61. La inercia de Rybana Satek

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La inercia de Rybana Satek.



La inercia de Rybana Satek podría llevarla a la tumba.

Noticia publicada por: periodista anónimo, ESPN.

No es sorpresa que Rybana Satek, de tan solo veintidós años, se presente en la tercera ronda de Roland Garros con dos bebés en proceso. Siempre demostró un espíritu de hacer su propio criterio de decisiones sobre su carrera y sus partidos. Roger Federer solía controlarla cuando todavía era su entrenador, pero le otorgó demasiadas herramientas a una jovencita que apenas puede lidiar con ser una persona de carne y hueso, y, por el otro lado, ser la mejor del mundo.

No es algo malo, por supuesto, el camino que tomó la joven ni tampoco algo criticable, pero sí sorpresivo a pesar de no ser una sorpresa.

La hemos visto batallando en la primera ronda contra Penko, pero no batallando contra Penko sino consigo misma. No es la primera vez que sufre este tipo de episodios, y aunque ella no lo quiera reconocer, los casi seis meses de embarazo están jugándole en contra dentro de la cancha. También la hemos visto en la segunda ronda sufriendo golpes de calor cuando la temperatura era fría, y eso puede significar una sola cosa: se está destruyendo a sí misma y no está cuidando a sus hijos.

No es admirable, ni inspirador verla sufrir de esta manera, ni a sus futuros hijos.

Desde la noticia de la muerte de su padre a manos del nuevo gobierno de Kazajistán, que la joven parece estar en cualquier otro universo excepto en este, y eso tampoco es sano.

Llamo a toda la comunidad deportiva a hacer algo con esta joven, que la veremos en la tumba si alguien no hace algo para hacerla entrar en razón.

Con cariños, un periodista fanático de Rybana Satek.

―¿Qué te sucede? ―le pregunto a Roger mientras coloco mis pies sobre una fuente de agua hirviendo

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―¿Qué te sucede? ―le pregunto a Roger mientras coloco mis pies sobre una fuente de agua hirviendo.

Él está frente a mí, sentado en el sofá de la habitación del hotel, con el teléfono en mano y una postura algo interesada por lo que sea que está leyendo.

―Dame eso.

Hago un gran esfuerzo para inclinarme desde mi silla de madera y quitarle el teléfono en manos. Él intenta recuperarlo, pero lo empujo con mi pie mojado apoyándolo en su pecho. Se rinde, y leo la noticia.

A los cinco minutos, dejo el teléfono en la mesa de mi costado y no me atrevo a mirar a Roger.

―¿Puedes hacer que esa nota desaparezca?

―Puedo hacer que desaparezca de la página de ESPN, pero no puedo hacer que las personas se olviden de lo que leyeron.

―¿Cuántas visitas tiene?

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