Mi plan era levantarme tarde y aprovechar el último día que quedaba de vacaciones. Como estaba nerviosa me había levantado antes de lo normal. Mamá se cogió el día libre y eso hacía que pareciera más importante.
Pablo había entrado en nuestro instituto el IES Cecilia Bohl de Faber, "El bol", como lo llamábamos todos. Era un juego de palabras tonto, como éramos todos los que íbamos allí. El edificio era muy grande, destartalado, con forma de rectángulo, de ladrillo visto, como si todo él fuera un ladrillo gigante.
Mi madre había ido en persona a echar la matrícula. Me la imaginaba llegando al instituto como salida de un editorial de moda y explicando que ahora éramos como familia.
Sus padres y él habían llegado a media mañana. Habían dejado sus cosas y se habían marchado dejándolo allí. Se iba a instalar en el cuarto de enfrente. Era un poco más pequeño que el mío, pero tenía un balconcito, que daba a una especie de terraza, donde daba el sol por las mañanas. Era un cuarto para invitados.
Mamá le había hecho un recorrido turístico por la casa. Ella estaba enamorada de la vivienda y se notaba, no había una cosa que no le gustara, la había decorado a su gusto y tenía estilo, eso era indiscutible.
Una vez que se pasaba la reja y la cancela de la entrada, se veía un enorme patio exterior con unos muebles de teca y algunas macetas También había un par de árboles plantados, igual que en todos los patios. La puerta marrón oscuro de la casa daba a un pequeño recibidor que distribuía las habitaciones, a la derecha estaban las escaleras y un salón bastante grande con una chimenea y un televisor enorme que se veía desde todas partes.
Más adelante se encontraban dos puertas de madera marrón que separaban el salón del despacho de mi madre, terreno prohibido para todo el mundo, ni siquiera entraba la señora que venía a casa a hacer las tareas. Yo por algún motivo desconocido siempre había entrado y salido de él sin pedir permiso, solo con la advertencia de no tocar los documentos, pero si podía coger el material de oficina, aunque debía confesar que a veces los había mirado.
En la planta de arriba había un baño grande y cuatro dormitorios: el de mis padres que solo vio desde la puerta, el de María, el mío y el de invitados que era el suyo. Todos eran muy parecidos, el de mis padres era más grande y tenía un balconcito. La verdad sea dicha eran unos cuartos un poco cursis, incluso infantiles. Las dos teníamos pegadas en las ventanas unas estrellas de vinilo, que brillaban en la oscuridad y que a mamá no le gustaban demasiado, pero que nos concedió pensando que se despegarían con el tiempo y la limpieza. Lo que ella no sabía era que mi abuela nos había comprado varios paquetes, así que no eran las originales porque las reponíamos cuando se despegaban.
Más arriba, subiendo un tramo de escalera un poco más empinado, había una buhardilla en la que había una tele, una consola antigua, porque la buena estaba abajo, un sofá y algunos pufs y una mesa baja. Allí se iban mis padres a ver películas y nos dejaban tranquilas abajo o nos llevábamos a nuestras amistades y mis padres se quedaban en la planta principal o tal vez si teníamos suerte habían salido. Aunque las mejores reuniones se hacían en la buhardilla de Ángela y en el sótano de Nerea, quizás porque allí no había cosas que romper o porque sus madres no eran tan maniáticas del orden.
Le había dicho que podíamos dar un paseo por La Rosaleda cuando se hubiera instalado. Debía de ser muy incómodo para él, así que no me sorprendió ablandarme y tratarlo como trataba a mi hermana, como si llevara allí mucho tiempo. No se podía ser borde con alguien como él, pero yo no era su hermana.
Aquello parecía como si fuera la visita de una inmobiliaria. Las calles tenían nombres de variedades de rosas, así que algunas tenían nombres un poco raros. Íbamos andando y yo le enseñaba el pequeño parque que había enfrente de mi casa, justo en medio de la hilera de casas paralelas a la nuestra y las pistas deportivas de tenis, baloncesto y fútbol y la piscina. Le había explicado que la piscina la cerraban el último día de vacaciones, pero solo podíamos asomarnos y mirar porque llevábamos ropa de calle. Solo se podía entrar si ibas con ropa de baño, es decir, medio vestido o medio desnudo, aunque a él no le había dicho tanto.
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Deep Blue ©
RomantizmLucía desea que el verano antes de empezar el último año de instituto le sirva para decidir que estudiar y comenzar a planificar su participación en el blog literario que organiza su profesora. Sin embargo su padre decide acoger durante el curso a...