Parte 32

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Enero. Un libro que te han recomendado

Título: El Padrino

Autor: Mario Puzo

Año: 1969

Resumen: El día de la boda de la hija de Don Vito Corleone, Amerigo Bonasera se presenta en su casa para pedirle justicia, Don Vito lo escucha a él y a todos los que se presentan en su casa porque se trata de un día muy importante. Entre los que lo visitan está V. Sollozzo que le propone entrar en el negocio de las drogas, pero se niega y Sollozzo trata de asesinarlo aunque no lo consigue. Comienza así una guerra entre las familias de la mafia siciliana que se resuelve convocando el Don una reunión entre las familias y aclarando su postura. Finalmente Don Vito Corleone muere y es su hijo el que ocupa el puesto del padre después de matar al traidor y a los jefes de otras familias.

Fragmento: Gracias a que llevaba cuarenta años en contacto más o menos directo con el dolor, pues era propietario de una funeraria, el rostro de Amerigo Bonasera no dejó traslucir en absoluto la decepción y el inmenso odio que le embargaban. Su joven y bella hija estaba todavía en el hospital, reponiéndose de su mandíbula rota ¿y aquellos dos bestias iban a quedar en libertad? ¡Todo había sido una farsa!

Lo elegí porque me lo recomendaron y porque no es el tipo de libro que yo suelo escoger. Supongo que se trataba de eso, de seleccionar algo diferente a lo que sueles leer y descubrir otro tipo de libros, géneros, etc.

Me ha aportado mucho. No lo habría leído a menos que me lo recomendaran, pero me ha parecido fascinante poder entrar en casa de Don Vito Corleone y ver cómo funciona esa familia y cómo, aunque se trate de la mafia, intentan que las cosas funcionen bien y que haya un cierto equilibrio. Me ha impresionado el protagonista, su forma de hacer las cosas y de entender cómo funciona su negocio, sabiendo que el equilibrio lo es todo y que depende de él que su pequeño mundo siga en pie. Tal vez eso sea lo que nos preocupa a todos, que todo a nuestro alrededor se mantenga inalterable.

Le di a la pestaña de enviar y solo compartí eso. Me había dejado muchas palabras en el tintero, no porque no las tuviera o por no saber cómo expresarlo. Todo lo contrario. Mientras leía el libro, como ya me había pasado otras veces, yo había sido el don, el mafioso, el hombre fuera de la ley que se regía por su propio código. Había llegado a entender su forma de proceder y en el fondo había terminado viéndolo de una forma positiva. Corleone tenía algo de romántico, por su rebeldía, por romper con el sistema y por no aceptar ninguna imposición. Si la vida fuera una novela yo sería la protagonista, la mandamás, no un secundario, no la chica del gánster.

Sin embargo uno de aquellos días Miguel se empeñó en ver las noticias durante el almuerzo, cosa que nunca hacíamos, y más allá de lo terrible de aquellas imágenes miré las cosas desde otra perspectiva. El mundo era un lugar horroroso donde había demasiada violencia, demasiadas injusticias, demasiada gente egoísta que se saltaba las normas, que actuaba por su propio capricho, por su deseo de poder o de riqueza y llegué a la conclusión de que hoy en día lo verdaderamente romántico era buscar la justicia, la verdad y la razón. Tal vez a día de hoy lo más rebelde que se pudiera hacer fuese ser generoso, solidario, honesto.

Como siempre salíamos del instituto y hablábamos de las mismas cosas absurdas e intrascendentes, que hasta ese momento nos habían parecido muy importantes y que a mí empezaban a aburrirme. Esa semana había un nuevo tema, en uno de los recreos Pablo había contado lo del viaje a Polonia y todos se habían quedado muy sorprendidos. No sabría decir si alguien me miró, aunque fuera de reojo, porque yo fingía mirar hacia otro lado, aunque esto sí que me importaba.

—¿Cómo llevas la maleta? —Le preguntó Ángela, por dar algo de conversación.

—Bien, supongo. Llevo ropa de abrigo. En esta época hace mucho frío, sobre todo para los que no estamos acostumbrados, pero febrero es un mes más suave y creo que no tendré problemas.

—Es la mejor excusa que he oído nunca para librarte del instituto, de los exámenes... No se me habría ocurrido en la vida. —Todos nos reímos con lo que yo acababa de decir.

—Tendré que hacerlos cuando vuelva, no me voy a librar. Aunque estaría bien librarse... —Se rio con un poco de maldad.

—¿Y cuándo vas a estudiar? —preguntó Ángela sorprendida.

—Ya me las arreglaré. No vamos a estar todo el día en clase, eso son solo unas horas, haremos algo de turismo y tendremos el mismo ritmo que aquí. Y se supone que me llegaran los apuntes...

—Yo no me fiaría mucho de que algunos profesores suban cosas a la plataforma del instituto —dijo Ángela poco convencida.

—Está todo pensado, yo escanearé los apuntes o les haré fotos y se las mandaré, así podrá seguir al día.

—Bueno, entonces apruebas seguro. Cuando acabé tercero me quedaron tres y Lucía me ayudó mucho. Ese verano prácticamente no vimos la playa.

—¿Nada de playa? Ves, no me voy a librar. —Me miró de reojo y yo miré a Ángela, sin embargo ella parecía no darse cuenta de que había hablado de más.

—Más te vale o mi madre te mandará a un sitio más fresquito.

—Espera, ¿tu madre ve sus notas? —Ángela parecía no conocer a mi madre.

—Pues claro. No decís siempre que mi madre lo ve todo. —Nos reíamos tanto que llegamos sin darnos cuenta y no parecía que su viaje fuera algo triste.

Había una comida especial cuando nos sentamos a la mesa. Mi madre parecía la de siempre, aunque no hacía falta conocerla bien para saber que no. Estaba distinta. En cuanto Pablo dijo que ya tenía la maleta hecha para que mi padre lo llevase al aeropuerto la cara de ella cambió. Era algo así como si tuviera cuatro semanas de vacaciones. Hasta hablaron de irse de fin de semana en San Valentín, dijeron que era por eso del amor y del santo, pero íbamos a estar todos más tranquilos, más como siempre, aunque estuviese mal decirlo.

Al día siguiente salía por la puerta muy temprano, se había despedido de todos y papá lo había dejado con su profesor. Qué miedo había pasado cuando se acercó a darme los dos besos, miedo de verdad aunque no supiera muy bien por qué. La cara me ardía, podía decir que era por el frío que hacía aquella mañana, pero sabía que no era verdad.

María y yo nos fuimos andando hasta casa de Ángela y fue entonces cuando empecé a notarlo, ya no íbamos a ir y a venir juntos del instituto. No hablaríamos en algunos recreos. No andaría siempre por casa con sus auriculares puestos y eso era raro y triste al mismo tiempo y me producía un extraño vértigo. ¿Cómo iba a superar el mes entero?

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Y después de esta pequeña maratón nos vemos en febrero. Tenía ganas de llegar porque van a pasar muchas cosas, Lucía no tantas. ¿Creéis que le gusta San Valentín?

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora