Parte 37

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No me gustaba nada el giro que había tomado aquello. Parecía que mis sentimientos eran lo de menos, que lo que yo quisiera o lo que pensara no valía nada y no era así. Para empezar porque tenía sentimientos, más de los que yo misma estaba dispuesta a reconocer. Para continuar estaba comprendiendo algo que hasta ese momento no me había planteado, yo me comportaba a menudo como un personaje secundario, uno con un papel muy pequeño que no podía permitirse el lujo de que le cortaran las pocas frases que tenía. Para terminar yo quería ser la protagonista.

Así eran las cosas. Resultaba curioso como a veces hacía falta una pequeña crisis para que nos diéramos cuenta de algo importante, yo no era un secundario, yo era la protagonista. Todos debemos ser los protagonistas al menos en nuestra propia vida y no conformarnos con menos.

Nerea se equivocaba. En la vida real, el chico malo sigue siendo malo y las chicas lloran, sufren y acaban en una carpeta marrón en el despacho de mi madre en el mejor de los casos. En el peor aparecen muertas, si no desaparecen para siempre, aunque eso en aquel momento yo no lo sabía.

Las tres clases siguientes pasaron en un suspiro, porque yo ni me enteré. Solo sé que salí del instituto con una sensación que no había tenido nunca. Mi vida iba a vivirla como yo quisiera, de ahora en adelante no me iba a conformar con una frase y no con una que supusiera pedir perdón. En el fondo yo sabía que Fran había obrado mal desde el principio y yo lo había escuchado y había dado crédito a sus palabras. Daba igual lo fea que yo pudiera parecerle, su opinión no contaba solo tenía que contar la mía. En cuanto a mis amigas, si ellas se ponían de mi parte o no daba igual, puede que en algún momento también se dieran cuenta de que se estaban equivocando.

Mi madre era un caso distinto. La seguridad que tenía no era solo para sí misma. Entendí esas cosas que habíamos hablado últimamente sobre su trabajo y sus clientes. Quien acudía a ella sabía sin lugar a dudas que haría todo lo que estuviera en sus manos y podía estar seguro de que se dejaría la piel. No se me escapó aquella mañana que don Emilio podía deberle algo, era posible que en algún momento hubiera recurrido a ella, no porque se llevasen bien sino porque era buena en lo suyo. Si entre mis compañeros su visita también había calado, eso no iba a saberlo porque mi madre nunca daba nombres y yo solo estaba en un par de grupos de la clase, mi tiempo era valioso para perderlo en esos mentideros.

Para cuando llegó el viernes por la tarde solo queríamos preparar el local para la fiesta de cumpleaños y cenar. Estábamos picando algo en el club social cuando Nerea, que llevaba unos minutos mirando Instagram, nos enseñó una foto de Fran. Estaba con una chica. Era una foto muy cariñosa, muy de San Valentín. Aquella foto me quitó un pequeño peso de la conciencia. Desde hacía dos días yo no hacía más que preguntarme ¿y si esta vez era yo la que le había hecho daño?

—No vayas a llorar, tía —dijo Claudia—. Ahora no irás a arrepentirte ¿verdad?

No tendría que haber pensado tan alto cuando vi la foto. No lo había dicho en voz alta, pero seguro que habían visto la mueca que acompañaba a mis ojos abiertos como platos.

—Bueno, puedes ir y decirle que te has arrepentido. Total el lunes lo vas a ver otra vez —soltó Nerea.

—Claro que no me he arrepentido, solo estoy contando para saber si ha batido mi record personal. 48 horas es lo que tarda un tío en olvidarse de mí. Pobrecito Fran, que mal lo habrá pasado en estos dos días, ¡qué pena más grande!

—¡Qué mala eres! —Nerea lo dijo con un tono que parecía en serio y todo.

—Yo sigo pensando que es como de novela —comentó Claudia pestañeando con intención.

—¿Yo mala? ¿Os cuento el argumento de la novela para que la veáis desde mi punto de vista?

—Claro.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora