Parte 8

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Cuando llegábamos a la playa la pandilla de todos los veranos se reunía. Teníamos muchas ganas de vernos y de pasarlo bien. Entre los amigos que nos juntábamos estaba Javi, un chico que había empezado su primer año de carrera. Cuando bajamos a la playa, yo le pregunté muchas cosas sobre la ingeniería que había elegido. La verdad era que siempre nos habíamos caído bien y yo sentía curiosidad por saber cómo le había ido.

Al parecer había sido un buen año y estaba muy contento con el ambiente de la universidad y con la carrera que estudiaba. No me contó que le habían quedado unas cuantas, porque lo de menos había sido estudiar, aunque eso lo supe por mi hermana. Al principio no me di mucha cuenta de todo el tiempo que pasábamos charlando de eso y de otras muchas cosas. A veces paseábamos por la playa y alguna vez nos cogimos de la mano. No me pareció extraño, nos conocíamos de muchos veranos y éramos amigos. No me di cuenta de que estaba siendo un poco ingenua, o bastante.

Javi era todo lo que tenía que ser un chico: guapo, simpático, inteligente, alguien a quien conoces o crees conocer. Cuando después de un par de días así me dio unos pequeños besitos en la orilla del mar, mientras los demás estaban bebiendo, sentí algo que confundí con otra cosa. Cuando me preguntó si quería ir con él a un restaurante que estaba muy bien, yo le dije que sí.

Me hacía de verdad ilusión tener lo que quiera que fuera aquello. Era emocionante, era nuevo, era tantas cosas que no sabía qué pensar. Debí darme cuenta en el restaurante, porque me llevó a un mexicano, que no estaba mal, pero nunca me había encantado esa comida. La verdad era que ni siquiera me había preguntado. Eso pudo darme una pista, o tal vez al salir cuando me crucé con Pablo pude caer en la cuenta o tal vez cuando me dejó en la puerta de casa.

Al día siguiente de nuevo fiesta en la playa, llevábamos una semana así, ya había perdido la cuenta de las veces que mi padre o mi madre me habían dicho que tuviera cuidado y que no bebiera. No sabía por qué se molestaban en decirlo, ni Ángela ni yo bebíamos, no mucho, solo un poco. Nos habíamos pasado alguna vez cuando nos reuníamos en casa de alguna, pero nos había sentado tan mal que no había sido más que eso, un par de veces. Tal vez no estuviéramos hechas para beber y eso daba algo de coraje, porque parecía que el resto del mundo sí lo estaba.

Genial, fiesta en la playa, los de siempre, buen rollo, fotos en Instagram, sonrisas de oreja a oreja, bebidas. Todo era perfecto o lo parecía. Un chico estupendo al que yo le interesaba y que yo creía que me interesaba. Al parecer era así, hasta que me rodeó con sus brazos y me besó con aquellos labios que sabían a alcohol barato. Sonreía, estaba contento, me cogía la mano muy fuerte y decía "vamos". ¿Quién podía decir que no? Yo no lo besé, tampoco me había tomado la copa que me sirvió. Mis pies no se movieron, le pregunté a dónde, aunque imaginaba la respuesta. De repente los eucaliptos que rodeaban la zona de la costa y la separaban de las urbanizaciones no parecían tan bonitos. Dije no.

Me parecía decepcionado y también enfadado, mucho. Entonces me preguntó: "¿es que no te gusto?" y yo que sabía que una mentira no me sacaría de aquel lío, contesté: "no como para eso". No dije ni una palabra más, eché a correr hasta la fiesta y busqué a Ángela. Cuando llegué a casa, me puse el pijama y me senté en la cama. Me esperaba una noche sin dormir. Sabía que las cosas habían salido bien solo porque había tenido suerte y sentí miedo.

Me parecía que había jugado a un juego peligroso, sin saberlo, aunque eso no era lo peor. Yo era una chica lista y esta vez había sido muy tonta. Me habían dado la charla en casa y en el instituto. En tercero de la ESO nos dieron un taller de cuatro sesiones en la hora de tutoría. El sexo parecía algo para lo que todos estábamos preparados. Parecía que algunos, por no decir todos lo habían probado, había gente en la clase que tenía novio o novia, o lo que fuera, desde el curso anterior. Parecía tan normal, tan trivial, tan ligero. Hasta yo pensaba que podía serlo. Yo no me sentía preparada. ¿Era solo eso? Javi me gustaba, pero yo no sentía mucho más y tampoco estaba segura de que él sintiera algo. ¿Tenía sentido algo de eso? ¿Estaba pidiendo mucho? ¿Quizás demasiado?

Empezaba a sospechar las respuestas a esas preguntas y a las que todavía no me había hecho. No estaba preparada y quería más, lo quería todo. Tal vez era una romántica. Yo pensaba que no hasta entonces, ahora ya no estaba segura. Deseaba estar tan pillada que "no" fuera la última palabra que se me ocurriera. ¿Era distinto para otras chicas? ¿Era distinto para los chicos? Para esas preguntas no tenía respuesta. ¿Qué habría pasado si le hubiera seguido? ¿Lo habríamos hecho? A lo mejor quería otra cosa, no se pasaba de unos besitos a tirarse a alguien ¿no? Eso no era así ni en las novelas que se leían mis amigas. Fuera lo que fuese yo no estaba dispuesta a darle más. Ahora resultaba que también iba a ser otro cliché, el de la ingenua enamoradiza. ¡Vaya verano! ¡Vaya inicio de curso! Ni siquiera era quien creía que era.

Nada de esto lo explicaban en el instituto y eso que en el mío se lo tomaban muy en serio. Después de ese taller en tercero había otros. Todos los años en diciembre había una sesión sobre sexo seguro y ETS para segundo de bachillerato, nos daban varias muestras y todos salíamos muy contentos. Por supuesto que se lo tomaban en serio, alguna vez había habido alumnas que se habían llevado una sorpresa inesperada y a veces había rumores o comentarios del tipo: "una amiga mía tuvo un sustillo".

Sabía lo que mamá diría porque ya me lo había dicho en su momento. Ella hizo su propio taller antes, por supuesto. Me había dicho que tuviera cuidado y que no debía sentirme presionada nunca, en ninguna situación. Recordaba algunas palabras como si hubiera sido el día anterior. Le parecía pronto, pero era mi decisión, mi vida, mi cuerpo y quería que entendiese que cualquier cosa que hiciera la hiciera con mis reglas, a mi manera. Ella había sido adolescente en los ochenta y joven en los noventa y eso marcaba. Creo que entonces no lo entendí completamente, pero tenía razón.

Eso era lo que cualquier chica de mi edad debía oír, tenía que ser responsable de mí misma, cuidar de mí, porque seamos claros nadie más lo iba a hacer. Todo esto lo había resumido en estas tres palabras: "nunca sin condón". Esa era mi madre.

Así que cuando pasaron un par de días y me preguntó por qué se habían acabado las fiestas y las salidas nocturnas, le conté la versión light. Había un chico, habíamos quedado un par de veces, pero no me gustaba y no quería quedar más.

Contado así parecía poco importante. Parecía una nadería y puede que lo fuera, para él no había sido importante. Lo supe porque después de un par de días sin verlo, vino con otra chica. No fue la única ese verano. Por lo que me contaron después, él tenía fama de ser muy convincente, es decir, que nadie le decía que no. Probablemente, todos los que lo conocían debían pensar que a mí también me habría convencido. Por un momento pensé que podía haber contado la verdad, pero llegué a la conclusión de que eso no le convenía a su reputación y si no estaba bien para él para mí tampoco. ¿Por qué tenía que ser distinto para mí? Lo dejé así, para mí no había sido nada y eso daba qué pensar. Sabía que era mejor no hacerlo, dejarlo estar. Nada de nada y lo peor de todo era que yo quería que fuera algo, quería que significara algo, al menos para mí.

Después agosto se había complicado de verdad. Tampoco era buena idea pensarlo, aunque lo había hecho algunas veces, muchas veces. ¿Qué habría pasado si hubiera sido Pablo? El problema era que yo sabía la respuesta sin hacerme la pregunta y desde luego no era miedo lo que sentía. Seguro que él no se habría cuestionado eso en toda su vida, habría pasado un verano genial y al día siguiente se presentaría en mi casa.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora