Entonces comprendí que "abril es el mes más cruel". Lo sabía el poeta inglés y yo comenzaba a asimilarlo. Pensando en la reseña de este mes, había empezado a buscar por internet libros, citas, algo de inspiración. Al final había llegado hasta ese verso y desde luego me sentía identificada. T. S. Eliot había sufrido una pérdida y yo también. En realidad no era una pérdida de verdad porque nunca lo había tenido. La felicidad de pensar que Pablo me estaba invitando a salir solo la había sentido durante cinco segundos.
El libro de este mes ya lo tenía elegido. Estaba claro que no iba a ser Cumbres borrascosas, porque para ser sincera no me estaba gustando. Me angustiaba cada vez que me ponía a leer y la angustia es uno de esos sentimientos que conviene evitar. Empezaba a pensar si no tendrían razón mis haters o si podría ser algo peor, si yo tenía algún tornillo flojo. ¿Por qué no podía gustarme cualquier otro chico, uno que supiera que yo existía? La respuesta parecía tan obvia que no podía ser esa, yo me estaba empeñando en algo que no podía ser, y no era solo Pablo. Yo quería que todo significara algo, que todo fuera importante, inolvidable, indestructible. Tal vez ahí estaba el error, eso era algo que solo podía darse en una novela y si se daba en la vida real sería como una catástrofe natural.
Los primeros días de la semana habían ido más o menos bien. Parecía que todos estábamos con la cabeza en otra parte y con pocas o ningunas ganas de hablar. Todos excepto Pablo, que parecía extrañamente contento y que no dejaba de hablar de todo lo que se le ocurría. Incluso se acordó del concurso de relatos y trató de convencerme para que le dejase leer el mío.
El polaco podría haberse negado a venir. Podrían haber cancelado la actuación, el vuelo. Podrían haber ocurrido muchísimas cosas, pero no pasó nada. El viernes a las seis comencé a arreglarme. María no tenía inglés porque su profesor estaba enfermo, eso es lo que la gente llama imprevistos y ocurren constantemente. A ella le vino de perlas para quedarse y darme apoyo moral, como ella lo llamaba. Ángela vino corriendo para lo mismo. Había perdido la cuenta de los insultos que le estaban dedicando, cuando salí del baño con el vestido puesto.
—Ohhh, qué vestido. ¿A dónde vas así? —Ángela me miraba alucinada.
—¿No te gusta? Siempre me puedo poner el de la boda de mis tíos. —La verdad era que no quería ir como de boda, solo de pija, pero era corto y no muy recargado porque la ceremonia había sido por la mañana.
—No, estás genial. ¿Seguro que lo de esta tarde no es salir?
—Segurísima, por eso lo he elegido, me habías asustado. —Me sentía tan insegura—. ¿Me he pasado? ¿Me cambio? —Al fin y al cabo esa era la impresión que yo quería causar.
—Te queda de miedo —dijo María que no dejaba de reírse mientras se tumbaba en mi cama.
—¿Y esto qué es? —preguntó Ángela señalando un corcho en el que había ido pegando recortes con imágenes de Virginia Woolf, Charlotte Brontë, Jane Austen, Marie Curie, Clara Campoamor, Victoria Kent, Cecilia Bohl y un largo etcétera.
—Es para motivarme. Son mujeres que no lo tuvieron fácil y no se rindieron, así que yo tampoco voy a rendirme. Vengo en un segundito.
Cuando volví del baño ya estaba peinada. Me había planchado el pelo, el resultado era genial. Me había maquillado un poco. En fin, estaba más que presentable.
—Yo no entiendo nada —dijo Ángela mientras me miraba de arriba abajo.
—Que te lo cuente, que te lo cuente —exigía María muerta de risa.
—A ver chicas, voy a lo que voy ¿no? Pues tengo tres opciones ir en chándal y que se vea a la legua que me han dado la paliza de mi vida, ir normalita como voy siempre y que me la den allí mismo, o, y ésta es la que he elegido, ir divina y hacer el papel por el que seré recordada, "soy pija porque el mundo me ha hecho así". —Me señalé a mí misma mientras lo decía.
—¿Tú, pija? Yo creo que te estás pasando un poco. A ver no estamos seguras de lo de la tercera entrada. Puede ser para un amigo, alguno que no conozcas, qué sé yo... Y si llegas y no es una chica. Vamos que no digo que sea gay... ¿eh?
—Eso mismo ya se lo he dicho yo —contestó María.
—Estás dando por hecho la peor situación y no sé... Podría ser que te hubiera invitado solo a ti. Eso me cuadraría mucho. Si desde que volvió de Polonia estáis siempre juntos y... Bueno, no hay más que ver cómo te mira y lo del mechón de pelo, eso fue...
—La verdad es que eso fue tela de fuerte.
—¿Tú también lo sabes, María?
—Eso lo sabe todo el instituto, ha sido lo más romántico que ha pasado desde... No me acuerdo de cuándo pasó algo así.
—¡Qué va a ser romántico! Fue una tontería, se me quedó enganchado un mechón con la tira de la mochila y él la cogió y sacó el mechón. ¿Qué iba a hacer dejar que me arrancara los pelos? No es para tanto. Eso no cuenta.
—No será para tanto, pero nos quedamos todos locos, hasta la tutora se quedó con la boca abierta. ¿Y el día que le quitaste la mancha de tinta de la cara? ¿Eso no cuenta tampoco? —Ángela se estaba pasando, todavía me quemaban los dedos. No ni pensarlo, no podía seguir por ahí.
—¿Qué iba a hacer dejar que se paseara por todo el instituto con la mancha en la cara?
—Claro, claro. Eso son cosas sin importancia. Igual que cuando hace la cena los viernes, es casualidad que siempre haga la cena él y también es casualidad que hable contigo de las novelitas que te estás leyendo solo para tener algo que comentarte y que suba a la buhardilla con cualquier excusa y que vaya y venga hablando contigo y que te haya mandado un millón de mensajes en febrero y te pase los auriculares para que escuches su música y que si las miradas mataran Fran estaría muerto y...
—María respira que te va a dar algo. —Era yo la que no respiraba.
—Si lo prefieres puedo preguntar. A ver ¿cuántas veces habéis ido a The Planets?
—¿Cómo sabes esas cosas? —Estaba mareada, María me volvía loca.
—Porque vivo aquí, porque somos como hermanas...—Me miraba con los ojos entrecerrados.
—Sois hermanas, pero Pablo haciendo todas esas cosas... eso es un 24/7.
—¿Y eso qué es? Algo malo, con mi suerte.
—No la asustes, Ángela. Significa que está siempre ahí, las 24 horas los 7 días, incluso cuando no está aquí.
—Todo eso lo hace porque es buena gente, porque vive aquí y porque somos colegas —dije quitándole importancia. Esas cosas me encantaban, pero tenía que ignorarlas si quería sobrevivir a este curso.
—¿Buena gente? ¿Pablo? Con nosotros es medio normal, pero es un poco frío y distante y se lo tiene bastante creído, a veces es hasta borde —sentenció María—. Aunque contigo es diferente.
—Eso suena bonito, pero cuando me presente a la dueña de la otra entrada veréis lo bonito que va a ser. Entonces sí que voy a necesitar un servicio 24 horas, por ejemplo a los del 112. —Miré el reloj y me di cuenta de que tenía que salir ya. Incluso había sacado los zapatos más pijos que tenía, con tacón no muy alto porque no soy de taconazos, sin pensar en el daño que me hicieron la última vez que me los puse. Y además—cogí aire fuerte— no voy a ser el segundo plato ni de Pablo ni de nadie.
—Me rindo —dijo Ángela levantando las manos, porque yo apuntaba con uno de los zapatos—. Suerte.
—No me digas eso. Esto es como un teatro.
—Pues, mucha mierda. Por cierto, me encanta esa chaqueta.
—Esto acabará en tragedia —remató María—. Piensas demasiado y te lo tomas todo por la tremenda.
Cuando salí de casa podía oír Vogue de Madonna, como si ésta fuera mi propia versión de El diablo viste de Prada. La oí hasta que llegué a la puerta del conservatorio y vi a Pablo hecho un pincel con unos vaqueros oscuros, una camisa blanca y una chaqueta azul tipo sahariana. ¿Por qué tenía que ser tan guapo?
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Por fin llegamos al mes de Abril, que es uno de mis capítulos, y la "no cita" como yo la llamo que será el siguiente fragmento, esto de momento es la previa, porque por más que Lucía quiera su vida no es cómo una novela.
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Deep Blue ©
RomanceLucía desea que el verano antes de empezar el último año de instituto le sirva para decidir que estudiar y comenzar a planificar su participación en el blog literario que organiza su profesora. Sin embargo su padre decide acoger durante el curso a...