Parte 30

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La semana fue pasando tranquilamente. Todo lo tranquila que se puede pasar cuando tienes exámenes casi todos los días. El miércoles al salir de clase pasó algo un poco raro, aunque yo estaba tan decidida a que todo me resbalara y a no darle importancia a nada, que casi me asustaba.

—Ey, Lucía, espera —me volví sin dar crédito porque era Fran el que me llamaba.

—¿Qué? —¿Desde cuándo sabía mi nombre? Estaba decidida a no decirlo, aunque mi cara y mi tono no ayudaron.

—Espera, por favor. —Uy, esto sí que sonaba raro—. ¿Quería pedirte algo? —Les hice un gesto a los demás para que siguieran andando si querían.

—No tengo las preguntas del examen de la próxima semana. Ya me gustaría, pero no las tengo.

—No, no es eso. —Se rio—. Necesitaba un poco de ayuda con el examen del lunes, el de Lengua, a ti se te da muy bien. Tengo el primer trimestre suspenso y es evaluación continua y pensaba... Vamos había pensado que a lo mejor podrías, si no te importa, no te quitaría mucho tiempo, solo algunas dudas...

—No sé, la verdad, mañana y pasado también tengo exámenes. —Lo estaba pidiendo muy bien, como si no fuera él, y parecía que estaba sudando la gota gorda. Aunque me daba igual que no me hubiera llamado vecinita y que no me mirara perdonándome la vida, no cambiaba nada. Espera, espera, casi lo prefería. Habría sabido responder a eso.

—Bueno, pasado por la tarde, cuando acabe el entrenamiento, en tu casa si no quieres coger el autobús, donde tú quieras. Necesito quitarme lengua.

—No creo que lo que yo te explique te vaya a solucionar el examen.

—En el primer trimestre me ayudaste con Historia y con Tecnología. Tenía que haberte pedido ayuda con Lengua. Me vendría bien. Explicas muy bien —este no era Fran, educado, humilde. No, definitivamente se parecía, pero no era él.

—A ver —aunque casi sonó como un gruñido—, a las siete y media en la asociación, con una condición no me hagas la pelota, no se te da bien y no funciona.

—Yo creo que sí... —Sonreía satisfecho.

—¿A qué no voy?

—Ya has dicho que sí.

—Se me podría olvidar... —Me reí un poco. Fran era tan idiota que ahora no sabía si hablaba en serio o no. Me di media vuelta y comencé a andar.

Ahora sí que estaba perdida. Sabía lo que me esperaba, el interrogatorio sin piedad de mis amigas y el de mi madre, y no sabía cuál sería peor. Sin duda el de mis amigas porque el de mi madre sería "a posteriori" como diría don Emilio. Sabía que para entonces todo estaría clarito, clarito. Sí, el de ellas iba a ser mucho peor, se intuía por las caras y por el "¿qué ha sido eso?" de Claudia. Creí que iba a darle un infarto o qué me iba a tragar. Así que fiel a lo que había decidido últimamente le quité importancia. Dije que era solo echarle un cable y que lo haría por cualquiera.

Ellas no estaban muy seguras. Fran Salas al parecer no era cualquiera.

—Vale, ya sé que es un idiota, pero venía en son de paz y no tengo ganas de seguir con esta guerra absurda. Nos ha ofendido a todos los que estamos aquí —dije mirando a mi alrededor—, y ya ha durado demasiado, para mí han sido como cien años y creo que ya es suficiente.

Después de eso nadie dijo nada más. Todos me miraron durante unos minutos, incluido Pablo, seguramente porque yo había dicho en voz alta lo que todos pensábamos, o eso creía yo en ese momento.

El viernes llegó pronto, muy pronto y la verdad era que tenía ganas porque quería acabar con eso y demostrarles a todos que yo tenía razón. También quería demostrarme a mí misma no solo que no me importaba sino que yo era buena gente, que podía estar por encima de las circunstancias. Eso tal vez fuera soberbia, quién podía saberlo.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora