Parte 57

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Esa fue la última vez que vi a Fran Salas, pese a que él volvió de vez en cuando por el barrio. De camino a casa, Ángela iba hablando todo el rato de lo fantástico que iba a ser sacarnos el carnet juntas, de lo maravilloso que iba a ser todo a partir de ese momento. Yo asentía y sonreía como si estuviera de acuerdo con ella, con todo, como siempre, pero no era cierto todo iba a cambiar y sentía miedo. En pocos días sería adulta podría beber, conducir, votar, como si alguna de esas cosas me interesaran. La madurez, el ser adulto no tiene nada que ver con un número o una fecha, no te llega de pronto, de un día para otro. Puede que haya quien madure antes y quien no lo haga nunca.

A decir verdad, yo no quería adelantarme ni ser de los que nunca maduran. Sabía que no había sido madura últimamente y mi conversación con Fran había sido muchas cosas, pero desde luego eso no. No podía quitarme de la cabeza la frase, "se sirve fría", muchas cosas se sirven frías. La frase hecha era "la venganza se sirve fría", si hasta me lo había aclarado. Y de pronto, lo entendí, fuese lo que fuese ahí estaba yo dándole vueltas a la cabeza pensando en él, analizando lo que decía, haciendo comentario de texto como si lo que me decía fuese algo a tener en cuenta, como si él me importase y no era así.

Si esto fuera una película o un libro para adolescentes alguien le habría dado un puñetazo. Para ser sinceros, él había dado y había recibido algunos golpes cuando se trataba de Carmen. Sin duda esto era diferente. Por mucho que lo había intentado yo seguía en pie y me había escapado viva, como una de las protagonistas de Jane Austen que son incapaces de enamorarse del chico malo, de ese que les habría arruinado la vida.

De nuevo había quedado como una arpía porque las chicas siempre se sacrifican, aunque por si alguien no se había dado cuenta Fran no necesitaba que lo salvaran. Yo estaba segura de que ni siquiera quería. Lo mejor era que, con aquella última frase que le había dicho, yo sola acababa de cargarme al eterno femenino, a la fiel doncella. ¿Sinceramente? Un arquetipo menos. Hasta aquí habíamos llegado.

La vuelta a casa se me había hecho eterna y eso que la autoescuela estaba en la misma acera que The planets, siguiendo a la derecha y pasando la papelería, una tiendecita de comestibles y una peluquería. Así que era el camino de siempre, pero es que era verdaderamente difícil mantener la boca cerrada y no soltarlo todo. Estaba clarísimo que si empezaba no podría parar. Cuando llegué a mi casa no pude dejar de mirar hacia la acera de enfrente para ver que en la puerta de Fran también había un camión de mudanzas. 

Después de comer me armé de valor y decidí hablar con mi madre para salir de dudas. Quería enterarme de eso y de todo lo que ella me pudiera contar, aunque sabía que eso no me saldría gratis, con mi madre era imposible. Tendría que darle algo de información a cambio.

—Bueno, quién iba a pensar que Fran se mudaría.

—Es lo que toca según el convenio regulador.

—En mi idioma, por favor.

—El acuerdo de divorcio que firmaron decía que cuando Fran cumpliera 18 años o se fuera de casa tendrían que vender y repartirse el dinero. Cumplió los 18 el mes pasado y al parecer él se va, hay rumores de un fichaje.

—Ahhh, pues eso no me lo ha dicho. —Podía preguntar cómo lo sabía, pero era un poco absurdo. Mi madre lo sabía todo. —¿Es lo normal? ¿Está bien?

—En este caso —movió la cabeza dudando—, habría sido mejor un mal juicio que un buen acuerdo, pero fue su decisión. —Mi madre parecía enigmática.

—¿Por qué? —Sentía curiosidad.

—Fue un caso complicado. —Suspiró y pareció preocupada por un momento—. Tú lo sabes, Lucía.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora