.

―¿Mamá?

Desperté, y hoy Federer no está en mi cama porque ayer perdí contra Elena Penko. Sin embargo, me esperó en el desayunador con mi café ya listo.

Ahora que todos saben que Federer es mi entrenador, me tratan con suma delicadeza e importancia ―si supieran que también me acuesto con él...―. Sin embargo, mi padre dejó en claro que no pagar un solo dólar a Federer, por lo que Roger contestó:

―De acuerdo, entonces seguiré entrenando a su hija por vocación y sin dinero a cambio ―dicho esto, cortó la llamada y apagó el teléfono.

Me sentí tan... excitada sexualmente y emocionalmente. Le responde a mi padre de una manera que ningún otro hombre del planeta se animó jamás.

Me miró a los ojos, con esa sonrisa escondida que solo un hombre que como él puede transmitir, y dice:

―No te abandonaré por nada en el mundo.

Y sé que no lo hará, pero a este punto, siento que debo decirle la verdad. Porque hay una razón por la cual cualquier persona me abandonaría: dejé a mi hijo en una institución con solo dos semanas de nacimiento. Y jamás conseguiré el «perdón» de nadie.

Mi sonrisa se esfuma al pensar en mi hijo ―Michael―, quien hace poco cumplió cinco años de edad, y el cual llevo todos los días en mis pensamientos, pero que bajo ninguna forma puedo mirarlo y sentir cariño o animarme a abrazarlo. En el rostro de aquel muchachito de cabello pelinegro, puedo ver las facciones de su padre: un monstruo que deseo olvidar.

Federer me toma de la mano, como si notara mi cambio de humor, y dice:

―¿Estás bien? ¿Es porque no dormimos juntos? ¡Te lo mereces por perder!

―No, yo... Algún día tengo que decir algo. Pero hoy no.

Él sonríe, y borra su sonrisa como si él también tuviera algo para decir y, al mismo tiempo, guardarlo.

Al siguiente día, viajamos a Miami, y a pesar de follar en el baño del avión y tomarnos un día en la playa para entrenar sobre la arena ―que, por cierto, es muy difícil porque todo cuesta más sobre arena mojada―, me sentí algo incómoda con la idea de que ambos estamos entregando todo al otro, y aun así, hay algo que no logramos desprender.

A eso del atardecer, cuando casi no quedaban personas a nuestro alrededor, nos sentamos sobre la orilla del mar, sintiendo pequeñas olas llegando a nuestros pies, y el silencio no nos incomodó pero nos dio a comprender que todavía queda mucho que recorrer, y que si queremos ser «algo más» que entrenador y jugadora, entonces, así como dice la canción de Cinnamon Girl, hay muchas cosas que hablar.

Al rato estábamos cenando en un restaurante chino de lujo donde todas las personas a nuestro alrededor parecen algo más que simples millonarios, pero nada de eso importa porque Federer me habla por primera vez de sus hijos y de los gustos de sus hijos, hasta asume que uno de ellos terminará siendo tenista.

Le digo que quiero conocerlos pero él responde que es demasiado temprano aún, y ahí mismo pedimos la cuenta.

Hay cierta incomodidad y aire tenso cuando nos metemos en el ascensor, pero me animo a cortar la intensidad cuando digo:

―Ayer soñé devuelta con mi mamá, o la voz de mi mamá.

Él se mantuvo quieto y en silencio, casi congelado, diría.

―Ella dice que debo ubicar a mi abuela, que es la anciana de Rusia. Y sé que ahora Rusia está en guerra y está prohibida la entrada, pero...

―Pero mañana empieza la temporada en Miami, y bajo ningún término te desconcentrarás de eso.

Las puertas del ascensor se abren, ambos salimos con rostros serios, y él se desvía de mi puerta hasta la de al lado.

―¿No vas a dormir conmigo? ―le pregunto.

―Hoy no. Si mañana ganas, sí.

Roger Federer me parecía un ser perfecto, hasta hoy. En este momento, entiendo en profundidad su personalidad: le molesta perder. Y no sé si le molesta que yo pierda o que su jugadora ―que él está entrenando y por tanto debe ser perfecta para la prensa― es la que está perdiendo.

Él abre su puerta después de darme un beso en la frente y se despide desapareciendo del pasillo. Y en este momento, desearía que él fuese Alexander, quien siempre tenía ganas de follar y abrazarme.

Entro a la habitación, me tiro en la cama boca arriba, y noto un relieve bajo mi espalda. Suavemente con mis brazos hago una maniobra para quitar lo que sea que es, y me encuentro con una carta:


Querida Rybana,

Siento mucho no haberte escrito por mensaje de texto. Desde el Ejército nos pidieron que no usemos redes sociales ni ningún tipo de señal para no ser hallados por Rusia. Aún así, nos encontraron, y debo alertarte, que esta carta es mi carta final. El enemigo me tiene enjaulado a mí y a otros doscientos compañeros. Lo único bueno de todo esto es que uno de nuestros compañeros es primo del comandante ruso, y gracias a él, nos dan la oportunidad de despedirnos de nuestros seres queridos a través de estas cartas por correo. Así que, me despido de ti porque tengo orden de ejecución esta noche, pero quiero decirte que, los recuerdos de las veces que nos besamos y nos acostamos fueron lo único que me sostuvieron de pie todo este tiempo. En el frío, en el hambre, en la necesidad y en el miedo, siempre tu recuerdo me salvó.

Gracias por haber sido importante para mí, más allá que yo no lo fui ni lo soy para ti.

Con todo mi cariño y amor, Alexander.

PD: Serás una increíble tenista. Conozco a tu abuela, y conocí a tu madre: Busca a tu abuela en Moscú.

La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora