Parte 27

109 25 120
                                    

¡Qué falta me hacían las vacaciones! Y el próximo era el último viernes de diciembre antes de las Navidades y de las notas. De nuevo parecía que sería igual que el anterior porque todos tenían planes. Ángela y su hermana se iban con sus padres de fin de semana a la playa por darle una vuelta a su casa y de paso también a la nuestra, porque desde el verano no habíamos ido.

María estaba en su cuarto con el móvil, hablando con su grupo de amigas por WhatsApp, y yo estaba en la cocina con la música a todo trapo, pero sin cantar porque no quería arriesgarme a un espectáculo como el de la semana anterior. La verdad era que estaba picando porque tenía mucha hambre y no había empezado a hacer nada.

—Hola —dijo Pablo con su sonrisa habitual—. ¿Hoy no cantas?

—Ya ves, hoy no tengo ganas de hacer el ridículo.

—No creo que tú hagas nunca el ridículo —sentenció tan serio que me inquietó.

—Bueno, hablando de cosas serias, ¿te gusta leer?

—Sí, aunque no tanto como a ti. Andas siempre con un libro, un montón de folios y un puñado de pósits entre manos —lo comentó como si yo necesitara una explicación.

—Es que ando un poco perdida quiero leer algo diferente y necesito que alguien me recomiende un libro. No sé, he pensado que me recomendarías algo distinto.

—Ah, distinto... ¿Esto no será por lo del reto lector? —Mi cara tenía que estar roja de vergüenza o de ira, no sabía de qué en ese momento—. No te enfades, Lucía, pero es evidente... Nadie lee tanto como vosotras... ¿Y por gusto? —Negó con la cabeza y se rio con suficiencia, de una forma odiosa, como si estuviera completamente seguro de sí mismo, de todo. A estas alturas lo conocía tanto como para saber que era así como se sentía la mayor parte del tiempo, como cuando mi madre le hablaba o como cuando tenía a Fran cerca. Parecía que nada lo intimidaba.

—Déjalo, paso —dije dándome media vuelta.

—No te enfades, vamos, lo sé y no se lo he dicho a nadie.

—No sabes nada y no voy a contarte nada más. —Me hervía la sangre.

—¿Qué te apuestas? —Lo miré con odio, con tanto odio que no creí que eso fuera posible—. Vale, vale —dijo levantando las manos–. Perdona, pero que sepas que no se lo he contado a nadie y no lo voy a hacer.

—¿De verdad? —El daño ya estaba hecho y seguir discutiendo era empeorarlo, demostrándole cuánto me importaba.

—De verdad, "Deep Blue" —lo dijo en lugar de decir mi nombre y debí mirarlo otra vez igual—. Te he visto con los libros, con los papelitos de colores y sinceramente no creo que mucha gente haya visto esa película o quizás sea un juego de palabras o simplemente un color... —añadió con pesar—. Y tampoco creo que esas reseñas puedan ser de otra persona.

—¿Qué... qué quieres decir? —No podía saberlo, yo firmaba con ese nombre y si había algo que no podía saber era de donde lo había sacado. Si creía que era por una película o algo así por mí perfecto.

—Los libros que eliges son distintos a los demás y las opiniones, no sé, parece como si buscaras algo en los libros, no solo los lees, buscas una respuesta en ellos. Son solo libros... 

—Sí, claro, distinto. Nerea está haciendo el mismo proyecto, ya tiene bastante con buscar sus libros. A Ángela le gusta Stephen King, Carlos no lee y Claudia solo lee historias de amores desgraciados y relaciones tóxicas. —Hice una mueca porque no me gustaban nada esas historias—. Y esas también me parecen de terror... No creo que tú leas nada parecido, así que me arriesgaré...

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora