58. Katha

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58

Katha

La tristeza se ha llevado gran parte de mi rutina diaria. Ya no despierto a las cinco de la madrugada para entrenar, ni entreno. Tampoco desayuno, solo me quedo observando el techo de mi habitación mientras escucho la voz lejana de Michael con los empleados del Pent-house donde estamos hospedados. Y otra última cosa que he dejado de hacer es usar el teléfono. No me atrevo a encenderlo y leer las notificaciones, ni prender el televisor y ver las noticias.

No quiero saber nada, porque en el fondo sé que Kazajistán ha sido tomada por la élite militar.

Pero me levanto inmediatamente de la cama, a mi quinto día hospedándome en Nueva York, cuando escucho la voz lejana de Roger Federer ingresando al hogar. Sé que saluda a Michael porque el niño grita de felicidad, así que, no tardo en colocarme las pantuflas y bajar las escaleras con mi enorme abdomen de seis meses rebotando.

Cuando miro hacia abajo mientras bajo los escalones, no puedo ver mis pies debido al embarazo. Dios. Los embarazos nunca fueron de mi agrado.

Al llegar a la cocina, lo veo a él con su cabello oscuro peinado hacia atrás, su chaqueta negra hasta sus rodillas y un bolso ancho colgado de su hombro.

―¿Cómo estás? Hace días que no contestas mis mensajes ni llamadas.

Michael se le cuelga del hombro suelto, y Roger le hace algunas cosquillas divertidas para quitárselo.

―Lo siento, debí decirte ―respondo―. Es simplemente, que, no puedo mirar las noticias ni las notificaciones. No quiero.

Él asintió con su cabeza, y despegándose de Michael se acercó a mí.

―Ven ―dijo abriendo sus brazos y soltando el bolso al suelo.

Di un paso adelante, y aunque mi panza chocó con su cintura y casi no nos permitió abrazarnos, hice un esfuerzo con mis brazos y sollocé en su pecho.

Asumiendo que ya vio y escuchó las noticias, me animo a preguntarle casi como un susurro en su oído:

―¿Está muerto?

Federer guarda un pequeño silencio, y acariciándome la espalda, gira su rostro para apoyar sus tibios labios en mi oído y responder:

―Sí. Y todos tus medio-hermanos también.

Un escalofrío atraviesa mi espalda, porque con él y con mis hermanos, se ha ido toda la raíz de mi identidad. Sé que dijo que no debo buscar, sé que dijo la verdad en sus pocas palabras y sé que le prometí no hacerlo, pero...

―En la tele dijeron que tú escapaste viva, pero no contestabas mis mensajes ―continuó Roger―. Viajé de Suiza hasta aquí cuando una de tus cocineras me notificó.

―Lo siento ―me separé de él―. Ha sido... Estos días han sido una verdadera pesadilla.

―Lo sé, y lo siento mucho...

―Roger, he sido comprada ―le dije casi sin aliento, con lágrimas en mis ojos.

No puedo callarlo mucho tiempo, la sangre que atraviesa mis venas se calienta más y más. Me siento horrible por... Esperen, Roger ni siquiera pestañea.

―Cuando era pequeña... ―le sigo diciendo, sintiendo cierto nudo en la garganta―. Mi padre...

Dejo de hablar cuando él me toma suavemente de un hombro y me invita a subir a la habitación.

Miro a Michael por última vez, con la cocinera, y él me mira a mí. Él sabe quién soy. No soy una simple tenista, soy su madre... y él lo presiente. Y yo sé que él lo presiente.

La número 1 del mundo [Roger Federer] [#2 HEUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora