Parte 35

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El 14 de febrero caía en sábado y teníamos alquilado el local del club para ese fin de semana, porque el viernes tendríamos que ir a prepararlo todo. El cumpleaños de los gemelos coincidía con San Valentín y era la excusa perfecta para montar una fiesta que superase la del año anterior.

Habíamos quedado en que yo me ocuparía de uno de los regalos de Claudia. Íbamos a regalarle una novela romántica, de esas que a ella tanto le gustaban, y algunas cosas más que buscarían entre Nerea y Ángela. Los amigos de Carlos buscarían algo para él y nosotras les daríamos el dinero. Así que el miércoles me fui al centro comercial, más que nada porque no quedaban días.

Mi padre salía para el trabajo temprano así que aproveché para irme con él. Estaba nublado y podía empezar a llover en cualquier momento. Además necesitaba llegar pronto, antes de que estuviera lleno porque no quería que nadie viese lo que iba a hacer. Obviamente no iba solo a comprar el regalo, yo estaba en una misión secreta, secretísima por la cuenta que me traía. Había entrado decidida en la librería y me había ido derechita a los estantes de la sección de jóvenes adultos. Una empleada muy eficiente vino a ofrecerme ayuda y yo le contesté que tenía una lista de libros en el móvil porque buscaba para unos regalos. La chica no necesitaba tanta información pero, para ser claros, sabía lo que estaba haciendo.

En clase había presenciado demasiadas veces la discusión entre Claudia, Nerea y otras compañeras acerca de estos libros. Las chicas los defendían a muerte y decían que, aunque eran clichés, eran maravillosos. Isabel aseguraba que tenían poca calidad y que ofrecían una imagen tan cargada de estereotipos que sustentaban el patriarcado que no había que perder el tiempo con ellos. A mí me parecía increíble que hubiese posturas tan contrarias y encendidas.

Por otra parte estaba la opinión de mi madre que venía a decir cosas parecidas a las que decía mi profesora. Sin embargo iba mucho más allá y no usaba palabras grandilocuentes. Mi madre hablaba explícitamente de sexo, de la calificación por edades y quién sabía de cuántas cosas más. Resumiendo, según ella, "La gente que los leía acabaría en el telediario". Para ser sincera mamá no había estado de acuerdo cuando mi hermana le había pedido alguna de aquellas novelas y no se las había comprado, pero o yo no conocía a mi hermana o las habría leído como fuera. También había que tener en cuenta que María era una niña muy madura para su edad y que entre la ficción y la realidad ella siempre iba a elegir la realidad.

Yo también me había leído algunos, para que negarlo, y me preocupaba no tener una postura clara. A decir verdad me encontraba en medio. Las chicas tenían razón, eran libros que hacían rodar tu mente y tu corazón y que te hacían abrir los ojos. La profesora sabía de literatura más que nadie que yo conociera y si ella les ponía pegas sería por algo. Mi madre estaba en el mundo real, por mucho que me costara reconocerlo, y, aunque no estaba dispuesta a ceder, mi madre no era una mojigata. Si ella decía que el patriarcado consistía en dominar a las mujeres de todos los modos posibles, cómo iba a rebatírselo.

Mientras yo miraba la estantería, dos niñas que no podían tener más de doce o trece años se llevaron un par de aquellos libros entre risas y miraditas cargadas de intenciones. ¿Era un juego? ¿Era el momento? No tenía las respuestas, pero quería conseguirlas.

De todas formas, hacía tiempo que me preguntaba si no me estaría perdiendo algo. La respuesta era sí, claro que me estaba perdiendo muchas cosas. Aquella tarde decidí ponerle remedio como fuese. Los libros me parecieron una buena forma de empezar, una poco arriesgada. Había buscado en internet reseñas, resúmenes, opiniones de blogueras y lectoras (porque estos libros parecían estar hechos por chicas y para chicas) y leí todo lo que pude encontrar, incluidos los spoilers correspondientes. Los hojeé como si estuviera leyendo los libros prohibidos por la Inquisición y solo eso ya me puso acalorada, quién sabía qué ocurriría si los leía, así que leí. Había escenas de sexo muy explícitas, mucho, y también muy parecidas entre ellas, aunque no es que yo supiese mucho del tema. Había tantos libros en aquellas estanterías y en internet que era difícil elegir.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora